Zero no Tsukaima Español:Gandalfr

From Baka-Tsuki
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El Día de un Familiar[edit]

Había pasado una semana desde que Saito inició su vida como familiar de Louise en la Academia Mágica de Tristain. Si uno quisiese explicar el día a día de Saito, acabaría diciendo algo parecido a esto:

+++

Para empezar, al igual que la mayoría de humanos y animales de Tristain, despertaba por la mañana. Su cama era, como siempre, el suelo, aunque comparado con el primer día había mejorado. Dándose cuenta de que su cuerpo se resentía si pasaba la noche sobre el duro suelo, Saito le pidió a la sirvienta Siesta algo de paja que se usaba como alimento a los caballos, y la había apilado en una esquina de la habitación. Saito dormía en la montaña de paja, arropado por la manta que Louise le había tan ‘graciosamente’ otorgado.

Louise llamaba a la chapucera cama de Saito ‘el nido de pollo’, lo cual era apropiado puesto que los pollos duermen sobre paja, y porque la primera cosa que hacía Saito cada mañana era despertar a Louise, como un gallo.

Tenía que hacerlo; sería malo para él que Louise se levantara antes que él.

-Un estúpido familiar que tiene que ser levantado por su amo necesita ser castigado- siempre le recordaba Louise.

Si Saito se quedaba dormido, se quedaba sin desayuno.

Una vez despierta, Louise era vestida. Se ponía su ropa interior ella sola, pero hacía que Saito le pusiera su uniforme. Esto se ha mencionado ya antes.

Con todos sus encantos, Saito se quedaba sin aliento cada vez que veía a Louise en ropa interior. Dicen que uno se acostumbra a un amante hermoso en tres días, pero no parecía que Saito se fuese a acostumbrar a Louise de momento. Quizás porque era su familiar, no su amante.

Aun así, siempre al lado de Louise, Saito era prácticamente un amante. La única diferencia era la actitud de ella y el trato que recibía.

Viendo así a Louise cada día no era nada malo. De todas maneras, era una herida constante a su orgullo. Cuando ayudaba a calzarse a Louise, por ejemplo, no podía ocultar la irritación de su cara.


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Por lo menos eso era tolerado, pero si Saito decía algo que molestase a Louise, las cosas se volvían molestas.

-Un familiar grosero que disgusta a su amo tan pronto en la mañana necesita ser castigado- era otro de los lemas de Louise.

Si Saito se burlaba sobre el tamaño de los pechos de Louise, o se enfurruñaba y decía algo parecido a “abróchate tú solita la camisa”, se quedaba sin desayuno.

Vestida con su uniforme, consistente en una capa negra, una blusa blanca y una falda negra, Louise se lavaba la cara y se limpiaba los dientes. La habitación no tenía cosas tan necesarias como el agua corriente, así que Saito tenía que bajar hasta la fuente y traer agua para Louise en una jarra. Y, por supuesto, Louise no se lavaba la cara por sí sola. Hacía que Saito se la lavase también.

Una mañana, mientras estaba secando la cara de Louise con la toalla, aprovechó para pintarle la cara con un pedazo de carbón que había encontrado.

Al ver su obra maestra sobre la cara de Louise, apenas pudo contener una carcajada. Entonces, con exagerada elegancia, se inclinó con educación.

-Señora, hoy es la pura representación de la belleza.

Debido a la baja presión de la sangre, Louise sólo pudo responder soñolienta.

-¿Estás tramando algo?

-¿Yo? Sólo soy un familiar cumpliendo las órdenes de mi señora. ¡Jamás me atrevería a tramar algo!

Louise sospechaba de la repentina y exagerada educación de Saito, pero dado que llegaba tarde a clase, no le interrogó más.

Con sus mejillas de un rosa vivo, encantadores ojos de avellana, y labios que parecían esculpidos en coral, Louise sabía que no necesitaba maquillarse, así que nunca se pintaba la cara. En otras palabras, no se miraba demasiado al espejo. Y este día no fue diferente. Resultado, no tenía ni idea del “maquillaje” que Saito le había puesto.

Louise se encaminó a clase en este estado. Siendo tan tarde como era, no se cruzó con nadie ni en el pasillo ni en la escalera.

Louise abrió la puerta de clase sofocada. Sus compañeros, todos a una, la miraron y estallaron de risa.

-¡Oye, Louise, qué guapa estás hoy!

-¡Madre mía, es tan típico tuyo!

Después, cuando el señor Colbert elogió con delicadeza las gafas y el bigote dibujados en su cara, Louise entró en un estado como de berseker. Salió al pasillo donde Saito se agarraba el estómago mientras se revolcaba en el suelo atacado por una risa histérica, le abofeteó una docena de veces, y le prohibió todas las comidas de ese día.

Según Louise, un familiar que trataba la cara de su amo como un pedazo de pizarra era similar a los demonios de antaño que se oponían al Fundador Brimir y sus dioses aliados, y esos demonios no eran dignos de recibir pan y sopa dados por la Reina.


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Después de desayunar, Saito limpiaba la habitación de Louise. Esto consistía en barrer el suelo con una escoba y limpiar la mesa y ventana con un trapo.

Y después venía la increíblemente divertida Lavada. Llevaba la ropa sucia a la fuente y la frotaba contra una tabla para lavar. No había agua caliente, sólo agua helada que mordía con fuerza sus dedos. La ropa interior de Louise parecía bastante cara, con muchos lacitos y diseños incorporados. Se quedaría sin comer si se le ocurría estropear alguna, así que tenía que lavarlas con cuidado. Era un trabajo muy duro.

Cansado de hacerlo, dejó unas panties en particular con una banda elástica desgastada en el montón. Apenas unos días más tarde, Louise, ajena a todo esto, llevaba esa prenda tan particular cuando el elástico se rompió. Sus bragas bajaron hasta sus tobillos, atando ambas piernas como si fuera la trampa de un cazador. Además, estaba en lo alto de una escalera, así que rodó de forma espectacular hasta abajo.

Afortunadamente, no había nadie alrededor para verla bajar rodando las escaleras con su mitad inferior expuesta en todo su esplendor, así que al menos salvó su reputación.

Dándose cuenta de que había sido excesivo, Saito fue lo suficientemente cuidadoso como para no espiar en el interior de la falda mientras se disculpaba efusivamente con Louise, que quedó inconsciente al pie de la escalera. No había pretendido que fueran así las cosas. Había esperado que se produjera en un pasillo, para conseguir mejores resultados.

Una vez que Louise recobró el conocimiento y se dio cuenta de lo sucedido, le mostró las bragas desgastadas de forma acusadora a Saito, que estaba obedientemente sentado al lado de la cama.

-Estaban desgastadas.

-Lo estaban, Señorita.

La voz de Louise temblaba de furia.

-Explícate.

-Debe haber sido el agua de la fuente, Señorita. Está tan fría que podría congelar al instante los dedos. Me parece que el elástico no pudo soportarlo.

Esa fue la respuesta de Saito.

-¿Estás diciendo que la culpa fue de la goma?

-Estoy diciendo que fue culpa del agua. Es un agua malvada. Estoy convencido que debe de haber alguna especie de maldición por la que está tan fría y así afecte a la goma.

-En ese caso, no alimentaré a este familiar tan leal con sopa hecha con esa agua tan malvada.

-Es usted muy amable.

-Tres días, creo yo, serán suficientes para que el agua vuelva a la normalidad.

Saito se pasó tres días sin comer.


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Aún así, Saito permaneció alimentado en aquellos tres días. Tan sólo fingía estar enfadado y visitaba la cocina detrás del Salón de Alviss, donde la enérgica y adorable Siesta le servía comida, como asado o carne. Iba allí incluso cuando no estaba castigado sin comer. La sopa que Louise llamaba ‘la Bendición Extendida de Su Majestad, la Reina’ nunca le bendecía con un estómago lleno.

Naturalmente, mantuvo en secreto las visitas a la cocina. A Louise le encantaba castigarle sin comer hasta que no enmendara su comportamiento, así que hubiese sido todo un problema si se enteraba del asado y la carne que Siesta le servía amablemente. Louise probablemente le prohibiría las visitas por el bien de la “educación” de su familiar.

Así pues, no se daba ni cuenta. En cualquier caso, Saito prefería a Siesta y a la cocina cien veces más que a esa tal Reina y al Fundador Brimir, a los que nunca había conocido.


+++


Una mañana, después de beberse con voracidad su sopa delante de Louise, fue a la cocina. Saito, habiendo vencido al noble Guiche en los Patios Vestri, era increíblemente popular allí.

-¡Nuestra Espada está aquí!

El que gritaba era Marteau, el chef principal, un cuarentón bastante regordete. Naturalmente, era un plebeyo, pero con su posición de chef principal de la Academia ganaba tanto como un noble de clase baja, algo para sentirse orgulloso. Vestido en prendas simples pero finas, comandaba la cocina con meros movimientos de su mano.

A pesar de su muy respetable posición como chef principal de una academia mágica para nobles, Marteau no era para nada arrogante, y lo que era más sorprendente, no apreciaba ni a la magia ni a los nobles.

Llamaba a Saito, en virtud de la espada que había usado para vencer a Guiche, por el apelativo de ‘Nuestra Espada’ y lo trataba como a un rey. Gracias a él, la cocina era un oasis para Saito.

Saito se sentó en la silla, y con una sonrisa, Siesta le llevó un tazón de carne asada y un poco de pan blanco.

-Gracias.

-La comida de hoy es especial- declaró Siesta, pareciendo especialmente feliz.

Saito llevó su cuchara a sus labios con curiosidad y al momento su cara se encendió.

-¡Guau, está delicioso! ¡Está a años luz de la bazofia que me dan!

En esto, Marteau se aproximó, blandiendo un cuchillo de cocina en una mano.

-Por supuesto. Esto es lo que les servimos a los chicos nobles.

-No puedo creer que sea esto lo que comen todos los días…

Marteau resopló sonoramente ante el comentario de Saito.

-Por supuesto, ellos usan magia. Levantan castillos enteros del barro, conjuran gemas increíbles, incluso controlan dragones, ya ves tú. Pero date cuenta, crear estos platos tan exquisitos es una especie de magia. ¿No estás de acuerdo, Saito?

-Totalmente- asintió Saito.

-¡Sí señor! ¡Eres un buen hombre!

Puso su brazo alrededor de los hombros de Saito.

-¡Ésta es Nuestra Espada! ¡Déjame plantar un beso en tu frente! ¡Venga! ¡Insisto!

-Preferiría que no. Y deja de llamarme así- dijo Saito.

-¿Por qué no?

-Porque es… raro.

El hombre soltó a Saito y abrió sus brazos en protesta.

-¡Pero cortaste en pedazos el golem de un mago! ¿No lo entiendes?

-Supongo.

-Oye, ¿dónde aprendiste a usar la espada? Dime dónde me pueden enseñar a blandir una espada así.

Marteau fijó su vista en Saito. Le preguntaba lo mismo cada vez que Saito iba a comer, y la respuesta de Saito era la misma todas las veces.

-No lo sé. Nunca antes había cogido una espada. Mi cuerpo se movió solo.

-¡Gente! ¿Oís eso?- gritó Marteau, su voz haciendo eco en la cocina.

Los otros cocineros y aprendices gritaron a su vez:

-¡Te oímos, jefe!

-¡Esto es lo que se llama un verdadero maestro! ¡Nunca alardean de su habilidad! ¡Mirad y aprended! ¡Un verdadero maestro nunca alardea!

Los cocineros repitieron alegremente.

-¡Un verdadero maestro nunca alardea!

Entonces Marteau se dio la vuelta y miró a Saito.

-Sabes 'Nuestra Espada', cada vez me gustas más. ¿Qué me dices ahora?

-¿Qué pasa con qué?

Tan sólo decía la verdad, pero Marteau siempre pensaba que estaba siendo modesto. Era algo frustrante. Se sentía como si decepcionara a un buen hombre. La mirada de Saito cayó hasta las runas de su mano izquierda.

Desde aquel día, no han vuelto a brillar. Me pregunto que habrá pasado… Incluso cuando Saito intentaba dirigir el mérito a las runas mirándolas, Marteau lo interpretaba como que era reservado.

El chef se volvió hacia Siesta.

-¡Siesta!- llamó.

Siesta, que había estado contemplando la escena animadamente, respondió con alegría.

-¿Si?

-¡Tráele a nuestro héroe algo de lo mejor de Albión!

Su sonrisa se ensanchó, y cogiendo una botella de vino del armario de la cosecha solicitada, llenó la copa de Saito con él. Siesta miraba encantada cómo la cara de Saito se iba poniendo cada vez más roja a causa del vino. Estos acontecimientos se repetían casi cotidianamente.

Saito visitaba la cocina, Marteau sentía cada vez más simpatía por él, y el respeto que Siesta sentía se acrecentaba aún más.


+++


Aunque en ese día en particular... Había una sombra carmesí espiando a Saito desde una ventana de la cocina. Uno de los cocineros más jóvenes se dio cuenta.

-¡Eh, hay algo ahí fuera, en la ventana!

La sombra emitió un ‘kyuru kyuru’ y se desvaneció.


+++


Después, tras desayunar, limpiar y hacer el lavado, acompañaba a Louise a clase. Al principio, se sentaba en el suelo, pero después de darse cuenta de que aprovechaba para mirar bajo las faldas de otras chicas, le dejó que se sentara en una silla. Y le dejó claro a Saito que si su vista se desviaba demasiado de la pizarra se quedaría sin comer.

Al principio, las clases fascinaban a Saito con sus maravillas: convertir el agua en vino, combinar varios regentes para crear una poción especial, materializar bolas de fuego de la nada, hacer levitar cajas, palos y pelotas fuera de la ventana de la clase para que los familiares los cogieran, etc.… pero después de un tiempo, la novedad se desvaneció.

Y así se acostumbró a dormir. El profesor y Louise le dedicaban miradas fulminantes de vez en cuando, pero no había reglas que prohibiesen a los familiares dormir durante las clases. Y tomando como ejemplo la clase, todas las criaturas nocturnas estaban roncando, incluso algún búho. De hecho, si despertaban a Saito, significaría que lo estaban tratando como un humano.

Louise se mordía los labios por el deseo irrefrenable de darle al Saito durmiente una buena reprimenda. Pero no podía, puesto que hacerlo significaba contradecir el hecho de que él no era más que un familiar.


