Maru-MA Volumen 03 Capítulo 7

From Baka-Tsuki
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Si Lord von Christ ni siquiera podía manejar esta pequeñez, entonces sus poderes eran terriblemente insuficientes. Con razón uno escuchaba cada vez más seguido comentarios sobre lo blandengues que eran los hombres de estos días, al igual que su magia. Los ojos azul brillante de Lady von Karbelnikoff Anissina destellan mientras se clavan en su presa. Günter observa el piso concentrado en un punto fijo y quedadamente murmura para sí mismo.

—Su Majestad ya debe de haber encontrado a Gegenhuber. Debe haber dado una increíble presentación con la flauta mágica. ¡Ah, mí adorado Majestad! Cuán puras, nobles y maravillosas deben ser esas canciones. ¡Y cuan conmovedoras!

Poco a poco las palabras de Günter comenzaron a adquirir el tono de un himno de escuela primaria. Y así continuó cantando sus alabanzas.

—La flauta llama la lluvia, no, la tormenta. Cuando el fino y sedoso cabello de Su Majestad se moja se vuelve aún más oscuro y brilla de forma incluso más hermosa...

—¿Has dicho que la flauta mágica hará que llueva?

Tan pronto como Günter oye la voz de la mazoku un escalofrió recorre su espalda.

—¿Y también escuché el nombre Gegenhuber? No tengo ni la más mínima estima por ese hombre. Él aún se aferra a la anticuada idea de que el amor entre mazokus y humanos es tabú.

La forma extremadamente calma en la que ella habla demuestra que no se dejaría dominar por su ira, y eso infundía profundo temor. Günter no se atrevió a voltear hacia ella.

—¿Cuánto sufrió Susana Julia a causa de este hombre…?

Al pronunciar con añoranza el nombre de su fallecida amiga su voz se quebró casi imperceptiblemente.

—Enviar a Gegenhuber en busca de la flauta mágica fue una de las pocas medidas drásticas que Gwendal ha ordenado. Aun así, no esperaba que llegaría a encontrarla de verdad.

—¿Anissina...? —preguntó tímidamente Lord von Christ.

La mazoku Carmesí ha traído un enorme caparazón verde con un costoso plato de jade encima. Agarró a Günter a medio camino de emprender la retirada y lo arrastró hasta caparazón y puso la placa en la palma de su mano.

—Bueno, ahora solo imagina en tu mente que está lloviendo.

—Si fueras tan amable, ¿tal vez podrías primero explicarme para que sirve este extraño invento?

—No hagas preguntas innecesarias. Provee el maryoku y lo verás por ti mismo.

Esto era lo que Günter había temido. Pero luego de una noche sin dormir, había ideado una excusa para esta específica situación en la que ahora se encontraba.

—Pero... ¡no, esto no puede ser, querida! ¡Podrías estar planeando dar un golpe de estado y cometer alta traición contra Su Majestad! Si deseas mejorar su tecnología para este propósito, está fuera de discusión que sea yo quien te ayude. Eso me convertiría en cómplice de tus planes. Sabes bien que el propósito de mi vida está dedicado únicamente a la protección de Su Majestad...

—Es un majutsu para hacer llover, Günter.

—¿Majutsu para hacer llover? ¡Pero qué acto tan deplorable! Ah... ¿perdón? ¿Has dicho majutsu para hacer llover?

Completamente descolocado, Günter cerró la boca y no dijo otra palabra.

—Exactamente. Ya no necesitaremos depender más del poder poco confiable de la mateki. De ahora en adelante podremos usar nuestro propio majutsu para hacer llover. Me he enterado que nuestros países vecinos han estado sufriendo la de escasez de agua desde hace un tiempo. ¡Si mi invento funciona correctamente, con una sola tormenta la raza mazoku causará asombro y terror en todo el mundo! ¡Te presento el dispositivo-creador-de-lluvia-a-base–de-maryoku, el Sr. Rana de la Lluvia!

—Rana de la Lluvia... de repente me abruma un gran apetito por insectos.

¿Podía ser eso debido al hecho de que Günter balanceaba una hoja gigante a modo de paraguas usando el caparazón verde en la espalda y un plato de jade en la cabeza como un kappa[1]?

