Zero no Tsukaima Español:Volumen2 Capítulo6

From Baka-Tsuki
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El Continente Blanco[edit]

Después de asegurarse que Saito y compañía se marchaban, Kirche le dijo a Guiche:

-Ahora, es hora de comenzar. Hay una olla llena de aceite en alguna parte de la cocina, ¿cierto?

-¿Te refieres a esas ollas para asar?

-Sí. Tráelas acá con tus Valkirias.

-Muy fácil.

Guiche se escondió tras una mesa, agitando su varita con forma de rosa. Los pétales cayeron suavemente en el piso y de este emergieron sus Valkirias de bronce. Los golems aparecían continuamente en el piso y se dirigían a la cocina. Los soldados apuntaban y soltaban todas sus flechas a las estatuas de Guiche.

Las puntas de hierro de las flechas se convirtieron en polvo, haciendo que las estatuas se tambaleen. Guiche rió, mientras las Valkirias llegaban a la cocina tras el mostrador y recogían la olla.

-¿Puedes lanzarlo hacia la entrada?- preguntó Kirche, maquillándose frente a un espejo.

-¿Te estás maquillando ahora? ¿Justo ahora?- dijo Guiche, con un gesto de sorpresa, pero igual ordenó a las Valkirias lanzar la olla a la entrada.

Kirche blandió su varita y se paró.

-Es que la obra está comenzar, y si la dama principal no tiene maquillaje…- agitó su varita hacia el aceite, ahora flotando en el aire-, ¿no sería algo vergonzoso?

El fuego de Kirche encendió el aceite, esparciendo las flamas con todo el vigor de la diosa con un gran sonido. En un instante, un grupo de mercenarios que avanzaba se alejó de la repentina llamarada.

Kirche recitó un hechizo seductoramente, agitando su varita de nuevo. Las flamas ardieron con más fuerza, dirigiéndose a los mercenarios de la entrada, envolviéndolos y haciéndolos rodar de dolor. Kirche se plantó y se movió su cabello elegantemente antes de alzar su varita. A pesar de que todas las flechas volaban hacia ella, el viento de Tabitha las rechazó todas.

-Queridos mercenarios desconocidos, no tengo idea de por qué nos están atacando- Kirche sonrió e hizo una reverencia bajo la lluvia de flechas-, pero por favor, déjenme a mí, Kirche el Fuego Sutil, gentilmente ser su oponente.



Sentada sobre el hombro de su gigante golem de tierra, Fouquet se mordió los labios, molesta. El grupo al que había ordenado atacar ahora retrocedía, confundido, luego de ser rodeados con fuego. Se volvió hacia el noble enmascarado que estaba sentado junto a ella.

-Ay, haciendo un escándalo sólo por ese nivel de fuego… las manos contratadas sí que no son fiables.

-Ya es suficiente, de todas formas…

-¡Pero no se puede derrotarlos así!

-Está bien incluso si no los derrotan. Todo lo que tenían que hacer era separarlos.

-Aunque digas eso, no dejaré que esto continúe. Por su culpa estoy siendo humillada.

El encapuchado no respondió, sino que se paró como si no hubiera escuchado nada.

-Bien, iré tras la chica Vallière- le dijo a Fouquet.

-¿Y qué hago yo entonces?- preguntó Fouquet.

-Haz lo que quieras. Quema o cocina al resto, lo que sea. Nos encontraremos en el restaurante de siempre.

El hombre saltó del hombro del golem y desapareció en la oscuridad como el viento de medianoche, suave y susurrante.

-Cielos… ¡Qué hombre tan despreocupado!- habló Fouquet, disgustada-. No me dice nada de lo que está planeando.

Debajo, los soldados gemían. Vientos fuertes llegaron desde dentro del local, esparciendo y avivando las violentas flamas. Incluso los arqueros escondidos en la oscuridad sintieron el calor.

-¡Demonios- gritó Fouquet hacia abajo-, ya es suficiente! ¡Son todos unos inútiles! ¡Salgan de mi camino!

El golem se alzó con ruido atronador y avanzó hacia la entrada, dando golpes mientras avanzaba.



Kirche y Tabitha controlaban las flamas en el salón, forzando fieramente a los mercenarios ir hacia afuera. El grupo de arqueros que se encontraba fuera también huyó del fuego, esparcido por el viento de Tabitha, dejando caer sus arcos.