+++


Aquel mismo día, bañado en la luz del sol, Saito tardó poco en dormirse en otra clase.

El vino que había bebido por la mañana estaba haciendo efecto, y Saito soñó. Soñó algo bastante increíble. Un sueño en el que Louise gateaba hasta su cama de paja mientras dormía.

¿Qué sucede, Louise?

Tras oír su nombre, Louise, le dirigió una mirada a Saito.

¿No puedes dormir? Oh, está bien… no pasa nada. Tranquila.

-Oh, tan sólo está hablando en sueños- dijo Louise en voz baja, y volvió la vista al frente.

Tranquila. ¡Oye, no me abraces así de repente!

La mirada de Louise volvió a posarse en Saito. Los otros estudiantes empezaban a darse cuenta de la situación y afinaban sus oídos para poder escuchar.

Vaya, con lo marimandona que eres durante el día, eres lo más dulce del mundo en la cama.

Un hilillo de baba salió de una de las comisuras del labio de Saito mientras éste seguía disfrutando de su sueño.

Louise le cogió de los hombros y le sacudió violentamente.

-¡Oye! ¿Pero qué clase de sueño estás teniendo?

Sus compañeros estallaron en risas. Malicorne del Viento Protector hizo un comentario:

-¡Bueno, bueno, Louise! ¿Así que es eso lo que haces con tu familiar por la noche? ¡Menuda sorpresa!

Las estudiantes chicas empezaron a susurrarse entre ellas.

-¡Espera! ¡Esto es solo un estúpido sueño! ¡Ah, por Brimir! ¡Despierta de una vez!

Louise, Louise, eres una gatita. Deja de lamerme ahí de esa manera…

"Louise, eres una gatita. Deja de lamerme ahí de esa manera…"

Ante esto, las carcajadas amenazaron con llenar el edificio entero.

Louise tiró a Saito de la silla de una patada, devolviéndole violentamente a la realidad desde su dulce y suave mundo de sueños.

-¿A qué ha venido eso?

-¿Desde cuándo me da por visitar tu cama de paja?- gritó irritada Louise. Cruzó los brazos y miró desde arriba de forma imponente a Saito.

Saito movió la cabeza, divirtiendo aún más a la gente.

-Saito, explícale a esta gente tan grosera que nunca he puesto un pie fuera de mi propia cama durante la noche.

-Es cierto. Tan sólo estaba hablando en sueños. Louise nunca haría nada semejante.

Los estudiantes se dieron la vuelta, decepcionados.

-¿Acaso no es obvio? ¡Como si fuese a hacer algo como eso! ¡Con ésta cosa, encima! ¡Ésta cosa! ¡Sólo pensar que me juntaría con esta inferior forma de vida en la cama va bastante más allá de ser un chiste!- protestó Louise, dirigiendo su mirada hacia arriba.

-Pero mis sueños a veces se vuelven realidad- comentó Saito.

-¡Es cierto!- comentó alguien de la clase a su vez-. ¡Después de todo, los sueños tienen el poder de predecir el futuro!

-Mi ama, con su personalidad, probablemente no encontrará nunca un amante- admitió Saito.

La gran mayoría de los estudiantes asintió. Louise fulminó a Saito con otra mirada cargada de maldad, pero fue demasiado tarde. Saito se había desbocado.

-Mi pobre ama se siente bastante frustrada por eso, y así se cuela en la humilde montaña de paja de su familiar.

-¡Ya es suficiente!- regañó Louise a Saito, poniendo sus manos en su cintura-. ¡Cierra tu sucia boca ahora mismo!

Pero eso no evitó que Saito continuara.

-Cuando lo hace, tengo que frenarle los pies…

Ya había llegado demasiado lejos.

Los hombros de Louise comenzaron a temblar de ira.

-Le tengo que decir ‘no es aquí donde tú duermes’.

La clase entera aplaudió. Saito imitó una reverencia elegante y volvió a su sitio. Louise le dio una patada, haciendo que rodase por el suelo.

-¡No me des patadas!

Pero Louise había perdido los estribos. Su mirada estaba firmemente dirigida hacia delante y, como siempre, sus hombros temblaban con ira apenas contenida.

De nuevo, había una sombra carmesí vigilando a Saito.

Era la salamandra de Kirche. Con su estómago en el suelo, miraba a Saito a través del hueco de la fila de sillas.

-¿Eh?

Dándose cuenta, Saito la saludó con la mano.

-¿Eres la salamandra de Kirche, no? Sé que tienes un nombre. ¿Como era…? Ah, sí, Flame. Flame.

Saito se movió cerca de ella, pero la salamandra agitó su cola esparciendo algunas llamas y corrió al lado de su dueño.

-¿Por qué se interesaría tanto un reptil por mí?

Saito movió la cabeza, hecho un lío.


+++


Y mientras Saito mantenía un concurso de miradas con una salamandra en mitad de clase...

En el Despacho del Director de la Academia, la señorita Longueville, la secretaria, estaba ocupada escribiendo algo.

Se detuvo un momento y miró más allá de la mesa de madera de secuoya sobre la que Sir Osmond estaba ocupado echándose una siesta.

La esquina de los labios rosas de la señorita Longueville se contrajo con una expresión que nunca había enseñado a nadie.

Se levantó de su mesa.

En voz baja, murmuró el encantamiento de un Hechizo de Tranquilidad. Haciendo cuidado para que sus pasos no despertaran a Osmond, salió del despacho.

Su destino era la sala del tesoro, situada justo debajo del Despacho del Director.

Bajando la escalera, se encontró con enormes puertas de hierro. Se mantenían cerradas por un mecanismo de cerrojo muy grueso, que a su vez estaba asegurado con un candado igual de grande.

En aquel sitio se guardaban los artefactos que provenían desde antes del establecimiento de la academia. Después de echar un cuidadoso vistazo alrededor, la señorita Longueville sacó su varita de un bolsillo. Era tan larga como un lápiz, pero con un movimiento de muñeca, se agrandó hasta convertirse en la batuta de un conductor, que manejaba como una experta.


+++


La señorita Longueville lanzó otro hechizo. Una vez la invocación se completó, señaló con la varita al candado.

Pero… nada ocurrió.

-Bueno, tampoco esperaba que un Hechizo de Desunión funcionase de todas maneras- murmuró.

Sonriendo, comenzó a recitar las palabras de un hechizo del que era especialista. Era un hechizo de Transmutación. Entonando de forma clara y concisa, movió su varita hacia el pesado candado. La magia afloró… pero aún después de esperar un rato considerable, no hubo cambio visible.

-Parece que ha sido reforzado mágicamente por un mago de clase Cuadrado- musitó. Un Hechizo de Refuerzo era un hechizo que prevenía la oxidación y descomposición de la materia. Cualquier sustancia con este hechizo estaba protegida de cualquier reacción química, y le permitía ser mantenido en ese estado para siempre. Incluso la magia de transmutación no tendría efecto en algo protegido de esa manera. Sólo si la habilidad mágica era superior a la del mago que estableció el hechizo, podría ser superado.

Al parecer, el mago que había hechizado la puerta era extremadamente poderoso, teniendo en cuenta que ni siquiera la señorita Longueville, una experta en magia terrestre y en particular de transmutación, era incapaz de afectar a la puerta.

Quitándose las gafas, contempló la puerta una vez más. En este punto escuchó pasos provenientes de la escalera.

Bajó su varita y la volvió a meter en su bolsillo. La persona que apareció era Colbert.

-Saludos, señorita Longueville. ¿Qué estás haciendo aquí?

-Señor Colbert, iba a catalogar los contenidos de la sala del tesoro, pero…

-Oh, pues es bastante trabajo. Probablemente te lleve un día entero para ver hasta el último objeto. Además hay mucha basura entremezclada, y no hay mucho espacio que se diga.

-Desde luego.

-¿Por qué no le pides la llave al Viejo Osmond?

La mujer sonrió.

-Bueno… no me gustaría interrumpir su sueño. En cualquier caso, no hay prisa en completar el catálogo…

-Ya veo. Durmiendo, dices. Ese anciano, quiero decir, el Viejo Osmond, es muy dormilón. Parece que tendré que visitarle de nuevo.

El señor Colbert comenzó a irse, pero detuvo sus pasos, y se giró.

-Esto… ¿señorita Longueville?

-¿Qué ocurre?

Colbert parecía algo avergonzado cuando abrió la boca para hablar.

-¿Si quisieras, estaría bien si, por ejemplo… comiéramos juntos?

Ella se lo pensó durante un momento, y sonrió ampliamente mientras aceptaba la oferta.

-Por supuesto, el gusto es mío.


+++


Ambos bajaron las escaleras.

-Señor Colbert…- con un tono más informal, la señorita Longueville reanudó la conversación.

-¿Sí? ¿Qué sucede?

Extrañado por cómo su invitación había sido aceptada tan fácilmente, Colbert le respondió precipitadamente.

-¿Hay algo importante dentro de la sala del tesoro?

-Lo hay.

-¿Entonces, conoces el ‘Bastón de la Destrucción’?

-Ah, un objeto con forma muy peculiar, sin duda.

Los ojos de ella brillaron.

-¿Qué… qué forma tiene?

-Es extremadamente difícil de describir, excepto por la palabra extraño, sí. Pero no te preocupes por eso, ¿qué te apetece comer? El menú de hoy es platija batida a las finas hierbas… pero soy bastante amigo de Marteau, el chef, y puedo pedirle que prepare alguno de los más delica…

La señorita Longueville interrumpió la charla de Colbert.

-¿Sí?- quiso saber Colbert.

-La tesorería, debo decir, está construida de forma formidable. No importa el tipo de magia que se intente, es imposible de abrir, ¿me equivoco?

-En absoluto. Es imposible para un único mago. Después de todo, fue protegida por un grupo de magos de clase Cuadrado para resistir todo tipo de hechizos.

-Estoy impresionada por todo el conocimiento que posees, Colbert- lo miró con una expresión confortable.

-¿Eh? Bueno…, sucede que acabo de leer algunos documentos que trataban sobre esta planta, eso es todo... me gusta considerarlo como parte de mi investigación. Gracias a eso, aún estoy soltero a mi edad… sí.

-Estoy segura de que la mujer que encuentres será muy feliz contigo. Después de todo, puedes enseñarle cosas que nadie más sabe…

La señorita Longueville le clavó una mirada de fascinación.

-¡Oh, no! ¡Por favor, no me elogies así!

Colbert gesticulaba nerviosamente mientras se quitaba el sudor de su ancha frente. Luego, recuperando la compostura, la miró con ojos serios.

-Señorita Longueville, ¿has oído hablar del Baile de Frigg que se celebra el día de Yule?

-No.

-Bueno, supongo que es porque únicamente llevas dos meses aquí en Tristain. Bueno, no es nada espectacular, sólo una especie de fiesta. Aun así, se dice que una pareja que baile en esta fiesta estará destinada a estar junta o algo así. ¡Aunque es tan sólo una leyenda! ¡Sí!

-¿Y bien?- sonriendo, le impulsó a continuar.

-Bueno… si te parece bien, me preguntaba si bailarías conmigo, sí.

-Me encantaría. Pero aunque los bailes son fabulosos, me gustaría saber más sobre la tesorería ahora mismo. Me fascinan bastante los objetos mágicos, ya sabes.

Queriendo seguir impresionando a la señorita Longueville, Colbert se estrujó los sesos.

Tesorería, tesorería, eso dice ella…

Recordando algo que podría parecerle interesante, se dio un aire importante y empezó a hablar.

-Ah sí, hay una cosa que puedo decirte. Aunque no reviste especial importancia…

-Lo que sea, dilo.

-En efecto, la sala del tesoro es invencible contra ataques mágicos, pero creo que tiene una debilidad fatal.

-Oh, es intrigante.

-La debilidad es… fuerza física.

-¿Fuerza física?

-¡Sí! Por ejemplo, bueno, no es que sea parecido, pero un golem gigante podría…

-¿Un golem gigante?- cortó la Srta. Longueville.

Colbert le mostró su opinión con bastante orgullo a la señorita Longueville. Y una vez dicha, no pudo sino sonreír de satisfacción.

-Eso es muy intrigante, de veras, señor Colbert.





Kirche la Ardiente[edit]

La misma noche del incidente en el que Saito avergonzó a Louise hablando dormido, Louise tiró bruscamente su cama de paja al pasillo.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó Saito.

-Sería una molestia si me colara en tu cama de nuevo, ¿no es así?

Parecía que todavía estaba enojada por lo que pasó antes en clase.

-Pero hace frío fuera de la habitación.

-Bueno, seguramente iré a calentarte en tus sueños- dijo Louise arqueando sus cejas.

Qué chica tan rencorosa. Estaba decidida a hacer dormir a Saito en el pasillo sin importar qué.

Saito cogió su sábana y salió al pasillo. En el momento en que salió de la habitación, la puerta se cerró y se aseguró con un fuerte clic. El viento entraba por la ventana, haciendo que Saito temblara.

Refunfuñando por el viento, se envolvió en su sábana y se acostó en la paja. Sentía el frío del piso de piedra por todo su cuerpo.

Tampoco hay calentadores. Me estoy congelando. ¡Hacerme sufrir de esta manera sólo por un sueño! Saito pateó la puerta de Louise. Y obviamente, no hubo respuesta.

Saito empezó a planear su venganza. Cortarle el elástico de las bragas ya no es suficiente. Mientras se recostaba temblando en su sábana, pensando en cómo se vengaría de esa chiquilla… La puerta de la habitación de Kirche se abrió.

Su salamandra, Flame, se arrastró afuera, con su cola encendida emitiendo un tibio brillo. Los dos se miraron. La salamandra se acercó a Saito, quien inconscientemente empezó a alejarse.

-¿Q-qué haces?

-Kyuru-kyuru- rugió amablemente. Parecía inofensivo antes de que clavara las garras en la manga de Saito, moviendo la cabeza como diciéndole que le siguiera.

-¡Oye, déjame ir! ¡Vas a quemar mi sábana!- dijo Saito al insistente Flame, que lo jalaba con más fuerza.

La habitación de Kirche permanecía abierta. ¿Está intentando arrastrarme hacia allá? Ciertamente era así. No creo que Flame me esté arrastrando porque sí. ¿Qué puede querer Kirche de mí? Saito se rompió la cabeza buscando alguna razón. Tal vez quiere sermonearme por haber discutido con Louise.