Fue un niño el que había gritado, no la flauta.

Los gritos del niño vienen de la calle. Shas es el primero en salir corriendo de la habitación. Yo lo sigo apresuradamente, arrastrando a un malhumorado Gwendal porque aún está encadenado a mí. Él le dice a la novia, que aun lleva puesto el vestido, que se quedara dentro. —¡Aléjense de mi muchacho! ¡No se atrevan a tocarlo! —ruge el abuelo.

Jilda está tirado en el suelo rodeado por cinco niños gritando a todo pulmón. Su bolsa ha caído en la calle y de ella han salido rodando algunos vegetales.

De pronto el abuelo cae al suelo rodando. Los niños lo han tirado y comienzan a pelear por el contenido de la bolsa. Este robo se llevaba a cabo abiertamente en un lugar público bajo el más bello atardecer color violeta. Los niños tienen más o menos diez años, y son todos más grandes que Jilda. ¡Esto ha ido demasiado lejos!

—¡Oigan, oigan! ¡Es de cobardes robarle a un niño más pequeño!

Los mocosos toman la fruta y la botella de la bolsa y se levantan volteando para irse. Shas se acercaba a rastras a su nieto.

Uno de los chicos del grupo me mira.

—¿Pequeño? Él es incluso más grande que nosotros.

Maldición, en realidad ellos tienen razón. Había olvidado que Jilda es mitad mazoku.

—¡Da igual, de todos modos es más pequeño que tú! Devuelvan inmediatamente la bolsa y déjenlos solos. Y pidan disculpas por...

Uno de los chicos me lanza algo.

¡Piensa rápido! Aunque me la he pasado en el banco de suplentes, aún tengo más de una década de experiencia como cátcher. Aun sin un guante seré capaz de atrapar las bolas lanzadas por niñatos de las Ligas Menores.

Quise levantar mi mano izquierda sobre mi cabeza pero no pude hacerlo debido a la pesada cadena. En vez de eso giré a un lado la cabeza y esquive la peligrosa bola por un pelo. Le pega a Gwendal detrás de mí. ¡Una mala idea, niños!

—¡Pero él no crece! —grita uno de ellos—. No hay ninguna diferencia si come o no come.

No hay ni odio ni sarcasmo en su voz. Lo dice como si diera la explicación más natural del mundo.

—Y si no crece no se convertirá en adulto. Entonces no podrá convertirse en soldado para ganarse el pan. ¿Para qué gastar comida en un enano que no crece y no va a servir para nada? ¡Esa es la verdad! —¡¿Quién les metió esas horribles estupideces en la cabeza?! —Grito en shock—. ¡¿Fueron sus padres o algún otro?! ¡No hay necesidad de que todos se conviertan en soldados! ¿Acaso no tienen sueños?

—No puedes beber sueños —responde uno de los niños.

—¿Los sueños van a curar al ganado? —Pregunta otro mientras patea a Jilda con sus delgadas piernas—. ¿Los sueños harán que los campos sean verdes de nuevo? ¡Si pudiera conseguir más comida soñando con gusto dormiría por días! ¡Tanto como pueda!

Esas fueron sus últimas palabras antes de volar tres metros por el aire. Gwendal ha recurrido a la ley de la selva. Se agacha y comienza a juntar meticulosamente las monedas desperdigadas.

—Dije que el niño se podía quedar con el cambio. No tú.

—¡Al demonio con tu dinero! —maldice el chico.

Sin levantarse del piso rápidamente se desliza lejos de Gwendal. Los otros chicos retroceden lentamente para asegurar la ruta de escape.

—¡No queremos tu asqueroso dinero! ¡Podemos ver sus cadenas, no son más que criminales a la fuga! ¡¿Cómo pudieron ser tan estúpidos para esconderse en la casa de este viejo?! ¡¿Les digo algo...?!

¡Maldición, nos hemos olvidado de esconder la cadena!

Shas, que finalmente pudo recuperar la compostura, alza a su nieto. Jilda todavía solloza silenciosamente.