-Oh, oh, ohoho- rió Kirche victoriosa-. ¿Lo ven? ¿Entienden? ¡El poder de mis flamas! ¡Si no quieren terminar quemados, mejor regresen a casa ahora! ¡Ahaha!

-¡Está bien, es mi turno!- dijo Guiche, luego de hacer una aparición inesperada, apuntando a los enemigos, que trataban de escapar entre los huecos de las flamas, para lanzar su hechizo de Valkirias.

Con un ruido fuerte y tronador, la entrada y todo lo demás desaparecieron.

-¿Eh?

Un enorme golem emergió del polvo levantado y pateó con facilidad las estatuas de Guiche.

-Oh, lo olvidé. Esa señorita problemática aún está aquí- dijo Kirche chasqueando la lengua.

-¡No sean tan arrogantes, niños!- gritó Fouquet, parada sobre el hombro de su golem-. ¡Acabaré con ustedes!

-¿Qué hacemos ahora?- Kirche se volvió hacia Tabitha. Su amiga relajó las manos y agitó la cabeza.

Guiche dio una mirada al golem gigante y se sumió en un ferviente pánico, gritando:

-¡Todos, ataquen! Dije que… ¡ATAQUEN! ¡Éste es el momento para que vean el espíritu de la Nobleza de Tristain! ¡Mírame, padre! ¡Guiche se convertirá en un hombre!

Tabitha le puso una zancadilla con su báculo, haciéndolo chocar contra el suelo.

-¿Qué estás haciendo? ¡Déjame convertirme en un hombre! ¡En el nombre de Su Majestad la Princesa, deja que mi rosa se marchite aquí!

-Tenemos que irnos.

-¡No! ¡No huiré!

-¡Vamos, sabes que sería el primero en morir en un batalla!

Tabitha miró al golem que se acercaba y, de repente, pareció tener una idea. Luego jaló de la manga de Guiche.

-¿Qué?

-Rosa- Tabitha señaló a la falsa rosa de Guiche, haciendo un movimiento en el proceso-. Muchas. Pétalos.

-¿Qué quieres hacer con pétlaos?- gritó Guiche, sólo para que Kirche lo jalará de la oreja.

-¡Simplemente haz lo que Tabitha diga!

Guiche agitó su varita con forma de rosa molesto, enviando una gran cantidad de pétalos que volaban en el aire. Tabitha recitó un hechizo. Con la dirección de su viento, los pétalos se pegaron al golem.

-¿Y qué harán lo pétalos sobre el golem?- gritó Guiche-. ¡Se ve precioso!

-Alquimia- ordenó secamente Tabitha.



Sobre el hombro del golem, Fouquet, viendo a su creación cubierta de pétalos, replicó molesta:

-¿Qué es esto? ¿Un regalo? ¡No voy a dejar pasar eso aunque decoren mi golem con pétalos!

El golem alzó un puño y descargó contra la mesa que hacia de escudo a Kirche, Tabitha y Guiche.

En ese momento, la masa de pétalos se convirtió en líquido. El olor a aceite llegó hasta ella. Como una maestra del elemento Tierra, Fouquet comprendió instantáneamente la razón. Un hechizo conocido como ‘alquimia’.

Habían usado la alquimia para convertir lo pétalos en aceite. Fue muy tarde para darse cuenta de que algo andaba mal. La bola de fuego de Kirche ya estaba volando hacia su golem.



En un instante, el golem fue cubierto por el fuego. Incapaz de soportar el calor y las flamas, el golem cayó de rodillas.

Viendo a su empleador en una posición de derrota, los mercenarios huyeron como arañas. Kirche, Tabitha y Guiche se cogieron de las manos, alegres.

-¡Lo hicimos! ¡Ganamos!

-Yo… ¡gané con la alquimia! ¡Padre! ¡Su Majestad! ¡Guiche ha triunfado!

-Todo es gracias al plan de Tabitha- dijo Kirche, golpeando la cabeza de Guiche con un dedo.

Una espantada Fouquet se paró frente a su golem quemado.

-¿C-Como se atreven… vencerme, a Fouquet, dos veces, con magia de Tierra…?

Se veía lamentable, con sus largo cabello quemado, sus ropas con marcas de huecos por todos lados, y su rostro negro como el carbón. La belleza la había abandonado.