Como si estuviera en un trance, Saito entró a la habitación de Kirche.

El cuarto estaba completamente oscuro, excepto por el tibio brillo de Flame. La voz de Kirche ordenó desde la oscuridad:

-Cierra la puerta.

Saito obedeció.

-Bienvenido a mi habitación.

-Está muy oscuro aquí…

Escuchó cómo Kirche chasqueó sus dedos. Comenzando desde la más cercana a él, las lámparas se iluminaron una a una en dirección a Kirche como luces flotando sobre una calle.

Entre el cálido brillo, Kirche se sentó en la cama con una cara de preocupación. Estaba usando ropa interior atractiva, o más bien, ropa interior normal. Una cosa sí es segura: sujetados solamente por su brassier, sus grandes senos eran del tamaño de unos melones.

-No te quedes ahí. Ven acá- arrulló Kirche con la voz más seductora que pudo.

Saito caminó inseguro hacia una Kirche sonriente, como si fuera un sueño.

-Siéntate.

Saito se sentó a su lado como se le ordenó. Su mente estaba llena de imágenes del cuerpo casi desnudo de Kirche.

-¿Q-qué pasa?- preguntó nerviosamente Saito. Kirche solo lo miraba mientras movía suavemente su cabello color rojo encendido. Bajo la pálida luz de la lámpara, la piel morena de Kirche se veía extremadamente erótica, como si quisiera atrapar a Saito.

Kirche dejó escapar un gran suspiro y movió su cabeza con preocupación.

-Debes pensar que soy una miserable y despreciable mujer.

-¿Kirche?

-El que pienses así de mí es inevitable. ¿Entiendes a qué me refiero? El nombre de mis Runas es ‘Ardiente’.

-Ya lo sé.

El escote de su brassier es tan sexy…

-Mi pasión es tan inflamable como la paja… por eso es que te traje aquí de repente. ¿No lo entiendes? ¿No crees que sea algo malo?

-Sí, creo que es muy malo- Saito no estaba seguro de a qué se refería, así que sólo le siguió la corriente. Nunca estuvo con una chica extranjera que le abriera su corazón de esta manera, por lo que estaba nervioso.

-Pero… Estoy segura de que me perdonarás.

Kirche miró a Saito con sus ojos húmedos y llorosos. Cualquier hombre hubiera dejado aflorar sus más primitivos instintos solo con mirar estos ojos.

-¿Pe-perdonar qué?

Kirche sujetó la manó de Saito, envolviéndola con sus tibias palmas y luego acariciándola lentamente con su dedo, enviando una descarga a la columna de Saito.

-El amarte, cariño. Para ti, mi amor es tan repentino.

-Sí, ¡definitivamente es repentino!- la mente de Saito estaba hecha un desastre.

Debe estar bromeando.

En contradicción con lo que él pensaba, la cara de Kirche se veía seria.

-Tu grandeza al derrotar a Guiche es… tan… genial….como un héroe de leyenda. Yo… cuando te vi, supe inmediatamente que estaba enamorada. ¿Puedes creerlo? ¡Me sentí atraída hacia ti así de fácil! ¡Pasión! ¡Oh, esto es amor apasionado!

-¿Pa-pasión, eh?

-El nombre de mis runas, ‘Ardiente’, también es bastante apasionado. ¡He estado escribiendo canciones de amor desde ese día! ¡Canciones de amor! Solo para ti… Saito. Apareces en mis sueños cada noche, así que le dije a Flame que viera cómo estabas… oh, estoy tan avergonzada. ¿Debes pensar lo mismo de mí, no es así? ¡Todo ha sido causado por ti!

Saito sólo se sentó allí, sin poder pronunciar una palabra. Kirche tomó el silencio como aceptación, y lentamente, con los ojos cerrados, acercó sus labios a Saito.


Kirche tomó el silencio como aceptación, y lentamente, con los ojos cerrados, acercó sus labios a Saito.

Qué sexy. Es decir… Louise también es atractiva. Pero cuando estamos hablando de ser sexy, no es rival para Kirche. Aunque Louise es muy linda, sólo que esa parte de ella está muy en el fondo.

Como sea, Saito alejó a Kirche. Porque sintió que algo malo pasaría si no lo hacía. Kirche miró a Saito con sorpresa, como preguntando ‘¿Por qué?’. Saito apartó la vista de su cuerpo.

-Bu-bueno… de lo que dijiste…

-¿Sí?

-Tú… te enamoras muy fácilmente- tartamudeó Saito, hiriendo el punto débil de Kirche. La cara de Kirche se puso roja en un instante.

-Sí… Supongo que tengo más… pasión que otros. No puedo hacer nada. El amor es repentino, y consume mi cuerpo tan rápido…

En ese momento, una voz de afuera de la ventana la interrumpió. Un apuesto hombre miraba hacia dentro con una expresión de indignación.

-Kirche… Vine a buscarte porque no llegaste a tiempo…

-¡Berisson! ¡Entonces nos encontraremos dentro de dos horas!

-¡Eso no fue lo que acordamos!

Estaban en el tercer piso. Parece que este tal Berisson está flotando con algún tipo de hechizo mágico.

Como si nada, Kirche sacó su varita de entre sus senos, y la agitó sin siquiera mirarlo. Flame se apoyó en una lámpara cercana y saltó sobre el caballero que estaba en la ventana como si fuera una serpiente.

-Qué búho tan molesto.

Saito observó todo sorprendido.

-Eh… ¿No escuchaste todo eso, cierto?- preguntó Kirche.

-Eh… ¿quién era ese?

-Sólo un amigo. Eso no importa… ahora mismo, mi amor más profundo y apasionado eres tú, Saito…

Kirche acercó nuevamente sus labios a él. Saito no movió ni un músculo, al mismo tiempo que un deseo irresistible lo invadía. En ese momento, fueron interrumpidos nuevamente.

-¡Kirche! ¿Quién es ese tipo? ¿No ibas a calentar la noche conmigo?

-¡Styx! ¿Qué te parece encontrarnos dentro de cuatro horas?

-¿Quién es ese, Kirche?

El tal Styx se estaba enojando, y estaba a punto de entrar en la habitación, pero Kirche agitó su varita otra vez. Flame volvió a saltar, lo golpeó, y Styx cayó al suelo.

-Supongo que ese también es tu amigo- dijo Saito.

-En vez de ‘amigo’, digamos que es solo alguien de quien he escuchado hablar. Oh, bueno, no quiero malgastar tu tiempo. Quien haya dicho ‘la noche es larga’ no sabía cuan rápido sale el sol

Kirche se acercó nuevamente a Saito. Y de nuevo, un gemido se escuchó desde la ventana. Saito volteó.

Tres hombres miraban hacia dentro, y dijeron la misma cosa al mismo tiempo:

-¡Kirche! ¿Quién demonios es este? ¡Dijiste que no tenías novio!

-¡Manican! ¡Ajax! ¡Gimli!

Oh, vaya… cinco personas completamente diferentes han aparecido. Saito estaba impresionado.

-Bueno… entonces dentro de seis horas- Kirche se movía irritada.

-¡Eso ya es en la mañana!- dijeron los tres al mismo tiempo.

-Flame- dijo Kirche a su salamandra, quien estaba durmiendo en una esquina.

Flame lanzó una llamarada a los tres hombres en la ventana, y cayeron juntos al suelo.

-¿Y esos eran…?

-¿Ellos? Ni siquiera los conozco. Pero, lo más importante, ¡te amo!

Kirche agarró la cara de Saito con sus manos y fue directamente por sus labios.

-N-n-no… n-n-n-n- Saito entró en pánico.

El beso de Kirche no fue desagradable, sino que estaba lleno de pasión. Saito no opuso resistencia cuando lo tumbó en la cama. Pero…

Esta vez fue la puerta. Alguien la abrió a patadas. Saito pensó que era otro tipo. Estaba muy equivocado.

Con su pijama puesta, Louise se quedó de pie y los miró a los dos desde la puerta. Kirche miró ligeramente hacia donde estaba Louise, y mantuvo sus labios firmemente contra los de Saito.

Louise se movió hacia Saito y Kirche con intenciones asesinas, tumbando unas cuantas lámparas en el proceso. Las manos de Louise se movieron más rápido que su boca. Y lo más impresionante fue que sus piernas se movieron más rápido que sus manos.

-¡KIRCHE!- aulló Louise hacia donde estaba ella.

Kirche actuó como si apenas notara su presencia, y se quitó lentamente de encima de Saito, mientras agitaba su varita con indignación.

-¿No ves que estamos ocupados, Vallière?

-¡Zerbst! ¿De quién crees que es el familiar que estás tocando?

Saito estaba perdido. Las cejas café de Louise brillaban con furia.

Kirche levantó las manos sobre su cabeza. Atrapado entre las dos, Saito entró en pánico. Parecía que haber permitido que la situación llegara hasta el punto en que Kirche le besara había enfurecido terriblemente a Louise.

-El amor y el fuego son el destino de la familia Zerbst. Es un destino que arde en nuestros cuerpos. La meta de nuestra vida es abrazar esta llama apasionada. Deberías saberlo- Kirche se encogió de brazos, mientras que Louise temblaba de rabia.

-Ven aquí, Saito- Louise miró a su familiar.

-¿Oh? Louise… sí, él es tu familiar, pero también tiene su propia voluntad, ¿no lo crees? Por favor respeta su elección- dijo Kirche.

-¡E-ella tiene razón! ¡Yo decido con quien estoy!- añadió Saito.

Louise levantó la voz:

-Tú… ¡para mañana serás perseguido con magia por al menos diez nobles! ¿Aceptarás eso?

-Oh, no hay problema con eso. ¿No viste cuán bueno soy en el jardín?

Louise agitó su mano derecha.

-Eh… sí, tus habilidades con la espada son buenas, pero eso no importará cuando sea atacado por bolas de fuego por la espalda y torbellinos por el frente.

-¡No hay problema! ¡Yo lo protegeré!- Kirche miró apasionadamente a Saito.

Pero las palabras de Louise hicieron reflexionar a Saito.

Si esos tipos que estaban en la ventana se enteran de mí, tal vez me atacarían. Kirche no será capaz de tenerme vigilado todo el tiempo, aunque diga que sí lo hará. Eso y además está el que Kirche cambia de opinión a menudo. Se aburrirá de protegerme en un abrir y cerrar de ojos.

Después de reflexionar calmadamente, Saito se levantó.

-¿Ah? ¿Te vas tan rápido?- Kirche miró tristemente a Saito, con su cabello suelto en su espalda, y sus ojos brillantes que parecían llorar. Kirche es una belleza adictiva… si una chica así me presta atención, ¿a quién le importa si me atacan con magia por todas partes?

-¡Esa es la misma táctica que usa siempre! No te dejes engañar por ella- Louise tomó la mano de Saito y se fue.

Al volver a su habitación, cerró la puerta sin decir una palabra, y miró a Saito. Mordiéndose el labio, le dedicó una mirada asesina.

-Justo como un perro callejero en celo…- su voz era temblorosa. Igual que antes, las manos de Louise se movían más rápido que su boca, y sus pies se movían más rápido que sus manos. Parecía que su voz se haría más irregular. La rabia inundó su cara.

-¿Q-qué pasa ahora?

-Casi te consideraba como una persona. Supongo que estaba equivocada.

-Estás bromeando, ¿no?

Sí. ¿Considerarme una persona? Suena como una mentira no importa por dónde lo vea.

-Y le fuiste a mover la cola a esa bruja de Zerbst…- Louise se acercó a la gaveta a buscar algo. Una fusta.

-Se-señorita…- Saito empezó a tartamudear.

-Los perros deben ser tratados como perros. He sido muy suave contigo.

-¿Pero, por qué una fusta?- Saito continuaba mirando la fusta en la mano de Louise. Estaba bien hecha.

-Estoy haciendo mal en usar una fusta para caballos en ti. Tú sólo eres un perro.

-¿Un perro, eh?

Louise empezó a azotarlo. ¡Pish! ¡Pish!

-¡Ouch! ¡Duele! ¡Detente, idiota!

-¿Qué? ¿Por qué esa chica es mejor? ¿Qué tiene ella de bueno?- Louise gritaba y azotaba al mismo tiempo.

Saito vio una oportunidad y aprovechó para sujetar las manos de Louise. Ella forcejeó, pero la fuerza de una chica no era suficiente. Saito la mantuvo sujeta por las muñecas y entonces ella se detuvo.

-¡Ah! ¡Suéltame, idiota!- gruñó Louise.

-¿Estás…?- Saito miró a Louise. Unos ojos café lo miraban.

Si se mira de cerca, es una cara irresistible. Linda. Kirche es una belleza, bastante sexy. Pero Louise es un lienzo vacío. Ni una sola mancha… un lienzo limpio. Si no fuera por su carácter…

No importaba qué dijera Saito, Louise le gustaba mucho más. Su corazón empezó a latir más rápido.

¿Está celosa? ¿Acaso está enamorada de mí?

A los ojos de Saito, el pensar en estas cosas, hace a Louise lucir aún más linda. Considerando todo esto, Saito es tan débil como Kirche en el amor.

-¿Estás celosa? ¿Te gusto?- dijo Saito-. ¿Estabas enojada porque no dormí contigo y me fui a hacer todo eso con Kirche? Oh, no me di cuenta. Lo siento- Saito bajó su cabeza y levantó la barbilla de Louise-. Yo no creo que tú seas mala. Mira, cuando ayudaste a cambiarme los vendajes, fuiste muy…-los hombros de Louise temblaron-. Yo debería esforzarme por ti, después de todo, soy un hombre. Esta noche dormiré contigo, así no tendrás que ir a dormir a mi cama. De repente, el pie derecho de Louise se movió como una ráfaga, y golpeó a Saito justo entre las piernas.

-¡Ah…! ¡Oh…!

Saito cayó de rodillas con su cuerpo cubierto de sudor frío.

Oh…eso dolió. Creo que voy a morir. Eso REALMENTE dolió.

-¿Gustarme? ¿Yo… te hago… qué?-

Louise pisó furiosa la cabeza de Saito.

-¿Fue… fue un malentendido?

-¡Obviamente!-gritó Louise y continuó pisándolo.