—Ese viejo delató hasta a su propia hija a las autoridades para conseguir algo de dinero.

—¡No digas estupideces!

Eso tiene que ser mentira.

Shas es un pipí de los mazoku y el abuelo de un niño medio mazoku que estaba de acuerdo con la relación de su hija. Después de todo nos ha ayudado.

De repente escuchamos el resonar de las pisadas de una docena de botas. Durante el atardecer las calles están iluminadas con pequeñas luces en todas las direcciones, y en cuestión de segundos somos rodeados por un grupo de personas.

—¡No se muevan! —ordena una voz.

—Por favor dime que no es verdad —gemí.

Pero desafortunadamente lo es, estamos rodeados por unos treinta soldados armados.

El abuelo evita mis ojos y voltea el rostro hacia otro lado. Sostiene a Jilda con fuerza en sus brazos.

¿Qué dijeron esos niños? ¿Cómo podías ganarte el pan cuando no podías convertirte en soldado? Shas no tiene un peinado sushi, y para peor, cojea. También es demasiado viejo para unirse al ejército.

—Claro. Él haría cualquier cosa por su nieto.

—¡Se nos ha informado que aquí se esconden unos fugitivos! —grita un soldado—. ¡Identifíquense! ¡¿Por qué los buscan?!

¡A mí también me gustaría saber eso!

Un hombre de barbilla partida que podría ser confundido con Johann Sebastián Bach es el que hizo la pregunta en un tono autoritativo. Probablemente sea el capitán. Su cara de Bach está coronada con un corte de cabello amarillo como el sushi de erizo de mar.

—¿Gwendal qué hacemos ahora? Nuestro expediente criminal cada vez se hace más grande.

—¡Como podría saberlo!

—¡Oigan, nada de cuchicheos! —nos llama la atención el soldado—. Hoy a la tarde fue raptada una novia de la iglesia, y ustedes encajan con la descripción de los culpables.

¡La novia! ¡Casi me olvido de ella! Gwendal y yo podemos arreglárnoslas, pero Nicola está embarazada.

—Ni idea de qué estás hablando. ¡No hemos visto a ninguna novia! —digo en voz muy alta a propósito.

La bolsa y la comida no están, y los chicos se han desvanecido. Todos los curiosos fueron espantados por los soldados, e incluso Shas ha retrocedido ansiosamente con Jilda en los brazos.

Más que nada quisiera echarme a llorar, pero no puedo permitírmelo. Nicola es más importante. —¿Has visto a alguna novia por aquí? —le pregunto a Gwendal con la esperanza de que me siga la corriente.

Lord von Voltaire se une a la actuación con fiereza, sus ojos fulminantes y severos llenos de autoconfianza.

—Es verdad, estamos escapando. ¡Pero cómo todos pueden ver, solo somos una pareja a la fuga!

—¡Eso, exactamente! —digo mostrando el dorso de mi mano derecha con el sello de Mundo Marino.

—¿Por qué estaríamos interesados en la mujer de otra persona? —continua Gwendal.

—¡Bien dicho, cariño! Estamos tan enamorados que solo tenemos ojos el uno para el otro, ¿no es así?

—Cuánta razón tienes.

La expresión sincera que pone Gwendal al decir eso es más que aterradora. Me estiro lo más que puedo para tratar de poner mi brazo alrededor de sus hombros, pero como la cadena es demasiado corta no funciona del todo bien.

Alguien me da una patada en la barriga y caigo duramente de rodillas.

—¡Si están escondiendo a la novia, lo lamentaran terriblemente! —ruge el capitán.

—¡Jefe! —le llama un joven por detrás de nosotros, su voz suena como si estuviera en medio del cambio de la pubertad. Se menea como un pato al caminar, y trae un bulto blanco puro en las manos—. ¡Encontré el vestido de novia!

—¡Bien, tráelo aquí soldado!

¡Qué bien, Nicola ha escapado! Pero sin su vestido. ¿Qué lleva puesto ahora que anda corriendo por las calles? ¿Puede ser que anda desnuda? ¡Oh no, una novia embarazada no debería hacer algo como eso!