-¡Oh, qué bonito maquillaje te has puesto! ¿Sabe, señorita? Ese maquillaje tan sobrecargado le queda bien… Me refiero a que ya es muy vieja…

Cuando terminó de hablar, Kirche agitó su varita hacia Fouquet. Sin embargo, parecía haber agotado su energía con todos los hechizos que usó en batalla. Una pequeña y débil flama voló, y desapareció al instante.

-¿Eh? ¿Es eso?- Kirche se rascó la cabeza.

Tabitha y Guiche parecían pasar por lo mismo. Pero Fouquet no. Ella no dijo ningún hechizo, y simplemente se movió hacia ellos.

-¿Vieja? ¡Chiquilla, sólo tengo veintitrés!- Fouquet apretó los puños y pegó a Kirche, quien respondió de la misma manera sin dudar. Y así las dos pelearon, completamente diferente a como lo harían en verdad.

Tabitha se sentó y, con el más mínimo interés en la pelea frente a ella, comenzó a leer. Guiche observaba a las dos mujeres peleando, y se sonrojó ligeramente. Parecía indiferente a sus ropas todas sucias.

Desde muy lejos, los mercenarios comenzaron a apostar quién ganaría.


+++


Mientras Kirche y Fouquet peleaban, Saito y compañía corrían hacia el muelle, con el camino iluminado por la brillante luna. Wardes se acercó a las escaleras de un edificio y empezó a subirla.

-¿No estamos yendo hacia algún puerto?- preguntó Saito-. ¿Por qué estamos trepando una colina?

Wardes no respondió.

Luego de subir un gran tramo de escaleras, llegaron a la cima de una pequeña colina. Viendo todo lo que había frente a él, Saito dio una exclamación.

Era un árbol inmenso, con ramas creciendo en todas las direcciones. Parecía tener el tamaño de una montaña. ¿Qué tan grande era? La noche cubría su copa, pero tenía una altura considerable. Saito lo observaba como si fuera la Torre de Tokio.

Y luego, dando una mirada más atenta entre las ramas, el árbol sostenía algo muy grande. ¿Una gran fruta? Se equivocaba. Era un barco, pero parecía más un zeppelín cogido entre las ramas.

-¿Este es el puerto?- preguntó Saito, escandalizado-. ¿Y esa es… la nave?

-¡Sí!- respondió Louise, sorprendida-. ¿No es así también en tu mundo?

-Los muelles y los barcos van por el agua en mi mundo.

-Si hay barcos que navegan por el agua, hay barcos que navegan por el aire- dijo Louise con total naturalidad.

Wardes corrió hacia las raíces del árbol, que eran tan grandes y espaciosas como el vestíbulo de un rascacielos. Probablemente había desenterrado la mitad de un árbol muerto para hacer esto.

Era de noche, por lo que no podían ver bien. Entre cada escalera había paneles de metal, con algún tipo de escrito en ellas. Tal vez sean signos de la estación o algo parecido, pensó Saito.

Wardes comenzó a trepar la escalera frente a él.

Un tramo de escaleras de madera se conectaba con otra. Había soportes y barandas en ellas, pero aún así parecían preocupantemente peligrosas. Uno podía ver las luces de La Rochelle en cada espacio entre las escaleras.

En un descaso a mitad de camino, Saito oyó pasos detrás de ellos. Se volvió sobre sí mismo y una sombra saltó y, volando por encima de él, aterrizó junto a Louise.

Era el hombre de la máscara blanca que estaba en el golem de Fouquet.

-¡Louise!- gritó Saito, sacando su espada.

Louise se volvió, pero el hombre la cargó en un instante.

-¡Ah!- gritó Louise.

Saito alzó su espada. Pero si ataco así, puedo herir a Louise.

El hombre llevó a Louise y saltó como si lo hiciera un artista, moviendo el cuerpo a donde quiera que deseara.

Saito se mantuvo firme. A su lado, Wardes agitaba su báculo. El enmascarado, como Saito poco antes, fue golpeado y despedido por el martillo de aire de Wardes y dejó escapar a Louise. Se sujetó a una baranda, pero Louise cayó en el suelo.

Rápidamente, Wardes saltó fuera de la plataforma y voló hacia Louise como un pescador. Logró cogerla y flotó en el aire mientras la llevaba.

El enmascarado se inclinó, saltó sobre la plataforma y encaró a Saito. Su contextura no era muy diferente a la de Wardes. El hombre sacó un báculo de su cinto. Era un báculo negro.