-Es-está bien… Estaba equivocado…

Louise se sentó en una silla, cruzando las piernas. Su respiración todavía era irregular. Después de haber torturado a Saito por un rato, su humor parecía haber mejorado un poco.

-Claro… puedes salir con quien elijas. Pero, no importa qué, no puedes salir con esa mujer.

-¿P-por qué?- Saito saltaba de aquí para allá intentando aliviar el dolor.

-Primero, Kirche no es un Tristainiana; ella es una noble de la vecina Germania. Sólo eso hace que salir con ella sea inaceptable. Odio a los Germanianos.

-¿Cómo pretendes que sepa estas cosas?

-Mi familia, Vallière, tiene propiedades en las fronteras de Germania, así que somos los primeros en la línea, si en algún momento hay una guerra con Germania. Y aún peor, justo como nosotros, al otro lado de la frontera, está el lugar de nacimiento de Kirche- Louise apretó los dientes-. Así que básicamente, la familia Zerbst es nuestra enemiga a muerte.

-Y se llaman a sí mismos una familia apasionada.

-Solo son una familia despreciable. ¡El tatarabuelo de Kirche le robó la novia a mi tatarabuelo! Eso fue hace unos 200 años.

-Hace mucho tiempo…

-Además, los Zerbst siempre están difamando a los Vallière. Fue de esa manera que le robaron la novia a mi tatarabuelo.

-Bueno, como sea… así que básicamente, ¿todo esto es porque la familia de Kirche le robó una novia a tu familia?

-No sólo eso. Hemos perdido la cuenta de cuántos miembros de la familia han muerto en las guerras.

-Solo soy un simple y pequeño familiar… no es que valga la pena que me roben.

-¡No! No permitiré que Kirche me robe ni un pájaro. Avergonzaría a mis ancestros si eso llegara a suceder- después de decir esto, Louise se sirvió un vaso de agua, y se lo tomó de un sólo trago-. Ésta es la razón por la que Kirche está prohibida.

-Tus ancestros no tienen nada que ver conmigo.

-¡Claro que sí! Eres mi familiar, ¿cierto? Mientras comas gracias a la familia Vallière, seguirás mis órdenes.

-Familiar esto, familiar aquello…- Saito miró disgustado a Louise.

-¿Tienes algún problema con eso?

-No, porque no puedo vivir si no hago lo que dices, así que tendré que vivir con eso…- Saito puso mala cara y se sentó en el suelo de golpe.

-Y creo que debes agradecerme.

-¿Agradecerte por qué?

-Si la gente se entera de que un plebeyo es el novio de Kirche, ¿crees que sobrevivirás?

Saito recordó a los hombres a los que Kirche les lanzó a Flame… Si ese hubiera sido yo… ¿cómo me habría sentido? Saito también recordó su pelea con Guiche y sintió un escalofrío.

-Louise.

-¿Qué?

-Dame una espada.

Saito quería protegerse.

-¿No tienes una?

-¿Cómo voy a tener una? La que usé la última vez era de Guiche. Louise cruzó los brazos.

-¿Eres un espadachín?

-No… Nunca había tocado una espada en mi vida.

-Pero te ves muy natural con ella durante la pelea.

-Pero aún así…

-Hmmm…- Louise se concentró en sus pensamientos.

-¿Qué?

-He oído que los familiares obtienen poderes especiales cuando hacen el contrato.

-¿Poderes especiales?

-Sí… como cuando un gato negro se vuelve un familiar…- Louise levantó el dedo y explicó-. Y obtiene la habilidad de hablar con la gente.

-Pero no soy un gato.

-Ya lo sé. El asunto es… que nadie ha escuchado hablar de un familiar humano, así que no es imposible que puedas tomar una espada y usarla como si fuera natural.

No sólo la usé como si fuera natural. Mi cuerpo se sintió ligero y rápido como una pluma. Además, las estatuas de Guiche estaban hechas de bronce. No hay forma de que se pueda cortar metal tan fácilmente, no importa si eres un espadachín muy talentoso.

-Si crees que es algo tan increíble, deberíamos ir a preguntar a la Academia de Tristain.

-¿Academia?

-Sí. Es la agencia de investigación de magia de la Corte Real.

-¿Qué me harían para investigar?

-Ah… muchos tipos de experimentos. Como… autopsias.

-No lo dices en serio…- Saito se levantó.

¿Experimentación en humanos? ¡No, gracias!

-Si no te gusta la idea, entonces deja de andar hablando de cómo aprendiste a usar la espada como un experto en un instante sin ninguna razón.

-Entiendo. Me puedo callar eso- asintió Saito con miedo.

-Ah… Ahora entiendo…- dijo triunfante Louise, como si hubiera entendido algo.

-¿Entender qué?

-Te compraré una espada.

-¿Sí?

Bueno, eso fue repentino. Louise siempre es tan tacaña.

-Si Kirche se ha fijado en ti, no importa cuántas vidas tengas, no te alcanzarán. Nos ganamos esto nosotros mismos, así que tendremos que encargarnos de arreglarlo- dijo Louise débilmente.

-Qué extraño…

-¿Qué?- Louise miró a Saito.

-Pensé que eras una tacaña. Hasta ahorrabas en mi comida.

-No puedo dejar que un familiar se acostumbre a los lujos. Es fuente de malos hábitos. Si es absolutamente necesario, te la compraré. Y no soy una tacaña- añadió Louise orgullosamente.

-¿Qué?

-Ahora que lo entendiste, ve a dormir. Mañana es el Día del Vacio, así que te llevaré a comprar.

Oh… así que este mundo también tiene domingos, pensó Saito mientras caminaba hacia el pasillo.

-¿Adónde vas?- le gritó Louise.

-¿Cómo que a dónde? Al pasillo.

-Está bien. Puedes dormir en mi habitación. Será problemático si Kirche te atrapa de nuevo.

Saito miró a Louise.

-Así que realmente estás…

Louise estaba a punto de coger otra vez la fusta cuando Saito se detuvo, se acostó en su cama de paja y se arropó con su sábana. Observó las inscripciones en su mano izquierda.

Al iluminarse, estas cosas me ayudaron a derrotar a Guiche, hicieron que Kirche se volviera loca por mí e hicieron que Louise me comprara una espada. ¿Qué más me traerán?

Mientras reflexionaba, el sueño lo atacó.

Qué día tan largo…

Mientras pensaba esto, Saito cayó rendido.





El Vendedor de Armas de Tristain[edit]

Kirche se despertó antes del mediodía. Hoy es el Día del Vacio, pensó. Miró a su ventana y descubrió que no había cristal, y que había marcas de fuego alrededor del marco. Aún somnolienta, se quedó mirando un segundo antes de recordar lo que sucedió la noche pasada.

-Cierto… vino mucha gente, y los mandé a freír espárragos.

Dejó de preocuparse de su ventana tras eso. Se levantó y empezó a maquillarse, mientras pensaba animada cómo debería seducir a Saito hoy. Kirche era una cazadora nata.

Cuando acabe, iré y llamaré a la habitación de Louise. Apoyaré mi mejilla en una mano, ocultando mi sonrisa. Saito abrirá la puerta, y le abrazaré y besaré en cuanto pueda. Oh… ¿qué hará Louise ante eso…?, pensó Kirche. Y después… podría intentar guiarle fuera de la habitación, y quizás se acerque él a mí. El pensamiento de un posible rechazo no pasó por su mente.

Sin pensarlo dos veces, usó un hechizo de apertura en la puerta de Louise, y fue recompensada con un clic. En realidad, los hechizos de apertura estaban prohibidos en la academia, pero a Kirche no le importaba. “Pasión por encima de todo” era el lema de su casa.

Pero la habitación estaba vacía. Ninguno de los dos estaba.

Kirche curioseó la habitación.

-Siempre igual… una habitación sin gusto.

La mochila de Louise no estaba tampoco. Sumándole el hecho de que era el Día del vacio significaba que habían ido a algún sitio. Kirche miró por la ventana y vio a dos personas montadas a caballo, listas para irse; eran Saito y Louise.

-¿Qué? ¿De excursión, eh?- murmuró Kirche molesta.

Tras pensar un momento, salió corriendo de la habitación de Louise.



Tabitha estaba en su habitación, navegando entre su mar de libros. Debajo de su pelo azulado y de sus gafas había brillantes ojos azules que relucían como el océano.

Tabitha en realidad era cuatro o cinco años maor de lo que aparentaba. Era incluso más pequeña que la ya de por sí pequeña Louise, y su cuerpo era bastante delgado. Una chica que no le importaba lo que la gente pensara de ella.

Tabitha amaba los Días del vacio. Era cuando podía sumergirse en sus mundos favoritos. A sus ojos, el resto de gente eran intrusos en su pequeño mundo, lo que le daba un sentimiento de melancolía.

No pasó mucho tiempo antes de que alguien llamara fuertemente a su puerta. Sin levantarse, Tabitha se limitó a coger y mover su bastón, más alto que ella. Realizó un “Hechizo de Tranquilidad”, un hechizo de viento. Tabitha era una maga con afinidad de viento. El “Hechizo de Tranquilidad” taponó esos ruidos molestos. Satisfecha, volvió a su lectura, sin mover un ápice el rostro en todo el proceso.

Entonces alguien forzó la puerta a abrirse. Dándose cuenta, Tabitha movió sus ojos del libro. Era Kirche.

Comenzó a balbucear algo, pero con la magia del silencio, ninguna de sus palabras llegó hasta Tabitha. Kirche apartó el libro de Tabitha, y cogió a la pequeña lectora por los hombros para hacer que la mirara. Tabitha miró fijamente a Kirche, con una expresión llana en la cara. Aún así, uno podía darse cuenta de que no era una mirada de bienvenida.

Pero Kirche era la amiga de Tabitha. Si hubiera sido otro, le habría hecho volar por los aires con un ciclón. Sin alternativa, Tabitha canceló su magia. Como si un candado se hubiese abierto, la voz de Kirche emergió al instante.

-¡Tabitha! ¡Prepárate, nos vamos!

Tabitha le explicó suavemente a su amiga:

-Día del Vacio.

Esa explicación era suficiente para Tabitha, que intentaba recobrar el libro de las garras de Kirche. Kirche se incorporó y levantó el libro en el aire, alejando con la diferencia de altura el libro de Tabitha.

-Sí, ya sé qué importancia tienen los Días del Vacio para ti. ¡Pero ahora no es tiempo de hablar! ¡Estoy enamorada! ¡Es amor! ¿Lo entiendes?

Tabitha no lo entendía, y movió su cabeza. Kirche era impulsiva, pero Tabitha era una pensadora tímida y tranquila. Uno no puede más que preguntarse cómo gente tan opuesta son buenas amigas.

-Vale... no te moverás hasta que te lo explique. Repito… ¡ESTOY ENAMORADA! ¡Pero el chico va a irse por ahí con esa pesada de Louise hoy! ¡Quiero seguirlos y averiguar adonde van! ¿Lo entiendes ya?

Tabitha seguía sin entenderlo, porque aún no sabía qué tenía ella que ver en todo eso.

-¡Acaban de irse! ¡A caballo! No puedo alcanzarles sin tu familiar, ¿sabes? ¡Échame una mano, por favor!- empezó a llorar Kirche.

Tabitha por fin asintió. Así que es por eso... necesitas mi familiar para alcanzarlos.

-Oh, muchísimas gracias… así que… ¡deprisita!

Tabitha asintió de nuevo. Kirche era su amiga, y no podía hacer nada si sus amigas acudían a ella para problemas que no podían ser resueltos sin ella. Era un poco molesto, pero no había elección. Abrió su ventana y empezó a silbar.

El silbido invadió el cielo azul por un momento. Después saltó por la ventana. Aquellos que no la conocieran lo encontrarían raro, o alarmante.

Kirche siguió de cerca de Tabitha y saltó a su vez por la ventana sin pensárselo. Sólo un apunte: la habitación de Tabitha estaba en el quinto piso. Normalmente olvida salir por la puerta cuando va hacia afuera, puesto que saltar por la ventana es mucho más rápido.

Alas fuertes y anchas se abrieron en el viento. Después, un dragón de viento voló y cazó al vuelo a sus dos pasajeras.

-¡Tu Sylphid es increíble, no importa las veces que lo mire!

“¡Tu Sylphid es increíble, no importa las veces que lo mire!”

Kirche se agarró a una escama saliente y suspiró de admiración. Así era, el familiar de Tabitha era un pequeño dragón de viento.

El dragón, que fue nombrado así por Tabitha, cogió rápida y espectacularmente la corriente de aire ascendente alrededor de la torre y subió a los doscientos metros de altura en un abrir y cerrar de ojos.

-¿Dónde?- preguntó Tabitha secamente a Kirche.

-No lo sé…- gritó Kirche al instante-. Estaba en pleno ataque de pánico.

A Tabitha no le importó y ordenó a su dragón de viento:

-Dos personas. A caballo. No te los comas.

Su dragón emitió un pequeño gruñido como muestra de entendimiento. Sus escamas azules brillaron y sus alas batieron con fuerza el viento. Voló alto, oteando el suelo en busca de un caballo; tarea sencilla para un dragón de viento.

Satisfecha de que su familiar cumpliese, Tabitha robó el libro de las manos de Kirche, se recostó contra el dragón, y volvió a la lectura.



Mientras tanto, Saito y Louise caminaban despacio por las calles de la ciudad de Tristain, habiendo dejado el caballo prestado en los establos de las puertas de la ciudad.

Los costados de Saito dolían cruelmente. Era la primera vez que montaba a caballo, después de todo.

-Me duelen los riñones…- se quejaba, caminando lentamente.

Louise frunció el entrecejo mientras miraba a Saito.

-Inútil. ¿Nunca habías montado a caballo? Los plebeyos no sois más que...

-Y tú eres una pesada. ¡Hemos estado encima de esa cosa durante tres horas!

-Bueno… no podemos venir andando, ¿no?

A pesar del dolor, Saito miraba alrededor con curiosidad. Calles de adoquín blanco… ni que fuera un parque de atracciones. Comparado a la Academia, había bastante más gente vestida normal aquí. A los lados de las calles vendedores ofrecían fruta y carne.

El amor de Saito por los sitios exóticos se manifestó por un momento. Pero era un mundo extraño. Había gente caminando pausadamente y gente corriendo frenéticamente. Hombres y mujeres de todas las edades caminaban por las calles.