—Qué aburrido —murmura el capitán para sí mismo y chasquea la lengua—. Se escapó. ¡Arréstenlos! Pero antes de eso, por cuestiones de logística, ¿cómo se llaman?

Vaya, buena pregunta, ¿cómo es que nos llamábamos? No se me ocurre nada.

Por suerte Gwendal tiene más suerte que yo. —Mi nombre es Yanbo.

—Y mi nombre es Mabo —digo rápido.

Yanbo y Mabo, las simpáticas mascotas del reporte del clima de la TV. ¡Mañana también estará caluroso y soleado!

No era exactamente el momento ideal, pero mientras se mecía el carruaje bien vigilado donde nos transportaban me quedé dormido. Finalmente el stress y el cansancio extremo me habían extenuado. Hasta la escandalosa vibración de las ruedas de madera me parece tan relajante como el vaivén de las olas del mar.

—¡Buena actuación, pequeño!

—Ahórrate el sarcasmo Gwendal —murmuro.

—Yo no he dicho nada.

Entonces probablemente fue el soldado gordito que se sienta con nosotros en la estrecha cabina. Cuando me despierto me encuentro apoyado en el hombro de Gwendal. Me enderezo rápidamente. Es casi tan vergonzoso como si me hubiera quedado dormido en la hora pico en el tren sobre el hombro de algún extraño.

—Trata de dormir un poco más —dice Gwendal.

—No puedo hacer eso sí solo soy yo el que está cómodo —protesto—. Después de todo tú también está exhausto, estás en todo tu derecho de enojarte si la persona a tu lado se pone a roncar pacíficamente. Además de eso, por el momento nos consideran una pareja que se ha fugado. No podemos enojarnos el uno con el otro.

El hermano mayor resopla bajito. ¿Fue eso una risa?

—Creo que al final eres un bicho raro.

—¿Yo? ¿Un bicho raro? ¿Estás tratando de hacerme enojar? Espere un momento, si no somos cuidadosos el guardia podría escuchar de lo que hablamos.

—Usa la lengua de la corte mazoku. Sería muy difícil que entiendan lo que decimos de ese modo.

¿Y que era eso? Nunca he escuchado sobre algo así. Pero no importa, nuestro guardia esta en medio de una linda siesta, así que podemos hablar sin problemas.

—¿Por qué siempre eres tan entusiasta de ponerte en peligro? —Gwendal miraba fijamente hacia adelante al hablar, sus ojos ceñudos no me miran—. Eres el rey. Tienes la posibilidad de dejar la responsabilidad sobre todos los asuntos de estado a tus subordinados mientras te deleitas de placeres en tu castillo.

—Lamentablemente no tengo idea de cómo deleitarme de placeres —contesto.

—¿No hay nada que te atraiga? ¿Riqueza, manjares, mujeres?

Naturalmente no tengo nada en contra de esas cosas. Es verdad que nunca he poseído mucho dinero, o un cocinero gourmet, y especialmente chicas, pero ciertamente me gustarían esas cosas. —En este momento el béisbol es lo más importante para mí —digo al final.

—Entonces por qué no te dedicas únicamente al béisbol.

—Ya lo estoy haciendo, lo he estado haciendo por casi diez años.

—¿Entonces el béisbol no depende del oficio de Maou?

—No, lo único que necesitas es entusiasmo.

—Entonces encuentra un pasatiempo más costoso.

—¿Por qué?

Gwendal volteó a verme, nunca lo había visto tan despistado antes. Sus ojos ceñudos han perdido un poco de su seguridad.

—¿Acaso el trabajo del Maou es solo gastarse el dinero de los impuestos de la gente? ¿De verdad crees que un Maou debería comportare así?

—No, pero... hasta ahora todos los Maou que han sido escogidos entre la los plebeyos han actuado de esa manera.

—No sabía eso.

Después de todo, yo he sido escogido a través de un baño público. Cuando se me informó que se suponía que yo era el Maou no tenía idea de nada sobre del mundo de los mazokus. No estaba preparado, ni mental ni espiritualmente.