Luego de asegurarse de que Louise estaba a salvo, Saito se puso en guardia, recordando su pelea contra Wardes. Girar la espada era sin duda peligroso, pero no podía prever qué magia usaría su oponente contra él.

El hombre agitó su báculo. El aire sobre ellos se volvió muy frío. El viento congelado irritaba la piel de Saito. ¿Qué está haciendo?

El hombre continuó recitando su hechizo. Saito alzó su espada, pero Derflinger gritó:

-¡Ponte en guardia, compañero!

Mientras Saito se ponía en guardia, el aire tembló. Hubo un estallido. Relámpagos emanaban del hombre, golpeando a Saito directamente.

-¡Nube Relámpago!- exclamó Derflinger, reconociendo el hechizo.

Una fuerte corriente eléctrica fue a través del cuerpo de Saito, y él cayó de la plataforma.

-¡Agh!- gritó Saito adolorido.

Sentía su muñeca izquierda como si hubiera sido calcinada. La corriente había dejado un rastro, quemando sus ropas. Su muñeca le quemaba como si hubiera tocado una pieza de hierro al rojo vivo. Se desmayó del dolor y el susto.

Wardes, cogiendo a Louise, recitó un hechizo de levitación, situando a Saito en el suelo, a salvo.

-¡SAITO!- gritó Louise, viendo a su Familiar caer.

Wardes se mordió el labio. Se volvió al hombre enmascarado y sacudió su báculo. Era el Martillo de Aire. El viento a su alrededor se solidificó en bloques invisibles, pegando en el enmascarado, que cayó de la plataforma hacia el suelo.

Louise se soltó de Wardes y corrió hacia Saito. Una herida producida por la corriente continuaba quemando la mano de Saito con que cogía la espada, desde la manga hasta el codo. Ella puso frenéticamente su oreja sobre su pecho. Su corazón aún latía. Louise dejó escapar un suspiro de alivio. Había recibido una fuerte corriente, pero sobrevivido.

Saito abrió sus ojos y se paró con esfuerzo.

-¿Q-Qué…? Ese tipo… pero, duele… ¡Agh!

-Esa fue la Nube Relámpago- explicó Derflinger-. Magia muy poderosa de viento. Ese tipo parece un experto para mí.

-¡Ah! ¡Oh!- el rostro de Saito se retorció de dolor.

Wardes examinó las condiciones de Saito.

-Fue una suerte que haya sobrevivido sólo con una herida en la muñeca. Usualmente este hechizo mata. Oh, parece que tu espada neutralizó algo de la corriente, pero no estoy seguro de por qué. ¿No está hecha de metal?

-Ni idea. Lo olvidé- respondió Derflinger.

-Una espada inteligente, ¿eh? Cosa rara.

Saito se mordió el labio fuertemente. Su muñeca herida le dolía, pero el hecho de no poder haber hecho algo para salvar a Louise dolía más. Además, dejó que Wardes se llevara todos los créditos. No podía permitir que Louise lo volviera a ver así nunca más. Se incorporó con esfuerzo y guardó a Derflinger.

-Continuemos. N-No importa ahora.


+++


Detrás del último tramo de escaleras había una rama. Y en esa rama, un barco… simplemente sujetado ahí. Tenía la forma muy parecida a la de un yate, quizá para permitirle volar, con alas a los lados. De la nave colgaban quién sabe cuántas sogas, todas atadas a las ramas. La rama sobre la que estaban parados se extendía todo el camino hasta la cubierta del barco.

Subieron a bordo y un marinero durmiendo en cubierta los siguió:

-¡Oigan, ustedes! ¿Qué están haciendo?

-¿Dónde está el capitán?

-Está durmiendo. Regresen por la mañana- respondió el hombre gélidamente, borracho, y bebió de su botella de ron.

Wardes no respondió, sino que dejo al descubierto su báculo.

-¿Quieres que un Noble repita lo que acaba de decir? ¡Dije que traigas al capitán!

-¡U-Un Noble!- el marinero se paró inmediatamente y corrió hacia la habitación del capitán.

Momentos después, trajo consigo un aún dormido hombre cincuentón con sombrero. Parecía ser el capitán.

-¿Quién es usted?- dijo, mirando sospechosamente a Wardes.