Esto no era ninguna diferencia respecto al mundo de Saito, aunque las calles eran más estrechas.

-Estamos un poquito apretados…

-¿Apretados? Es una calle realmente ancha.

-¿Ancho, esto?

Ni siquiera son 50 metros.

Con toda aquella gente caminando, cada paso era incómodo.

-La calle Brudan, la avenida más ancha de Tristain. El palacio está justo delante- señaló Louise.

-Al palacio, pues.

-¿Por qué hemos de ir a visitar a Su Majestad, la Reina?

-Quiero pedirle que me aumente mi ración de comida.

Louise se rió.

Las calles estaban llenas de tiendas. Saito, lleno de curiosidad, no podía apartar sus ojos de ellas. Cuando se fijó en un extraño sapo metido en un tarro que tenía un vendedor, Louise le agarró de la oreja.

-Eh, no vayas por rincones. Hay muchos ladrones y bandidos aquí. Estás cuidando mi monedero en tu chaqueta, ¿verdad?

Louise había dicho que los monederos debían ser llevados por los sirvientes, y sin piedad le puso ese cometido a Saito. El monedero estaba pesadamente lleno de monedas doradas.

-Que sí… que sí... con mucha atención. ¿Pero cómo puede alguien robar algo tan pesado?

-Con magia se puede hacer en un segundo.

Pero nadie alrededor parecía un mago. Saito aprendió cómo distinguir los magos de los plebeyos en la Academia. Los magos siempre llevaban capas, y tenían un andar arrogante. Según Louise, era la forma de caminar de un noble.

-¿No son todos plebeyos?

-Por supuesto. Los nobles son sólo un diez por ciento de la población, y no suelen pasearse entre barriadas como estas.

-¿Por qué robarían los nobles?

-Todos los nobles son magos, pero no todos los magos son nobles. Si por cualquier razón un noble es desheredado de su familia, se quitase su apellido por voluntad propia, cambiara de estatus para ser un mercenario o criminal… ¡Eh! ¿Me estás escuchando?

Saito no escuchaba. Estaba demasiado fascinado por las señales de la calle.

-¿Qué significa ese símbolo de botella?

-Taberna.

-¿Y qué dice en esa señal con la gran cruz?

-Es un centro de reclutamiento para guardias.

Saito se detenía en cada símbolo extraño, y Louise tenía que cogerle de la muñeca para hacerle andar.

-Vale, vale, de acuerdo, no tengas tanta prisa. ¿Dónde está la tienda del herrero?

-Por aquí. Pero no sólo venden espadas.

Louise se metió en una calle más estrecha aún. Un olor asqueroso, proveniente de basura y otros desechos del suelo, invadió sus narices.

-Qué asco da esto.

-Te dije que los nobles no venían muy a menudo.

Al cuarto cruce, Louise se detuvo y miró alrededor.

-Debería estar cerca de la Tienda de Pociones de Peyman… recuerdo que era por aquí- vio una señal de bronce y gritó alegremente-. ¡Ah! ¡Lo encontré!

Una señal con forma de espada bailaba debajo. Parecía que este era la tienda del comerciante de armas. Louise y Saito subieron las escaleras empedradas, abrieron la puerta y entraron.

A pesar de que hacía una brillante mañana, la tienda estaba algo oscura dentro. Una lámpara de gas iluminaba la estancia. Las paredes y estanterías estaban llenas de armas sin ordenar. Una detallada armadura decoraba el lugar.

Un hombre cincuentón y fumador miró a Louise sospechosamente. Al menos hasta que vio el pentagrama en su botón dorado, que fue cuando habló.

-Mi señora… mi noble señora… ¡todos mis bienes son reales y a precios razonables! ¡No hay nada criminal aquí!

-Seré tu cliente.

-Oh… qué raro... ¡una noble comprando una espada! Bastante extraño.

-¿Y eso por qué?

-Bueno… los sacerdotes empuñan bastones sagrados; los soldados espadas; y los nobles, varitas. ¿No es esa la regla?

-Oh, no la voy a usar yo. Lo hará mi familiar.

-Ah… ¿un familiar que puede usar una espada, eh?- habló el vendedor con voz curiosa y miró a Saito-. ¿Así que este señorito de aquí es su familiar?

Louise asintió.

Mientras, Saito estaba abstraído por la vasta colección de espadas, gritando periódicamente cosas como ‘¡Guau!’o ‘¡Ésta es impresionante!’.

Louise ignoró a Saito y continuó:

-No sé mucho sobre espadas, así que, por favor, enséñame algo que sea razonable. El vendedor caminó alegremente al almacén, murmurando en silencio algo como ‘oh, esto es perfecto: puedo subir los precios’ y poco después apareció con una espada larga de un metro de longitud.

Era una espada ricamente decorada. Parecía que podía blandirse con una sola mano. Tenía incluso una guarda en la pequeña empuñadura.

El vendedor habló entonces como si hubiera recordado algo:

-Hablando de eso, parece que los nobles dejan a sus sirvientes llevar espadas últimamente. La última vez que alguno pasó por aquí, escogió de este tipo. Ya veo… una espada brillante y reluciente. Perfecta para un noble, pensó Louise.

-¿Esa es la moda?- preguntó Louise.

El vendedor asintió convencido.

-Así es. Parece que ha habido un incremento de delincuencia en las calles de Tristain últimamente…

-¿Delincuencia?

-Sí. Un mago ladrón que se hace llamar ‘Fouquet la Tierra Desmoronadora’. Y he oído que ha robado muchos tesoros de los nobles. Esos nobles están muy perturbados, y por eso están armando a sus sirvientes con espadas.

Louise no tenía interés en bandidos, y se concentró en la espada. Parecía algo que se fuera a romper al instante. Saito había usado una espada mucho más grande la última vez.

-Preferiría algo más grande y más ancho.

-Mi señora, por favor, perdone mi franqueza. Las espadas y las personas tienen personalidad, igual que los hombres y las mujeres. Me parece que esta espada le queda muy bien al familiar de mi noble señora.

-¿No acabo de decir que quiero algo más grande y más ancho?- dijo Louise, bajando impacientemente la cabeza.

El vendedor entró de nuevo, musitando en silencio ‘oh, la alcurnia’. Tras un rato, volvió trayendo en una mano la nueva espada envuelta en un trapo aceitoso.

-¿Qué hay de esta?

Era una espléndida espada ancha de metro y medio de largo. La empuñadura estaba hecha para llevar a dos manos y estaba repleta de joyería. El filo, que parecía un espejo, reflejaba una luz irresistible. Cualquiera que la mirase diría que era una espada afilada.

-Esto es lo mejor que tengo. Mejor que para nobles, debería decir que es algo que los nobles desearían llevar en sus cintos, pero eso queda reservado para los hombres muy fuertes. Si no, llevarla a la espalda no está tan mal.

Saito caminó despacio, sus ojos fijos en la espada.

-Increíble. Esa espada parece poderosa- Saito la quiso instantáneamente. Era una espada magnífica, sin importar la forma en que la mirase. Supongo que esta está bien, pensó Louise, viendo la satisfacción de Saito.

-¿Cuánto está?- preguntó.

-Bueno… fue hecha por el famoso alquimista Germaniano Lord Shupei. Puede cortar el metal como mantequilla por la magia imbuida en ella. ¿Ve esta inscripción?- el vendedor señaló orgulloso las palabras de la empuñadura-. No encontrará nada parecido y más barato.

-Bueno… soy una noble- Louise levantó la barbilla.

Ante eso, el vendedor dijo el precio secamente:

-Solamente tres mil nuevos oros.

-¿Qué? ¡Te puedes comprar una casa de veraneo con jardín por ese precio!- dijo Louise, incrédula.

Saito, que no tenía ni idea del valor de la moneda, tan sólo miraba.

-Una espada famosa vale tanto como un castillo, mi señora. Una casa de veraneo es bastante barata comparada con esto.

-Sólo he traído 100 nuevos oros…- pidió Louise. Siendo noble, no tenía habilidad para regatear, y cometió el error de decir el contenido de su monedero.

El vendedor movió la mano con desdén.

-Venga ya… incluso las espadas normales valen como mínimo doscientos nuevos oros.

La cara de Louise se volvió roja. No sabía que las espadas costasen tanto.

-¿Qué… no podemos comprar esta?- dijo Saito en tono molesto.

-No... Tendremos que ir a por algo más asequible.

-Los nobles son tan arrogantes, y ahora…- murmuró Saito.

Louise le clavó la mirada.

-¿Tienes idea de lo que cuestan las pociones? Porque alguien estuvo gravemente herido…

-Lo siento- Saito agachó la cabeza con vergüenza.

Acariciaba la espada, contrariado.

-Pero me gusta esta espada…-dijo.

En ese momento, una voz masculina y grave salió de una montaña de espadas desordenadas:

-¡No seas tan orgulloso, chico!

Louise y Saito miraron hacia el sonido. El vendedor se llevó las manos a la cabeza.

-¿Por qué no te miras a ti mismo?- continuó la voz-. ¿Tú? ¿Llevar esa espada? No me hagas reír. ¡A ti sólo te valdría un palo!

-¿Qué acabas de decir?- preguntó Saito. No se tomó ese insulto a la ligera, pero no había ningún ser en la dirección del sonido con el que enfadarse. Sólo había una montaña de espadas.

-Si lo has entendido, vete a casa. ¡Sí, tú! ¡La chica noble de allí!

-¡Qué maleducado!

Saito se acercó al sonido lentamente.

-Pero si aquí no hay nadie…

-¿Tienes los ojos para decorar solamente?- rió la voz.

Saito miró detrás de él. ¿Qué? Es una espada la que está diciendo eso. Provenía de una espada dañada y oxidada.

-¡Una espada que habla!- exclamó Saito.

El vendedor gritó súbitamente enfadado:

-¡Derf! ¡No les digas esas cosas a mis clientes!

-¿Derf?- Saito inspeccionó cuidadosamente la espada. Era del mismo tamaño que aquella gran espada, aunque su filo era algo menos ancho. Era una espada larga fina, pero su superficie estaba cubierta de óxido y no se podía decir que estaba bien hecha.

-¿Cliente? ¿Un cliente que no puede llevar una espada? ¿Me tomas el pelo?

-¿Podría ser... que esta fuera una espada sensible?- preguntó Louise.

-Así es, señora. Es una espada sensible, mágica, inteligente. Me pregunto qué clase de mago pudo haber hecho hablar a una espada… pero tiene una lengua podrida, siempre discute con mis clientes. ¡Eh, Derf! ¡Sigue así de insolente y le pediré a esta noble que te funda!

-¡Me parece bien! ¡Me gustaría verte intentarlo! Estoy algo cansado de este mundo. ¡Me encantaría ser fundido!

-¡Vale! ¡Te fundiré!- el vendedor se acercó, pero Saito le detuvo.

-Menudo gasto… ¿no es una espada parlante algo importante?- Saito se volvió hacia ella-. ¿Te llamas Derf, no?

-¡No! ¡Soy Lord Derflinger! ¡Recuérdalo!

-Igual que una persona, hasta tiene un nombre- murmuró Saito-. Mi nombre es Saito Hiraga. Encantado de conocerte.

La espada se calló, y parecía observar de cerca de Saito. Después de un momento, habló con voz queda:

-Así que has venido… ¿Eres un portador?

-¿Un portador?

-¿Qué? Ni siquiera conoces tus propios poderes, ¿eh? Menudo chico… ¡oh, bueno! Cómprame, amigo mío.

-De acuerdo. Te compraré- dijo Saito. La espada se volvió a callar-. Louise, me llevaré esto.

-¿Quieres esta cosa?- dijo Louise con cara de pocos amigos-. ¿No puedes elegir alguna otra cosa más bonita y que no hable?

-¿No te gusta? Yo creo que una espada parlante se ve bien.

-Ya veo… por eso no me gusta a mí- se quejó Louise. Pero no tenía dinero para nada más, así que le preguntó al vendedor-. ¿Cuánto por esta?

-Eh… Cien está bien.

-¿No es algo barato?

-¿Por esa? Os la dejo barata- añadió, moviendo su mano con asco.

Saito sacó la cartera de Louise del bolsillo de su chaqueta y vació su contenido en el mostrador. Una por una, monedas de oro cayeron a la superficie de madera. Después de contar con cuidado, el vendedor finalmente asintió.

-¡Gracias por la compra!- dijo, mientras metía la espada en su vaina y se la daba a Saito-. Si se pone muy ruidosa, vuelve a meterla en la funda, así se callará.

Saito asintió, y recibió a Derflinger.



Dos siluetas miraban a Louise y Saito en la tienda de armas. Kirche y Tabitha. Kirche vigilaba desde las sombras de la calle, mordiéndose con fuerza el labio.

-Louise la Zero… intentando calentar tu relación con Saito comprándole una espada, ¿eh? ¿Sobornándole con regalos después de saber que él es mi presa? ¿Qué se habrá creído?

Kirche golpeó con ira el suelo. Tabitha, habiendo acabado su trabajo, estaba leyendo como siempre. Sylphid planeaba en el cielo sobre ellas. Los habían seguido poco después de haberlos encontrado.

Kirche esperó a que la pareja se alejase, y corrió al interior de la tienda. El vendedor miraba a Kirche sin poder creer a sus ojos.

-¿Otro noble? ¿Qué diablos pasa hoy?

-Hola, jefe…- Kirche jugó con su pelo, con una sonrisa encantadora en sus labios.

La cara del vendedor se volvió de un rojo brillante ante la repentina seducción.

-¿Sabrías por casualidad qué ha comprado hace poco esa noble?

-Una e-espada… compró una espada.

-Ya veo… así que le ha conseguido una espada… ¿Qué tipo de espada?

-Una s-sucia y oxidada.

-¿Oxidada? ¿Por qué?

-No tenía suficiente dinero.

Kirche rió, con la mano en su mejilla.

-¡Está en bancarrota!- dijo Kirche en tono triunfante para sus adentros-. ¡Vallière! ¡La casa de tu Duque llorará por esto!

-¿Ah? ¿Acaso mi señora ha venido también a comprar una espada?- el vendedor se puso al acecho, no queriendo perder la oportunidad.

Esta noble parece rica comparada con la pequeñita, pensó inmediatamente.

-Sí… Enséñame la mejor.