—Solo soy un chico beisbolista, como cualquiera que te podrías encontrar por ahí. Es imposible que pueda hacer tan bien el trabajo como tú podría hacerlo. No me queda más que seguir mi instinto para tomar las decisiones correctas. Tal vez pase a la historia como un estúpido principiante, un debilucho, y el peor gobernante de la historia. ¿Pero qué más puedo hacer? Sólo tengo mis escasos dieciséis años de vida para respaldarme.

Como el deseado consuelo jamás llego, me abandona el coraje. El carruaje comienza a bambolearse violentamente de repente, y el soldado balbucea algunos sin sentido mientras duerme. Por la ventana con barrotes se puede ver el cielo que hace mucho se ha oscurecido.

—Y realmente llego a tomar una decisión muy equivocada, hay suficientes personas competentes alrededor para impedir que haga algo muy estúpido.

Por suerte siempre voy a tener a Günter, Conrad y Wolfram, mi prometido accdental, de mi lado. Y no hay que olvidar a Gwendal, que supervisa cada uno de mis movimientos con ojos de águila, y que ama a su país más que nadie.

—Gwendal, tu definitivamente me detendrías, ¿verdad?

Gwendal relaja la mandíbula, y unas cuantas arrugas se forman alrededor de sus ojos. Su sonrisa es tan pacífica y cálida, que nunca lo hubiera creído posible.

—¿Puedo preguntarte algo?

—¿Qué cosa?

—¿Quién es Yanbo? ¿Cómo se te ocurrió ese nombre tan rápido?

—Oh... es el nombre del pequeño que estuve cuidando hace poco.

—¡Lo sabía, tienes un hijo en secreto!

—¡Yanbo es un conejito!

Un momento, empecemos de nuevo…

—¡¿De verdad acabas de decir ‘conejito’?!

Antes que obtener una respuesta el carro se detiene. La puerta se abre y salimos rodeados por guardias de izquierda a derecha. Si tuviéramos lentes oscuros y una pipa nuestra entrada hubiera sido perfecta. Entonces nos hubiéramos visto como el general MacArthur[2] en el libro de historia japonesa cuando camina por la pasarela del barco. ¿No es esta tropa de soldados demasiado exagerada para recibir a una simple pareja fugitiva?

Nos conducen al interior de una construcción de piedra que se ve exactamente como si hubieran teletransportado el primer piso del parlamento aquí dentro. Hay un letrero en la entrada, pero como siempre no pude leerlo.

—¿Qué es este lugar? —le pregunto a Gwendal.

—El tribunal familiar.

Entramos al lugar. Se escucha música de fondo que parece sacada de una película de terror.

—¡¿Gwendal?! ¿Qué te sucede? Te ves muy mal. —Su frente y su cuello están bañados de sudor, aunque el ambiente es bastante frío en el edificio.

—Es el poder del houjutsu... Todo el edificio está lleno de él... —murmura Gwendal con tenacidad.

—¿Qué quieres decir? No huelo ningún incienso, y tampoco puedo ver el humo por ninguna parte. ¿O tiene que ver con la música extraña[3]?

—¿Qué música? No escucho nada.

Él solo puede avanzar muy lentamente y encogido sobre sí mismo. Yo no me siento enfermo, pero el maseki sobre mi pecho se ha puesto caliente.

—¡Entra ahí! —ruge un soldado y me empuja.

Cuando entro a los trompicones me encuentro en algún tipo de corte. Es de tamaño mediano, como un auditorio. Las paredes y el piso están hechas de piedra brillante y pulida color blanco leche. Cuatro hombres viejos están sentados sobre un podio, presumiblemente son los jueces. El cabello casi blanco de todos es apenas suficiente para formar un Mohawk[4]. Aunque hay lugares libres no veo un solo espectador. Detrás de la valla de madera no hay ni abogados ni testigos.

En el medio de la sala hay tres personas discutiendo entre ellas. Dos hombres parecen batallar en el juego de tirar la cuerda, jalando de derecha a izquierda de los brazos a una mujer que llora con fuerza, ninguno la quiere soltar. Eventualmente uno de los hombres cae de espaldas, y parece que se ha llegado a una decisión.