-El Líder de la Guardia Mágica de Su Majestad, Capitán Wardes.

Los ojos del capitán se salieron de sus órbitas y cambió sus palabras a más formales luego de saber su identidad como Noble de gran calibre.

-Oh, eh… entonces, ¿qué servicios requieren de mi barco?

-Llévenos a Albión. Partimos ahora.

-¡Es una locura!

-Estamos bajo las órdenes de Su Majestad. ¿O quiere ir en contra de la Corte Real?

-¡No sé que los lleve a ir a Albión, pero no podemos partir hasta el amanecer!

-¿Por qué?

-Albión está más cercano a Tristain por la mañana. No tenemos suficientes piedras de viento para llegar a ahí desde aquí en estos momentos.

-¿Piedras de viento?- preguntó Saito.

El capitán le dio una mirada de no-sabes-qué-es-una-piedra-de-viento y respondió:

-Son piedras que contienen magia de viento. Este barco no puede volar sin ellas- luego se volvió a Wardes-. Mi Señor, este barco sólo tiene las piedras suficientes para recorrer la distancia más corta hacia Albión. Si tuviéramos más, podríamos partir antes. Pero por ahora, no podemos partir. Nos caeríamos a medio camino.

-Yo haré el trabajo que se necesite por su falta de piedras de viento. Soy un Mago de Viento clase Cuadrado.

El capitán y sus marineros intercambiaron miradas. Luego, el capitán se volvió a Wardes y asintió.

-Bueno, eso está bien. Pero igual tendrán que pagar.

-¿Cuál es el cargamento?

-Azufre. Ahora mismo vale su peso en oro. Los Nobles han incrementado el precio en desesperación por la seguridad. Para tener eso, la pólvora y elementos de fuego son necesarios.

-Véndamelos todos a ese precio.

El capitán asintió, con una sonrisa arqueada. Con el trato hecho, el capitán daba orden tras orden.

-¡Dejen el puerto! ¡Leven anclas! ¡Icen las velas!

Los marineros seguían las órdenes, todo el tiempo quejándose por lo bajo, removiendo con destreza las cuerdas de las ramas, trepando a las cuerdas de seguridad a ambos lados, y soltando las velas.

Sin las ataduras, el barco se sumergió, y luego volvió a flotar con el poder de las piedras de viento.

-¿Cuándo llegaremos a Albión?- preguntó Wardes.

-Llegaremos al Puerto de Scarborough mañana al mediodía- respondió el capitán.

Saito miró el suelo que acababan de dejar. El muelle podía ser visto entre las ramas del árbol gigante. Pronto, las luces de La Rochelle se desvanecieron en la oscuridad. Parecía que viajaban bastante rápido.

Louise se acercó a Saito y puso una mano sobre su hombro.

-¿Te encuentras bien, Saito?- preguntó, mirándolo preocupada.

-No me toques- Saito apartó su mano de su hombro. El rostro de Louise se sonrojó.

-¿Qué? ¡Y encima me preocupaba por ti!

Louise se puso furiosa viendo cómo Saito ni siquiera la miraba. Y me preocupé mucho por ti… ¿qué es esa actitud?, pensó.

Saito estaba deprimido. No puedo hacer nada cuando Louise estuvo a punto de ser llevada por el hombre de la máscara blanca. No podía mirarla a la cara. Se acordaba de lo que le había dicho Wardes unos pocos días atrás. “En otras palabras, eres incapaz de proteger a Louise”…

¿Es cierto eso?, pensó Saito.

-Por lo que he oído del capitán- Wardes se acercó a ellos-, la Armada Real de Albión has sido completamente rodeada cerca de Newcastle, y están peleando una difícil batalla.

-¿Qué hay del Príncipe Wales?- preguntó Louise, claramente asustada.

-No estoy seguro…- Wardes sacudió la cabeza-. Parece estar con vida…

-Un momento… ¿no están los puertos completamente tomados por los rebeldes?

-Sí.

-¿Entonces cómo contactaremos con la Familiar Real?

-Tendremos que abrirnos paso en nuestro camino. Sólo toma un día a caballo desde Scarborough hasta Newcastle.

-¿Abrirnos paso entre los rebeldes?

-Sí. Es la única elección que tenemos. Ellos no pueden atacar abiertamente a la Nobleza de Tristain, supongo. Tendremos que encontrar una oportunidad para salir de su círculo y correr directo a Newcastle. De lo que nos tenemos que preocupar ahora es de montar en la oscuridad.