El hombre entró, frotándose las manos, excitado. Volvió, naturalmente, con la espada que le acababa de enseñar a Saito.

-Ah… ¡una espada muy bien hecha!

-Tiene buen ojo, señora. Aquella noble de antes tenía un sirviente que la quería, pero era demasiado para ellos.

-¿Ah, sí?- preguntó Kirche. ¿El sirviente de la noble? ¡Es la que quiere Saito!

-Por supuesto… Fue hecha por el famoso alquimista Germaniano Lord Shupei. Puede cortar el metal como mantequilla por la magia imbuida en ella. ¿Ve esta inscripción?- el vendedor repitió el mismo cuento.

Kirche asintió.

-¿Cuánto?

El vendedor pidió más, viendo que Kirche era bastante más rica.

-Esto… en nuevos oros, cuatro mil quinientos.

-Hmmm… es un poquitín caro- se quejó Kirche.

-Bueno… las mejores espadas necesitan que se pague su valor, ¿sabe?

Kirche pensó durante un instante, moviendo su cuerpo hacia el vendedor.

-Jefe… ¿no es eso un poquitín caro?

Al ser acariciado en la garganta, el hombre perdió momentáneamente el aliento. Su mente fue sacudida por la tentación.

-Eh… pero… las mejores espadas…

Kirche se sentó en el mostrador, subiendo su muslo izquierdo.

-¿No es el precio algo elevado?- levantó despacio su pie izquierdo hasta posarlo en el mostrador. Los ojos del mercader se dirigieron irresistiblemente a sus muslos.

-E-Es posible… entonces… cuatro mil nuevos oros…

Kirche subió aún más su muslo, de modo que él casi podía ver entre ellas.

-Ah… no, no, no, tres mil está bien…

-¡Uf, qué calor hace…!- ignoró Kirche, y señaló los botones de su camisa-. Tengo mucho calor. Ayúdame a quitarme la camisa por favor…- le lanzó su mirada más irresistible.

-Ah... Me he equivocado, me he equivocado... ¡Dos mil quinientos!

Kirche se quitó un botón, y miró al vendedor.

-¡Mil ochocientos! ¡Mil ochocientos está bien!

Otro botón, enseñando el canalillo. Le volvió a mirar.

-¡Eh, mil seiscientos bastarán!

Kirche se detuvo con sus botones y giró su atención a su falda, subiéndola muy poquito. El hombre parecía no poder soportarlo.

-¿Qué tal por mil?- sugirió ella, levantándose la falda, lentamente, un poco más. El hombre estaba a punto de hiperventilarse.

Y de repente ella se detuvo. Su agitada respiración se volvió un quejido triste.

-Oh… oh…- Kirche se incorporó, y volvió a pedir-. ¿Mil?

-¡Oh! ¡Mil está bien!

Kirche se bajó del mostrador, escribió rápidamente un cheque y lo plantó en la repisa.

-¡Vendida!- dijo contenta. Cogió la espada y salió de la tienda, dejando al mercader mirando al cheque.

Después de un momento, volvió en sí de repente, agarrándose la cabeza.

-¡MALDITA SEA! ¿HE VENDIDO ESA PRECIOSIDAD POR SÓLO MIL?

Sacó una botella de licor de un cajón.

-Oh... ya está bien por hoy...





Fouquet la Tierra Desmoronadora[edit]

En Tristain, había un mago ladrón que se hacía llamar “la Tierra Desmoronadora”, quien mantenía temerosos a todos los nobles del país. Su nombre completo era Fouquet la Tierra Desmoronadora.

Cuando Fouquet escuchó que un noble en el Norte tenía una corona enjoyada, fue hasta allá a robársela. Cuando Fouquet escuchó que un noble en el Sur tenía como tesoro familiar un báculo que le regaló el rey; Fouquet se abrió paso a través de las paredes para robarlo. En el Este, ninguno de los mejores anillos de perlas hechos por los artesanos de las Islas Blancas quedaban ya en ninguna mansión. Fouquet también se apoderó de una invaluable botella de vino añejo de una bodega en el Oeste. Fouquet estaba en todas partes.

Las tácticas de Fouquet iban desde la infiltración sigilosa hasta la entrada forzada. El banco nacional fue atacado en plena luz del día, y algunas casas habían sido silenciosamente frecuentadas en la profundidad de la noche. En cualquier caso, las tácticas de Fouquet dejaban a la guardia de magos reales por el suelo.

A Fouquet se le identificaba únicamente por el uso de la alquimia para entrar en las habitaciones que asaltaba, convirtiendo las puertas y paredes en tierra y arena, para luego proceder a entrar a través de las paredes agujereadas. Los nobles no eran estúpidos, obviamente, habían intentado “solidificar” todo alrededor de sus tesoros en un intento de detener la alquimia. Pero la magia de Fouquet era demasiado fuerte, lo anulaba todo, fortificado o no, convirtiéndolo en arena.

Si Fouquet decidiera entrar a la fuerza, lo hacía haciendo uso de un golem de tierra de treinta metros de alto. Echando guardias de lado a lado y despedazando las paredes del castillo, le permitía a Fouquet tomar tesoros a plena luz del día.

Nadie había visto nunca a Fouquet de cerca. Nadie sabía ni siquiera si Fouquet era hombre o mujer. Todo lo que sabían era que Fouquet era un mago de tierra de, por lo menos. Clase Triángulo. También sabían que Fouquet dejaba notas insultantes, como “Tengo tu tesoro –Fouquet de la Tierra Desmoronadora” en cada escena de robo; y que Fouquet prefería los tesoros y artefactos de gran poder mágico.


+++


Dos inmensas lunas iluminaban las paredes fuera del quinto piso de la Academia de Magia, donde se encontraba el cuarto de tesoros. La luz estiraba una sombra que se encontraba de pie contra las paredes. Fouquet de la Tierra Desmoronadora.

El largo y verde cabello de Fouquet se movía con el viento, y Fouquet estaba ahí de pie, mostrando la figura que llena de miedo a todos los nobles del país. Presionando un pie contra la pared, Fouquet sintió su fuerza y no pudo evitar sentir admiracion.

Presionando un pie contra la pared, Fouquet sintió su fuerza y no pudo evitar sentir admiracion.

La torre principal de la Academia es tan resistente como parece… ¿acaso sólo los ataques físicos son su única debilidad? No puedo atravesar algo tan grueso sin atraer la atención.

No era difícil para un experto en magia de tierra como Fouquet el averiguar el grosor de una pared solamente con sus pies, pero romperla era una cosa completamente diferente.

Parece que sólo utilizaron hechizos de endurecimiento en ella, pero no puedo ni romperla con un golem. Tiene un hechizo muy fuerte… mi alquimia no le afectará mucho.

-Maldición… y ya he llegado tan lejos- Fouquet apretó los dientes con frustración-. No dejaré el Báculo de la Destrucción, pase lo que pase-. Fouquet cruzó los brazos y empezó a concentrarse.


+++


Al mismo tiempo que Fouquet pensaba molesto en la pared, la habitación de Louise estaba hecha un caos. Louise y Kirche se miraban la una a la otra con ira, mientras Saito, en su cama de paja, inspeccionaba emocionado la espada que Kirche le acababa de regalar. Tabitha leía indiferente un libro en la cama de Louise.

-¿Qué quiere decir esto, Zerbst?- dijo Louise con las manos en la cintura. Miró a su rival.

Kirche observaba a Saito con admiración.

-Ya te lo dije. Conseguí lo que Saito quería, así que vine a dárselo.

-Ah, es una pena. Ya le conseguí un arma a mi familiar. ¿Cierto, Saito?

Por su parte, Saito no podía soltar el regalo de Kirche. Desenvainó la espada y la miró fijamente. Cuando sostuvo una espada, las inscripciones en su mano izquierda brillaron y su cuerpo se hizo tan ligero como una pluma. Quería moverla, pero estaba dentro de la habitación. Todavía no podía entender qué era lo que pasaba con su mano izquierda. Todo lo que sabía es que brilló cuando sostuvo una espada.

Pero todo lo que importaba en este momento era la hermosamente decorada espada.

-Esto es increíble… Esta me gusta más… ¡y brilla!

Louise lo pateó.

-¿Qué haces?- gritó Saito.

-Devuélvelo. ¿Ya no tienes tu espada parlante?

-Hmmm… es verdad… Es interesante que una espada pueda hablar, pero aún así…

Está tan oxidada y vieja, y también rota. Si un espadachín usa algo, debe ser brillante y buena, ¿cierto? Además, Kirche me la dio sin pedir nada a cambio…

-¡Las palabras del celoso son poco educadas, Vallière!- presumió Kirche triunfante.

-¿Celoso? ¿Quién está celoso?

-¿No lo estás? Yo, Kirche, conseguí fácilmente la espada deseada por Saito y se la di como un regalo. No puedes decir que no estás celosa, ¿no es así?

-¿Celosa? ¡Ni hablar! Dejando eso de lado, ¡no aceptaré ni siquiera un pequeño gesto de generosidad de una Zerbst! ¡Y punto!

Kirche miró a Saito, quien miraba de mala gana la espada decorada en las manos de Louise.

-¿Lo ves? Saito ama esta espada, ¿entiendes? ¡Esta espada fue creada por el alquimista de Germania, Lord Shupei!- Kirche miró seductivamente a Saito-. Escucha un segundo… ¡todo lo que es bueno en este mundo, desde espadas hasta mujeres, sólo puede venir de Germania! ¡Las mujeres de Tristain, como Louise, son todas extremadamente celosas, impacientes, tacañas y relamidas, y nada las puede cambiar!

Louise miró mal a Kirche.

-¿Qué?- rió Kirche-. Sólo estoy diciendo la verdad.

-Oh… qué divertido. ¡Mujeres como tú son unas idiotas que sólo piensan en el amor! ¿Te metiste con tantos tipos allá en Germania, y como nadie confiaba en ti, terminaste huyendo hasta aquí, a Tristain?- preguntó Louise, con una risa fría e intransigente, intercalada con temblores producto de su enojo.

-Tienes agallas, Vallière…- el rostro de Kirche se oscureció.

-¿Qué? Sólo estoy diciendo la verdad- añadió Louise victoriosa.

Blandieron sus varitas simultáneamente.

Tabitha movió su báculo más rápido que ellas dos, haciendo volar sus varitas con una ráfaga.

-Dentro- dijo simplemente.

Probablemente quería decir que era peligroso pelear dentro del cuarto.

-¿Y quién es esta?- musitó Louise enojada-. Ha estado sentada en mi cama desde...

-Ella es mi amiga- respondió Kirche.

-¿Y por qué tu amiga está en mi cuarto?

Kirche la miró.

-¿Hay algún problema?

Saito intentó hablarle a Tabitha, pero no respondió nada, sólo leía tranquilamente su libro, como si las conversaciones fueran un inconveniente.

Mientras tanto, Louise y Kirche todavía se miraban con odio.

-Bueno… dejemos que Saito decida- dijo Kirche, apartando la mirada.

-¿Yo? ¿Decidir?- Saito inmediatamente se sintió ansioso al ser señalado.

-Es verdad. Esto es sobre tu elección de las espadas- Louise también lo miró.

Repentinamente, Saito se sintió peor. Sin duda le gustaba la espada brillante de Kirche. Pero Louise nunca me dejará elegir esa, tal vez me deje sin comida por una semana, aunque supongo que Siesta me puede dar algo, pero igual…

Miró a Louise, quien también lo miraba.

Louise podrá ser una chica egoísta, egocéntrica y desagradecida, pero me cuidó cuando estuve herido por días… y es el tipo de chica que me parece atractiva…

Pero… Kirche me compró esta espada tan cara. Y para colmo, una chica hermosa como ella me confesó su amor. Antes de esto, no había forma de siquiera acercarme a alguien tan bella… Vale, eso hizo mi tarea más difícil todavía. Ahora parece que estuviera escogiendo entre ellas y no las espadas…

-¿Bien? ¿Qué harás?- Kirche y Louise lo miraron fijamente.

-Hmmm, bueno… ¿No puedo quedarme con ambas?- dijo Saito, ladeando la cabeza para parecer simpático.

No funcionó. Una patada combinada lo lanzó por el aire, enviándolo derecho a su cama de paja.

-Oye- Kirche volteó hacia Louise.

-¿Qué?

-Supongo que es momento de que terminemos con esto.

-Eh… tienes razón.

-Realmente te odio, ¿sabes?

-Igualmente.

-Pensamos igual- sonrió Kirche, y levantó una ceja.

Louise levantó su barbilla desafiante.

-¡Tengamos un duelo!- gritaron al mismo tiempo.

-Oigan… no tienen que…- Saito estaba sorprendido. Ambas se miraron como si no lo escucharan.

-Pero obviamente, ¡lo haremos con magia!- declaró Kirche triunfante.

Louise se mordió el labio inferior y asintió.

-Bien. ¿El lugar?

-¿En serio? ¿Estás segura, Louise la Zero? ¿Estás realmente segura de que quieres enfrentarte a mí en un duelo de magia?- presionó Kirche.

Louise bajó la cabeza.

¿Estoy segura? Claro que… no. Pero es el reto de una Zerbst, así que tengo que aceptarlo.

-¡Claro! ¡No perderé ante ti!


Mientras estaba de pie en las paredes de la torre central de la Academia, Fouquet sintió unos pasos. Inmediatamente saltó hacia el suelo y, cuando casi llegaba a tocarlo, susurró ‘Hechizo de Levitación’. Aterrizó como una pluma, amortiguando la caída.

Entonces Fouquet desapareció entre los arbustos.

Louise, Kirche, Tabitha y Saito entraron al patio.

-Bien, empecemos- anunció Kirche.

-¿Realmente van a hacer un duelo?- preguntó Saito ansioso.

-Sí, lo haremos- respondió Louise confiada.

-¿No es un poco… peligroso? Paremos esto aquí y olvidémoslo, ¿sí?

-Eso es cierto, así que quien salga lastimado es un idiota- dijo Kirche.

-Así es- asintió Louise.

Tabitha se acerco a Kirche, y le susurro algo al oido. Luego señalo a Saito.

“Hmm… esa si es una buena idea!” Kirche sonrió.

Luego, Kirche le susurro algo a Louise. “Ah… no esta mal.” Louise actinio.