El tipo enorme que no había soltado su brazo se va. Hincha el pecho mientras se pavonea con orgullo cargando a la mujer inconsciente sobre su hombro, sin importarle el dolor o el shock que haya sufrido.

“Justo” no es exactamente la palabra correcta para lo que ha sucedido.

—¡Siguiente!

Como no hay nadie más, probablemente sea nuestro turno.

—¡Yanbo y Mabo! —Llama uno de los jueces—. ¡Ojojo, dos hombres!

Mientras nos arrastran al frente y al centro, me doy cuenta que uno de los jueces no es tan viejo como pensé. Parece que se ha teñido el cabello de blanco a propósito. De sus ropas en forma de cono solo asoma su cabeza bronceada y con las arrugas de la sonrisa bien marcadas. Parece un Teru Teru Bouzu[5].

—Esas cadenas se ven bastante pesadas —nos dice—. ¿El alto es Yanbo? ¿Eres un mazoku? Puedo ver que no te está yendo muy bien, pero no me sorprende. Este edificio está protegido por el houryoku. Para los mazokus que poseen maryoku este lugar no es realmente el más placentero. Bueno, vamos a terminar rápidamente con esto, ¿de acuerdo? Seguro estarán felices de poder librarse de esas esposas tan rápido como sea posible, ¿estoy en lo cierto?

Este hombre no da la impresión de ser un juez en lo absoluto. Parece más un tipo común amable y feliz que hablaba muy rápido. Su forma de hablar no es autoritaria, y tampoco usa expresiones complicadas para hacerse el importante. Tal vez tengamos un chance si explicamos nuestro caso con honestidad. De repente el veredicto de “inocente” se ve al alcance de la mano.

—Me dijeron que ustedes se han fugado juntos —continua el tipo amable—. Pero aunque he buscado la orden de captura, por extraño que parezca, no he podido encontrar ninguna que aplique a ustedes dos.

—Bueno, lo que pasó fue que... —comencé, pero fui rápidamente interrumpido.

—Para poder quitarles las cadenas, deben convencerme realmente de que se van a separar. Deben jurarme que regresarán con sus correspondientes parejas legales, se casarán y formaran familias ejemplares.

—P-pero eso de las parejas le-legales... n-no es… n-no es tan simple —tartamudee.

—Son perseguidos, y donde quiera que vayan la gente los apunta con el dedo, una vida de vergüenza. Si hubieran sabido que esto pasaría, de seguro hubieran entrado la razón y no hubieran ido en contra de la voluntad de los dioses, cayendo en el pozo del pecado de una relación reprochable.

—¿Pozo del pecado? —repetí incrédulo.

Tengo un mal presentimiento sobre lo rápido que este tipo puede parlotear tan feliz. ¡No escucha a nadie más que a él mismo! Este juez solo vocifera y despotrica sobre sus creencias. Habla libremente de su opinión sobre los matrimonios entre hombres y mujeres y del mismo sexo. Y finalmente termina.

—Han experimentado en carne propia las consecuencias de sus decisiones insensatas —nos dice—. Quiero escuchar aquí y ahora de ustedes mismos lo mucho que se aborrecen mutuamente.

¿Qué tan estúpido puede ser? Quiero decir, ninguna pareja huiría juntos si sus sentimientos fueran tan superficiales como para simplemente desaparecer tras un poco de cháchara. Pero da igual. Sacarnos de encima estas malditas cadenas tiene la prioridad principal.

—Tiene tanta razón —comencé—. Siendo completamente honesto, me arrepiento muchísimo. ¡¿Qué es lo que estaba pensando?! Debo haber estado loco.

El juez agita su mano derecha para indicarme que continúe. Los otros tres jueces no mueven un musculo.

—En realidad, para mi estaba claro desde el principio que las cosas no iban a funcionar con este tipo de aquí. No encajamos en lo absoluto. Para él no soy nada. Siempre me trata como un niño tonto y es brusco conmigo. ¿No es así?

—Mmm...—murmulla descontento Gwendal.

Realmente parece que la pasa mal. Tenemos que continuar para salir de aquí rápidamente.