Louise asintió ansiosamente.

-Hablando de eso, Wardes, ¿dónde está su grifo?- preguntó.

Wardes sonrió. Se inclinó hacia fuera de la nave y silbó. Desde debajo del barco venía el sonido de las alas del grifo. Aterrizó en cubierta, asustando a algunos marineros.

-¿No podíamos llegar a Albión con ese grifo en vez de ir en barco?- preguntó Saito.

-No es un dragón- respondió Louise-. No puede volar tanto.

Saito se sentó, apoyado en el mástil, y cerró los ojos. Parece que volveremos a estar en peligro pronto. Oh, muy bien, dormiré un poco, pensó. Con la plática entre Louise y Wardes como una canción de cuna, se quedó dormido.


+++

Saito se despertó con el sonido de los marineros y una luz cegadora, y un cielo azul y brillante frente a él. Viendo bajo la nave, podía ver nubes flotando. El barco navegaba por encima de ellas.

-¡Albión a la vista!- bramó el vigía.

Saito se sobó sus ojos somnolientos y volvió a mirar hacia abajo. Todo lo que había eran nubes. No había tierra a la vista.

Louise, que parecía haber dormido junto a él, se levantó.

-No puedo ver tierra por ningún lado- se quejó Saito.

-¿Ahí?- Louise señaló hacia el cielo.

-¿Eh?

Siguió con la vista hacia donde ella señalaba y lanzó un grito de sorpresa. Nada más que una gran vista se mostraba ante sus ojos.

"Por entre las nubes podía ver una tierra oscura. Continuaba expandiéndose sobre ellos. Las montañas estaban talladas en el paisaje, y los ríos fluían desde ellas."

Por entre las nubes podía ver una tierra oscura. Continuaba expandiéndose sobre ellos. Las montañas estaban talladas en el paisaje, y los ríos fluían desde ellas.

-¿Eso te asusta?- le preguntó Louise.

-Yo… he… nunca he visto nada parecido anteriormente- dijo Saito, aún con la boca abierta.

-Albión, la isla flotante. Flota en el aire, así nomás. Usualmente va sobre los océanos. Sin embargo, pasa sobre el continente de Halkeginia unas cuantas veces cada mes. Es casi del tamaño de Tristainia, y lo llamamos el Continente Blanco.

-¿Por qué ‘Continente Blanco’?

Louise señaló la isla.

-El agua de los ríos baja por la isla hasta juntarse con el aire, y mientras eso pasa, se convierte en una niebla que cubre toda la parte de debajo de la isla- explicó Louise-. La niebla se convierte en nubes que hacen llover sobre Halkeginia.

-¡Nave acercándose a estribor!- gritó el vigía.

Saito miró hacia esa dirección. Un barco, como había sido anunciado, se acercaba, y era, con mucho, mucho más grande que en el que estaban. Varios cañones sobresalían de unos hoyos a los lados.

-¿Eh? Tienen cañones- habló Saito.

Louise frunció el ceño.


+++


-Esto no es bueno. ¿Un rebelde… o es un buque de la Nobleza?

En la parte de atrás de la cubierta, Wardes y el capitán miraban también hacia donde señalaba el vigía.

La pintura negra en el barco señalaba que había sido hecho para la guerra. Veinte o más cañones apuntaban hacia ellos.

-¿La Nobleza de Albión? Pregúntales si llevan cargamento como nosotros.

El vigía subió la bandera de señal mientras el capitán le hablaba. El barco negro no respondió.

El sub-capitán llegó corriendo, con el rostro pálido, y reportó al capitán:

-¡Ese barco no tiene ninguna bandera de nacionalidad!

-¿Entonces… son piratas?

-¡No podemos estar equivocados! Escuché que se volvieron muy activos luego de que empezó la rebelión…

-¡Huyan! ¡A toda marcha!

El capitán quería huir de ellos lo más rápido posible, pero ya era demasiado tarde. El barco negro comenzó a flotar paralelo al barco, y disparó directamente a ellos.

¡BANG!

La bala de cañón se perdió entre las nubes. Ahora, el mástil de la nave negra flameaba una señal de cuatro colores.

-No están ordenando detenernos, capitán.