Ambas miraron a Saito. Y él tuvo un mal presentimiento de todo esto.


+++


-Oigan… ¿esto es en serio?- suplicó Saito, pero a nadie le importó. Estaba colgado de la torre principal de una cuerda.

Sí… Debí haber escogido a una de las dos y terminar con esto.

En el suelo, que se veía lejano, muy lejano, Saito podía ver las siluetas de Kirche y Louise. A pesar de ser de noche, las dos lunas aclaraban la visión. Hasta podía ver a Tabitha en su dragón de viento. Tenía dos espadas en su boca.

Las dos lunas brillaban cálidamente sobre Saito. Kirche y Louise lo miraron, colgado y balanceándose en el aire.

Kirche apretó sus manos.

-Esto es lo que haremos… la primera que corte la cuerda y deje caer a Saito, gana. La espada de la ganadora le pertenecerá a Saito. ¿Te parece bien?

-Bien- asintió Louise, su rostro indiferente.

-No hay límites en los tipos de hechizos que se pueden usar. Puedes ir primero… te dejo.

-De acuerdo.

-Está bien… Buena suerte.

Louise agitó su varita. En el aire, Tabitha empezó a sacudir la cuerda, moviendo a Saito de izquierda a derecha.

Hechizos como “bola de fuego” tienen grandes rangos de precisión, y pueden dar el blanco, siempre y cuando el blanco no se mueva. Sin embargo, Louise tenía otras cosas de qué preocuparse: antes que todo, tenía que conseguir que el hechizo funcionara.

Louise se concentró.

¿Qué funcionará? ¿Viento? ¿Fuego? Agua y tierra están descartados… no tienen tantos hechizos que puedan cortar cuerdas. Los hechizos de fuego son los mejores para esta ocasión… y en ese momento, Louise recordó que Kirche es especialmente buena con esos. Las bolas de fuego de Kirche pueden cortar la cuerda fácilmente. No puedo fallar.

Escogió las bolas de fuego. Apuntando una pequeña al blanco, recitó el corto hechizo.

Si fallaba, Saito se quedaba con la espada de Kirche, y para alguien tan orgullosa como Louise, eso era algo completamente inaceptable.

Terminó de recitar y, con su mayor concentración, movió su mano. Si funcionaba, una bola de fuego debería salir de la punta.

Pero nada salió de la varita. A continuación, la pared detrás de Saito explotó. La onda de choque sacudió aún más a Saito.

-¿Qué demonios te pasa? ¿Acaso quieres matarme?- el grito enojado de Saito se escuchó hasta abajo.

La cuerda se mantuvo intacta. Si pensaba que podía romper la cuerda con la onda de choque, realmente no estaba pensando. Un gran agujero apareció en la pared.

Kirche se moría de risa.

-¡ZERO! ¡LOUISE LA ZERO! ¡Rompiste la pared en vez de la cuerda! ¡Eso sí es talento!

Louise bajó la mirada.

-Es verdad, debo preguntarte… ¿qué diablos hiciste para que explotara así? Oh, me duelen las costillas…

Louise apretó sus puños y se arrodilló en el suelo.

-Ahora es mi turno- Kirche apuntó a la cuerda como un cazador a su presa.

Tabitha seguía agitando la cuerda, así que era difícil apuntarle. Sin embargo, Kirche mantenía una sonrisa enérgica y tranquila. Recitando un hechizo corto, Kirche movió su varita como siempre, después de todo, las bolas de fuego eran su especialidad.

De su varita apareció una bola de fuego del tamaño de un melón, que voló hacia Saito golpeando la cuerda, y quemándola en un instante. Saito empezó a caer, pero Tabitha movió su báculo desde el techo, lanzándole un hechizo de levitación y haciendo que aterrizara suavemente en el suelo.

-¡Yo gané, Vallière!- anunció Kirche seriamente.

Louise se sentó, agarrando el pasto en desesperación.


+++


Fouquet los observaba desde los arbustos. Vio el agujero que el estallido de Louise había hecho en las paredes.

¿Qué tipo de magia es esa? Pidió una bola de fuego, pero nada salió de su varita y después la pared explotó. Nunca escuché de un hechizo que pudiera hacer explotar las cosas de esa manera.

Fouquet movió la cabeza.

Pero más importante que eso, es que no puedo dejar escapar esta oportunidad.

Fouquet empezó a recitar un largo hechizo, moviendo su varita hacia el suelo. Cuando Fouquet terminó, una pequeña sonrisa se pintó en su cara. Después de que terminó de hablar, un bulto se formó en la suelo. Fouquet de la Tierra Desmoronadora estaba mostrando su talento.

-¡Qué vergüenza, Vallière!- reía Kirche.

Con su batalla perdida, Louise relajó sus hombros, un poco deprimida y reticente. Saito la miró, una emoción complicada emergió en su rostro.

-¿Por qué no me… sueltan primero?- dijo en voz baja. No podía moverse con la cuerda que le daba varias vueltas a su cuerpo.

Kirche sonrió.

-Oh, claro que sí, ¡estaré encantada!

En ese momento, Kirche sintió algo detrás de ella. Se giró a ver. No podía creer lo que veía.

-¿Qué… demonios es eso?- Kirche estaba boquiabierta. Lo que vio fue un gigantesco golem de tierra moviéndose en su dirección.

-¡¡¡Ah!!!- huyó gritando Kirche.

-¡Oye! ¡Oye!- le gritó Saito-. ¡No te vayas! ¡No me dejes aquí!

Entró en pánico. Después de todo, nunca había visto a un golem gigantesco, y este se estaba acercando a él.

-¿Qué demonios es eso? ¡Es enorme!- Saito quería correr, pero las cuerdas lo mantenían firme en el suelo.

Louise volvió en sí y corrió hacia Saito.

-Tú… ¿por qué estás atado?

-¿No fue idea tuya?

Encima de ellos, el golem levantó un pie. Saito perdió la esperanza.

-¡Louise, sal de aquí!- gritó.

-Maldición… esta cuerda…- Louise intentó, en vano, desatar los nudos. El pie del golem descendió. Saito cerró los ojos.

En ese instante, el dragón de viento de Tabitha bajó desde el cielo, agarrando a los dos con sus garras a escasos milímetros del pie, y los alejó, antes de que el golem se apoyara aplastando todo debajo de él, en un abrir y cerrar de ojos.

Colgando bajo el dragón de viento, Saito y Louise observaron el golem. Saito preguntó tembloroso:

-¿Q-q-qué demonios es eso?

-No estoy segura… ¡Pero es un golem de tierra gigantesco! ¡Alguien debe haberlo invocado!

-¿Algo tan grande?

-Quien haya convocado eso, debe ser, por lo menos, un mago triangular.

Saito se mordió el labio, y pensó en Louise, que intentó desatarlo sin importarle el peligro.

-Dejando eso de lado… ¿por qué no corriste?

-Ningún amo que se respete dejaría a su familiar de esa manera- respondió honestamente.

Saito la miró callado. Por alguna razón, la encontró muy atractiva… justo en este momento…


+++


Fouquet sonreía mientras se encontraba de pie en el hombro del golem. No le prestó atención al dragón de viento o la huida de Kirche. Una capa negra lo cubría de pies a cabeza. No podían haber visto su cara.

Fouquet transformó el puño del golem en uno de una composición metálica y le ordenó que golpeara la pared. Un golpe torpe se escuchó cuando el puño metálico golpeó la pared, desmoronándola. Bajo la capa oscura, Fouquet sonrió.

El golem transportó a Fouquet en su mano, y el ladrón entró a través del agujero, y fue directamente al cuarto de los tesoros. Guardaban objetos de valor de toda clase, pero Fouquet tenía sólo un objetivo.

El Báculo de la Destrucción.

Una fila de báculos de muchos tipos colgaba en la pared, pero sólo uno llamó la atención de Fouquet. Medía aproximadamente un metro y estaba hecho con un tipo de metal que Fouquet nunca había visto. Miró la etiqueta debajo del báculo que decía “Báculo de la Destrucción. No tocar”.

Su sonrisa creció.

Fouquet tomó el Báculo de la Destrucción, y se sorprendió por lo ligero que era.

¿De qué estará hecho?

No tenía tiempo de pensar en esas cosas, así que corrió de vuelta al hombro del golem. Fouquet grabó un mensaje en la pared antes de irse:


“Tengo su Báculo de la Destrucción.

–Fouquet la Tierra Desmoronadora”.


Con su invocador en su hombro, el golem saltó desde las paredes de la Academia, aterrizó con un gran golpe y se fue en dirección a las praderas de más allá.


+++


Muy por encima del golem, el dragón de viento daba vueltas. Tabitha, sentada en el dragón, agitó su báculo para lanzar un hechizo de levitación, moviendo a Saito y a Louise encima del dragón.

Lo agitó otra vez y el aire alrededor de Saito resonó en ondas cortantes, despedazando las cuerdas que lo mantenían cautivo.

-Gracias- le dijo a Tabitha.

Su cara se mantenía indiferente, sólo asintió.

Saito observó el gigantesco golem de tierra y le dijo a Louise:

-Ese mago… rompió la pared. ¿Pero para qué?

-El cuarto de tesoros- respondió Tabitha.

-Llevaba algo en las manos cuando salió del agujero.

-Era un ladrón. Pero… eso fue muy osado.

Observaron cómo el enorme golem se derribaba en plena caminata, convirtiéndose en una montaña de tierra.

Aterrizaron.

Brillantemente iluminado por las dos lunas, no había nada más aparte de una montaña de tierra.

Así de simple, el mago desapareció.





El Báculo de la Destrucción[edit]

A la mañana siguiente…

En la Academia de Magia de Tristain había mucha conmoción por los eventos de la noche pasada, como si hubieran agitado un avispero. ¿Por qué? Porque el Báculo de la destrucción había sido robado.

Y había sido robado usando un Golem de Tierra para destrozar la pared de la cámara.

Los profesores de la Academia de Magia que se reunieron dentro de la cámara estaban sin palabras al ver el inmenso agujero de la pared.

La inscripción en la pared hecha por Fouquet la Tierra Desmoronadora lo decía todo:

“Tengo su Báculo de la Destrucción. Fouquet la Tierra Desmoronadora”.

Llegados a este punto, los profesores de la academia sólo podían murmurar y susurrar:

-¡Es ese ladrón que ha dejado limpios a los nobles, Fouquet la Tierra Desmoronadora! ¡Qué atrevimiento robar a la academia!

-¿Qué hacían los guardias?

-Incluso si los guardias hubiesen estado cerca, son inútiles. ¡Son sólo campesinos! Y hablando de eso, ¿qué noble se suponía que hacía la ronda por la noche?

La señorita Chevreuse estaba ansiosa. Se suponía que era ella la que estaba de guardia anoche.

-¿Pero quién podría robar a la academia?- pensó mientras dormía ruidosamente en su habitación en vez de estar junto a la puerta de la cámara como todos los nobles debían hacer cuando les tocaba la guardia.

Uno de los profesores la señaló inmediatamente y dijo:

-¡Señorita Chevreuse! ¡Se suponía que sería usted quien haría guardia anoche! ¿Tengo razón?

La señorita Chevreuse rompió a llorar.

-Lo siento mucho… muchísimo…

-Incluso si inundara la academia de lágrimas, ¿volvería el báculo? ¿O va a pagar por él?

-Pero… pero acabo de terminar de pagar mi casa- la señorita se arrodilló y sollozó.

Justo en ese momento, el Viejo Osman llegó.

-Oh… este no es el mejor momento para ser rudo con las damas, ¿verdad?

El profesor que había reprochado a la Señorita Chevreuse contestó:

-Pero, Osman, ¡la señorita Chevreuse falló en su cometido! ¡Estaba durmiendo tranquilamente en su cama cuando debería haber estado de guardia!

El Viejo Osman cogió afablemente su larga barba mientras miraba al estirado y tembloroso profesor.

-Hmmm… ¿cuál era tu nombre?

-¡Es Gimli! ¿Ya se le ha olvidado?

-¡Oh, cierto! ¡Gimli! Bueno, señor Gimli, no te enfades. Siendo sinceros, ¿cuántos de vosotros pueden decir que siempre están en sus puestos cuando tienen una misión o un cometido?

Los profesores se miraron unos a otros y bajaron sus cabezas avergonzados. Reinó el silencio.

-Bueno, esta es la situación en la que nos encontramos. Hablando de responsabilidad, creo que todos los presentes, incluyéndome a mí, tienen que ser culpables de este incidente. ¿Por qué pensamos que un ladrón no podría nunca atacar la academia? ¿Es acaso porque el número de magos que tenemos nos da la seguridad de que no seremos atacados? Este pensamiento es totalmente equivocado- el Viejo Osman miró el agujero en la pared y continuó-. Fue nuestra complacencia lo que le dio a Fouquet el coraje para atacar, y robar el Báculo de la Destrucción. Todos somos responsables.

La señorita Chevreuse miró al Viejo Osman con gratitud y dijo:

-¡Oh! ¡Osman, señor Osman! Gracias por su benevolencia. De ahora en adelante, lo trataré como si fuese mi padre.

-Bueno, eso… hmmm… señorita…- el Viejo Osman comenzó a tocarle el trasero a la señorita Chevreuse.

-Si estamos de acuerdo… le corresponde decidir al Director.

El Viejo Osman, no queriendo cargar la culpa sobre nadie, decidió que aquella era la mejor manera de relajar el tenso ambiente. Después de aclararse la garganta, con todo el mundo esperando solemnemente a que hablase, preguntó:

-Bueno, ¿quiénes fueron los testigos del robo?

-Fueron estos tres- dijo el señor Colbert mientras señalaba a la gente a su espalda.

Eran Louise, Kirche y Tabitha.

Saito estaba también presente, pero dado que era un familiar, no tenía consideración de persona.

-Oh… sois vosotros, chicos…- dijo Osman mientras miraba a Saito con gran interés.

Saito no sabía por qué estaba siendo examinado, pero se mantuvo cortés.

-Por favor- pidió el Viejo Osman-, contadnos con detalles lo sucedido.

Louise dio un paso adelante y describió lo que vio:

-Bueno… un gran golem de arcilla apareció y rompió la pared. El mago encapuchado que estaba sobre su hombro entró y cogió algo… creo que probablemente era el Báculo de la Destrucción… Después de eso, el mago encapuchado volvió a subir encima del golem y escapó más allá de las murallas… Y luego, el golem se convirtió en una gran montaña de tierra.