—Cuando quise fugarme con él, siempre me echaba en cara que solo era un peso muerto sobre sus hombros. Ni siquiera podemos hablar normalmente entre nosotros. Si hubiera regresado en el momento que Gwendal me lo ordenó, no habríamos llegado este punto. Hubiera pasado el tiempo en la residencia vacacional de Karbelnikoff, tirado en la playa disfrutando de los rayos del sol sobre mi estómago. Gwendal hubiera encontrado a su primo y ya hubiera regresado con la mateki. ¡La culpa de todo la tenía mi maldita terquedad!

Quise hacer lo que me parecía correcto. Eso es lo que nos condujo a este desastre. Todas mis decisiones han estado equivocadas. No me he acercado ni un paso a mi imagen ideal de un rey, ni un solo milímetro. Pero soy un experto en complicarles la vida a mis compañeros. Desde que llegué a este mundo han tenido que rescatarme constantemente de los líos que yo mismo he provocado, incluido Gwendal. Y lo he acusado constantemente de odiarme. Hace rato que merece una disculpa.

—Lo siento mucho, he sido un idiota —le digo.

—No necesariamente.

La atronadora voz grave y pesada de Gwendal usualmente cala los huesos, pero se ha vuelto débil, silenciosa y difícil de entender. Aunque apenas puede mantenerse en pie, se endereza.

—Por lo que veo, no eres tan mal rey.

—¡Eso no es muy convincente! —dice el juez—. Deben odiarse lo suficiente para no querer verse nunca más. Esa no es exactamente la impresión que tengo ahora mismo.

Tira una larga y brillante pieza de acero a nuestros pies. Se escucha su ruido sordo al caer.

—¡Levántalo! —ordena el juez.

Me paro en seco. Ante nosotros hay una daga con una hoja de unos doce centímetros de largo. Su mango que parece de marfil está decorado con tallados. Han quedado manchas del color del óxido entre las muescas. ¡Eso es sangre!

—¡Levanta esa espada! Uno de los dos debe apuñalar al otro con ella.

—¿C-cómo? —tartamudeé.

—Incluso si llegara a ser fatal, ninguno será culpado por eso. ¡Vamos! Terminen con esto. ¡De seguro quieren liberarse de sus cadenas!

¡Por supuesto que queremos, pero no de este modo!

Gwendal se agacha inestablemente y toma la brillante cuchilla color mate.

—¿Gwendal…? —digo vacilante.

Ha apoyado una rodilla en el suelo. Tal vez ya no tiene más fuerzas para estar en pie. Él mira hacia arriba y coloca el mango de la daga en mi mano.

—¿Eres diestro?

—Sí, pero… no… no puedo hacer esto.

—No necesitas matarme.

Él toca su hombro izquierdo y me mira con su expresión fría y ceñuda.

—En este lugar debería ser relativamente soportable. ¡Vamos, hazlo de una vez!

Mis dedos tiemblan patéticamente.

—¿Qué pasa? —dice Gwendal conteniendo su irritación e impaciencia—. No es la primera vez que sostienes una espada. Hazlo como la última vez.

¿Las última vez? ¡Pero esas fueron circunstancias muy diferentes! Tuve una espada mucho más larga y poderosa durante el duelo con Wolfram o en la Arena con Mörgif. Y esta vez no estoy siendo atacado. Sólo tengo que acercarlo y clavarlo. Probablemente ni siquiera sangre tanto. ¡Pero aun así!

—Esto es una completa locura —murmuro. No creo ser capaz de lastimar a alguien sin una pelea o una provocación—. ¡Ni siquiera estamos enojados el uno con el otro! Por el contrario, apenas hemos empezado a llevarnos un poco mejor. Si piensas que esto es fácil, ¡entonces apuñáleme tú! ¿Podrías apuñalarme sin razón con esta arma asquerosa?

Gwendal abre ligeramente la boca y pone una expresión como si ya supiera que esto sucedería. Durante un breve momento su rostro refleja la sonrisa atormentada de Conrad. Sí, en verdad son hermanos.

—No —dice Gwendal finalmente.