El capitán hizo una mueca con su decisión. No era que el barco estuviera completamente desarmado, pero todo lo que tenían eran tres cañones móviles en cubierta, que no eran más útiles que decoración si se enfrentaban contra veinte de ellos apuntándolos.

El capitán miró a Wardes para pedirle ayuda.

-Toda mi magia fue usada para el barco- respondió Wardes tranquilamente-. Sólo nos queda hacer lo que digan.

-Ahí se va mi fortuna…- murmuró el capitán, y luego dio la orden:-. ¡Recojan las velas! ¡Paren el barco!


+++


Louise, viendo que el barco negro abría fuego y se acercaba más a ellos y que su barco estaba parando, se aferró a Saito, quien solamente observaba tenso al barco negro.

-¡Somos piratas! ¡No se resistan!- gritó un hombre desde el otro barco con un cuerno.

-¿Piratas?- Louise estaba aterrorizada.

En babor del barco negro, varios hombres se alinearon con arcos y rifles. Apuntaron y dispararon cuerdas con ganchos que se agarraron al estribor de su barco. Más hombres de ellos, casi diez, empuñando hachas y sables curvados, se deslizaron por las cuerdas dentro de su barco.

Saito cogió su espada, pero aún le dolía la muñeca por la batalla de la noche anterior, y no podía usar toda su fuerza.

-Saito…- dijo Louise calladamente.

Él la oyó, y trató de aferrar más fuerte la espada. Las marcas en el dorso de su mano izquierda brillaron. Sin embargo, Wardes, quien de alguna manera apareció detrás de él, le puso una mano en el hombro.

-No son sólo bárbaros armados, Saito. Tienen un montón de cañones apuntándonos. Si quiere sobrevivir en el campo de batalla, tienes que medir con precisión la fuerza de tu oponente y la tuya. Incluso puede que tengan magos con ellos.

El grifo de Wardes, que estaba echado en la parte delantera de la cubierta, también estaba asustado de los piratas, y gruñó. Su cabeza fue cubierta por un humo blanco-azuloso y cayó sobre el piso dormido.

-Un hechizo de sueño… Así que sí tienen magos.

A una orden, los piratas aterrizaron sobre su barco. Uno de ellos estaba vestido exquisitamente. Llevaba una camisa que parecía haber sido blanca, pero estaba ensuciada de negro por el sudor y el lubricante. Podía verse su fuerte y bronceado pecho entre las aberturas de la camisa. Un parche cubría su ojo izquierdo. Este hombre parecía ser el líder pirata.

-¿Quién es el capitán?- preguntó en un tono rudo, mirando alrededor.

-Yo.

El capitán, temblando pero tratando de mantener la compostura, alzó una mano.

El líder caminó hacia él con pasos largos, sacó su sable y colocó la punta sobre la cara del capitán.

-¿Cuál es el nombre del barco y qué lleva?

-El Marie Grande de Tristainia. El cargamento es azufre.

Hubo murmullos entre los piratas. El líder sonrió, cogiendo el sombrero del capitán y poniéndoselo sobre la cabeza.

-Les compraré todo lo que haya en este barco… ¡El precio será sus vidas!

El capitán tembló avergonzado.

-¡Oh, tenemos invitados nobles!- dijo el líder luego, dándose cuenta de Louise y Wardes. El líder se acercó a Louise-. Tenemos una belleza aquí. ¿Quieres ser nuestra lavaplatos?

Los hombres soltaron unas risas ásperas y bajas. Louise dio una bofetada a la mano del líder y lo miró como si fuera a estallar en llamas.

-¡No me toques, plebeyo mendigo!

-¡Oh, nos llamó mendigos! ¡Estoy tan asustado ahora!- rieron los hombres sonoramente.

Saito quería sacar su espada, pero Wardes lo detuvo, susurrando:

-Oye, Familiar, parece que no puedes mantenerte tranquilo.

-P-Pero… Louise…

-¿De qué serviría hacer jaleo en este momento? Sus cañones y flechas convertirían a Louise, a ti y a todos nosotros en un queso de muchos hoyos.

Saito estaba impresionado.

-¿No te preocupas por la seguridad de Louise ni un poco?

Saito se sumió en desesperación y remordimiento. Soy un inútil. Nunca podré nivelarme con ese sujeto. Louise… estará mejor si se casa con él, pensó.

-Bien, muchachos, llévenselos a todos. ¡Podemos obtener un gran rescate por esto!


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