—¡Lo ves, te lo dije! ¡Todo este asunto es de locos! ¡Un disparate! ¿Se supone que tenemos que demostrar que vamos a separarnos hiriéndonos con un cuchillo? ¡No estamos en la Edad Media! ¿Y todo esto ante los ojos de un juez supuestamente venerable, que sonríe contento? ¡Todos han perdido la cabeza! ¿Y sabes que es lo que más apesta…?

Ayudo a Gwendal a pararse, y volteo hacia los cuatro hombres los asientos de los jueces.

—¡Odio cuando la gente como tú intenta decirme como debería manejar mis relaciones personales! ¡Me gusta tomar mis propias decisiones yo mismo! ¡Si quiero odiar a alguien, no necesito de ninguna ayuda externa! ¡Y si me gusta alguien, es lo mismo! No dejaré que nadie me diga cuando tengo que separarme de una persona. ¡No lo permitiré! ¡Yanbo y Mabo no derramarán sangre!

Tomo la espada de marfil por la empuñadura y la arrojó al suelo. Al sonar el metal todos los guardias en la habitación desenfundan rápidamente.

—¡Vamos, Gwendal, salgamos de aquí! Encontraremos alguien más que nos pueda sacar esta cadena.

—¡Alto! ¡Esas cadenas sólo pueden ser removidas aquí! —Se nota la impaciencia en la voz del juez.

—¿Y ahora qué? —me pregunta Gwendal como si no fuera la gran cosa. Ni siquiera se molesta en mirar al juez.

Me doy la vuelta e intento ir hacia la espada corta. Los ojos de los jueces se abren de par en par, y ríen estruendosamente. Un sudor frío recorre mi espina dorsal. No puedo decir cuál de los cuatro jueces es el que habla.

—Han dejado en claro sus sentimientos acerca de la situación. Si esta es su decisión, no necesitan vacilar. He decidido que se les quitaran las cadenas.

—¿De verdad? —pregunto incrédulo.

—Sí.

Pero justo cuando comencé a creer en nuestra suerte, un frio dolor en mi cuello sacudió mi cuerpo. Todo se pone negro, y solo me toma unos segundos perder el conocimiento.

—¡Yuuri! —escucho una voz a la distancia.

Por primera vez Gwendal me ha llamado por mi nombre.



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Referencias

  1. Kappa es un ser mitológico del folclore japonés. Es similar a una rana con caparazón de tortuga y un agujero con agua en la cabeza, la cual es la fuente de sus poderes mágicos (a veces también se dice que es un plato lo que lleva en su cabeza, y si se lo roban morirá). Viven en los lagos y adora comer pepinos (o niños, que es su segunda comida favorita). Se los suele retratar usando hojas gigantes para cubrirse de la lluvia.
  2. Douglas MacArthur fue el militar estadounidense más condecorado de la historia de su país. Fue el jefe previsto para dirigir la invasión a Japón durante la Segunda Guerra Mundial, y actuó como representante de los aliados durante la ceremonia de rendición. Supervisó la ocupación de Japón desde 1945 hasta 1951, y se le atribuye el mérito de los amplios cambios democráticos realizados en el país durante esas fechas. (Wiki)
  3. Yuuri se refiere a que no ve señales de que estén haciendo ningún ritual de exorcismo como los de la Tierra. Cuando hablamos de houjutsu (técnicas divinas) se puede entender como la clase de técnicas que utilizan los monjes asiáticos. Está muy relacionado con espantar espíritus malignos o la protección divina. A Yuuri no le afectan estas técnicas humanas, es por eso que él suele percibir cosas que los mazokus no, como por ejemplo la música de ahora, o el oso de arena de antes. Más allá de estas correlaciones con la magia en nuestro mundo real, la historia desarrolla los términos de manera propia y los detalles dependen de la serie.
  4. El clásico peinado punk en forma de cresta.
  5. Teru Teru Bouzu, la muñeca del buen clima. “Teru” (照る) significa brillante, y “bouzu” (坊主) monje. En varios animes se ha visto un pequeño muñeco colgado en la ventana, que consta de una pelota forrada de tela, dejando la cabecita redonda y el resto de la tela colgando para formar el cuerpo.