-¿Después de eso, qué pasó?

-Después todo lo que vimos fue la montaña de arena; no había señales del mago.

-Así que… si eso fue lo que sucedió…- dijo Osman mientras se mesaba la barba.

-Incluso aunque quisiésemos perseguirle, no podríamos al no tener pistas. Entonces…

En ese momento, el Viejo Osman de repente recordó preguntarle al señor Colbert:

-Eh, ¿dónde está la señorita Longueville?

-No estoy seguro, no recuerdo haberla visto desde esta mañana.

-¿Dónde puede estar en este preciso momento?

-Es cierto, ¿dónde podría estar?

En mitad de estos murmullos, la señorita Longueville apareció finalmente.

-¡Señorita Longueville! ¿Dónde te habías metido? ¡Algo terrible ha sucedido!- dijo el señor Colbert, ansioso.

La señorita Longueville le habló al Viejo Osman con toda la tranquilidad del mundo.

-¡Lamento mucho llegar tarde! Estaba investigando algo. Así que...

-¿Investigando?

-Sí. Cuando desperté esta mañana había ya mucha conmoción, así que fui a la cámara y vi la inscripción dejada por Fouquet en la pared. Supe que el conocido ladrón había dado un nuevo golpe. Así pues, inmediatamente comencé mis investigaciones.

-Eres realmente eficiente, señorita Longueville- el señor Colbert preguntó de nuevo con un tono apremiante-. ¿Pero conseguiste descubrir algo al final?

-Sí, creo que he descubierto el escondite de Fouquet.

-¿Qué?- habló el señor Colbert sorprendido-. ¿De dónde has conseguido esa información, señorita Longueville?

-De acuerdo con los plebeyos de alrededor, varios han visto lo que parecía ser una persona vistiendo una capa con capucha negra entrando en una casa abandonada en el bosque de aquí cerca. Creo que esa persona es probablemente Fouquet y que esa casa abandonada es probablemente su guarida.

Louise tras oír eso exclamó:

-¿Una capa con capucha negra? No hay error posible, debe de ser Fouquet.

El Viejo Osman también se emocionó y preguntó:

-¿A cuánto está de aquí?

-A pie llevaría medio día llegar, pero a caballo aproximadamente cuatro horas.

-¡Debemos informar a la Corte Imperial ahora mismo! ¡Debemos pedir refuerzos del ejército imperial!- el señor Colbert volvió a alzar la voz.

El Viejo Osman sacudió la cabeza y miró a Colbert con un vigor que no era de esperar en un anciano y gritó:

-¡Loco! ¡Para cuando llevemos el informe a la corte imperial, Fouquet ya estará en la otra punta del mundo! ¡Además, si no podemos solucionar este pequeño problema nosotros mismos, no nos merecemos el título de nobles! Puesto que el Báculo ha sido robado de la academia, es la responsabilidad de la academia recuperar el Báculo. Nosotros solos.

La señorita Longueville sonrió, como si hubiese estado esperando esa respuesta. El Viejo Osman tosió un momento, y comenzó a reclutar voluntarios.

-Bueno, vamos a organizar un equipo de búsqueda para encontrar a Fouquet. Aquellos que quieran unirse, que levanten las varitas.

Todos los nobles se miraron unos a otros, pero ninguno levantó la varita.

-¿Nadie? Qué raro. ¿Nadie quiere ser conocido como el héroe que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora?

Louise estaba entre los que agacharon la cabeza, pero decidió levantar la varita.

-¡Señorita Françoise!- exclamó la señorita Chevreuse sorprendida-. ¡No deberías hacerlo! ¡Aún eres estudiante! Por favor, deja este asunto a los profesores.

-Pero ninguno de vosotros quiere ayudar...- murmuró Louise.

Saito miró a Louise con su boca abierta de par en par. El aspecto serio de Louise, sumado a cómo se mordía tiernamente los labios, golpeó a Saito de tal forma que quedó cautivado.

Viendo que Louise levantaba la varita, Kirche levantó la suya también, con algo de desgana.

-¡Señorita Zerbst!- exclamó el Señor Colbert, aún más sorprendido-. ¿Acaso no eres una estudiante también?

-Bueno- replicó Kirche con franqueza-, simplemente no puedo perder contra la familia Vallière.

Viendo que Kirche levantaba su varita, Tabitha hizo lo mismo.

-¡Tabitha! ¡No necesitas hacer esto! ¡Es un asunto que no te atañe!- dijo Kirche.

Tabitha se limitó a contestar:

-Estoy preocupada.

Sintiéndose conmovida, Kirche miró a Tabitha con gratitud. Louise al mismo tiempo también musitó:

-Gracias… Tabitha.

Viendo a las tres, el Viejo Osman rió y dijo:

-Bueno entonces, todo depende de ustedes ahora.

-¡Señor! ¡Director Osman! ¡Me opongo rotundamente! ¡No debemos poner en peligro la vida de ninguna estudiante!

-Bueno, ¿quieres ir usted en su lugar, señorita Chevreuse?

-Ah… eh… bueno… No me siento bien últimamente, así que…

-Ellas ya han visto a Fouquet antes y, además, aunque la señorita Tabitha es muy joven, he oído que ya se le ha otorgado el título de Chevalier , ¿me equivoco?

Tabitha no respondió y se mantuvo callada.

Todos los profesores miraron a Tabitha con asombro.

-¿Es eso cierto, Tabitha?- preguntó Kirche con un asombro similar.

Aunque el título de Chevalier era el más bajo que la familia imperial podía dar a una persona, Kirche estaba impresionada por que Tabitha lo hubiese podido obtener siendo tan joven. Si fuese un título como Baronesa o Marquesa, se podría obtener fácilmente adquiriendo grandes parcelas de tierra. Pero para obtener el título de Chevalier, la persona tenía que rendir un gran servicio al país. Es un título que se daba únicamente basándose en el mérito.

De nuevo, había mucha conmoción en el interior de la cámara.

-La señorita Zerbst de Germania- continuó el Viejo Osman mirando a Kirche-, viene de una familia que se ha distinguido por sus héroes de guerra, y ella misma posee mucho dominio de la magia de fuego.

Kirche se atusó el pelo con confianza. Louise, pensando que le tocaba a ella ser halagada, prestó atención. El Viejo Osman estaba en un aprieto. No había casi nada que destacar de Louise…

-¡Ejem!- dijo Osman carraspeando y fijó su vista en Louise-. Esto… la señorita Vallière procede de la prestigiosa familia Vallière, una familia conocida por sus magos. Y… será una maga prometedora en el futuro… y en lo referente a su familiar…- posando su vista en Saito, Osman continuó diciendo-. Incluso siendo un plebeyo, ha vencido al hijo del General Gramont, Guiche de Gramont en combate.

El Viejo Osman pensó para sí mismo. ¿Y si es de veras el legendario Gandalf…? Fouquet la Tierra Desmoronadora no será un adversario digno para él.

El señor Colbert añadió entusiasmado:

-¡Sí! ¡Sí! Porque él es el legendario familiar Gand…

El Viejo Osman cubrió con rapidez la boca de Colbert antes de que pudiese acabar la frase.

-Ah… Jaja… ¡no sabe lo que dice!

Reinó de nuevo el silencio.

-Si alguien cree que es más capaz- habló entonces el Director con tono solemne- que las tres personas mencionadas, que dé un paso adelante.

Nadie se adelantó.

Así pues, el Viejo Osman se giró hacia el grupo de cuatro y dijo:

-¡La academia espera la captura de Fouquet!

Louise, Kirche y Tabitha se pusieron firmes y dijeron:

-¡Juramos ante nuestras varitas que capturaremos a Fouquet!

Tras eso, cogieron los bordes de sus faldas e hicieron una reverencia. Saito hizo lo mismo con rapidez. Como no llevaba falda, se cogió la parte inferior de su chaqueta.

-Bueno, entonces, preparad el carruaje y partid inmediatamente- sugirió Colbert-. Debéis conservar las energías antes de llegar a vuestro destino.

-Señorita Longueville- dijo el Viejo Osman-, ¿podrías ir con ellos, por favor?

-Sí, Director Osman. Quería ir con ellos también- dijo la señorita Longueville.

Así pues, bajo el liderazgo de la señorita Longueville, los cuatro partieron con celeridad.



Aunque era considerado un carruaje, no era más que un carro corriente con planchas de madera puestas como asiento. La ventaja era que si resultaban atacados, podrían saltar del carruaje sin problemas.

La señorita Longueville se encargaba de conducir.

-Señorita Longueville- preguntó Kirche a la silenciosa Longueville que se concentraba en las riendas-, este trabajo lo podría hacer un plebeyo. ¿Por qué lo hace usted misma?

-No pasa nada- respondió la señorita Longueville con una sonrisa-. No soy noble de todas maneras.

Kirche se calló un momento, y preguntó de nuevo:

-¿Pero acaso no eres la secretaria del Director Osman?

-Sí, lo soy. Pero el Viejo Osman no es una persona a la que le importan los rangos de una persona cuando requiere ayuda, sea noble o plebeyo.

-Si es posible, cuénteme cómo perdió su posición, por favor.

Pero la señorita Longueville se limitó a sonreírle a Kirche. Parecía que la conversación había terminado.

-Por favor, dígamelo, aunque sea un poquito- insistió Kirche mientras se inclinaba cada vez más hacia la señorita Longueville. Entonces alguien la cogió del hombro. Era Louise.

-¿Qué es lo que quieres, Vallière?- preguntó Kirche, dándose la vuelta.

-Para ya. Deja de hurgar en el pasado de la gente.

-Ay, me aburro. Por eso necesito alguien con quien hablar- contestó Kirche, mientras ponía sus manos detrás de su cabeza y se recostaba contra un lado del carruaje.

-No sé si se aplica a tu país, pero en Tristein, es un acto vergonzoso forzar a alguien a revelar algo que no quiere decir.

Kirche no le respondió. Se levantó, se sentó con las piernas cruzadas y comenzó a hablar:

-La culpa es de tu ímpetu, que me ha metido en este lío. Capturar a Fouquet…

-¿Qué quieres decir con eso?- preguntó enfadada Louise-. ¿Acaso no fuiste voluntaria?

-Si hubieras venido sola, ¿acaso no estaría Saito en peligro también? ¿Tengo razón, Louise la Zero?

-¿Por qué dices eso?

-De todas maneras, si un gran golem apareciese de nuevo, seguro huirías a la retaguardia y dejarías que Saito hiciese todo el trabajo, ¿me equivoco?

-¿Por qué huiría? ¡Usaría mi magia, qué te crees!

-¿Tú, usando magia? ¡Ésa sí que es buena!

Las dos comenzaron a encararse de nuevo. Tabitha seguía leyendo su libro.

-¡Ya basta! ¿Por qué no paran las dos?- interrumpió Saito.

-Está bien, pararé- dijo Kirche haciendo un gesto-. No soy yo la defectuosa de todas maneras.

Louise se mordió los labios.

-Bueno, entonces, cariño, esto es para ti.

Kirche miró a Saito de forma seductora, y puso en sus manos la espada que ella le había comprado.

-¡Guau! ¡Gracias!- dijo Saito mientras cogía la espada.

-Gané ese duelo, ¿o tienes algo que objetar, Louise la Zero?

Louise miró a ambos, pero se mantuvo en silencio.

De repente, todo se oscureció. El carruaje había entrado al bosque. La oscuridad, y un olor raro que invadía el bosque, los hizo estremecer.

-Tendremos que caminar a partir de aquí- dijo la señorita Longueville.

El grupo bajó del carruaje y procedió a caminar por el estrecho sendero que conducía al corazón del bosque.

-Tengo miedo a la oscuridad, y no me gustan los sitios como este...- dijo Kirche mientras pasaba sus brazos alrededor de Saito.

-¿Podrías alejarte un poquito de mí?

-¡Pero tengo miedo!- dijo Kirche con una reacción bastante exagerada. Se olía su mentira a kilómetros…

Saito, preocupado por Louise, la miró. Louise giró su cabeza.

-¡Juhm!

El grupo llegó a un claro en el bosque. Era parecido al tamaño del Jardín Vestri y en el medio había una casa abandonada. La casa estaba construida con madera, con una cocina corroída. Junto a ella había un pequeño almacén.

El grupo se escondió detrás de unos arbustos y observó la casa. La señorita Longueville señaló a la cabaña y dijo:

-Por la información que he obtenido, éste debe de ser el lugar.

-Parece que no hay nadie dentro. ¿De verdad que Fouquet se esconde ahí?

El grupo empezó a discutir, usando palos para dibujar su plan de batalla en el suelo. Todos estaban de acuerdo en que lo mejor era una emboscada. Mejor incluso si estaba durmiendo.

Primero, necesitarían echar un vistazo alrededor de la casa para saber qué estaba pasando dentro de ella. Después, si Fouquet estuviera dentro, el explorador lo sacaría fuera porque dentro de la casa no había suficiente tierra para crear un golem de tierra. Una vez fuera, el resto invocarían su magia contra él, dejándole sin posibilidad de invocar su golem.

-¿Entonces quién lo atraerá fuera?- preguntó Saito.

-El que tenga mejores reflejos- respondió Tabitha.

Todas miraron a Saito.

-¿Yo?- suspiró Saito. Desenvainó la espada que Kirche le había dado.

Las runas en su mano izquierda comenzaron a brillar. Al mismo tiempo, Saito sintió su cuerpo ligero como una pluma.

Saito se movió más cerca de la casa y echó un vistazo a través de una ventana. Sólo había una habitación en toda la casa, con una mesa y una silla reclinable que estaban cubiertas de polvo. También había una botella de vino en la mesa y, en una esquina de la habitación, una pequeña chimenea encendida.

No había nadie dentro y parecía que no había sitio posible para esconderse dentro de la casa.

¿Acaso se había ido ya de ese escondite?

Pero su oponente era Fouquet, un mago de tipo triángulo. Así que podía esconderse dentro incluso si parecía no haber sitio para ello.

Así que Saito decidió llamar a los demás.

Saito usó su mano para hacer una “X” encima de su cabeza, un signo para decir que la casa estaba vacía.

El resto del grupo que se escondía se aproximó con cuidado a la casa.

-No hay nadie dentro- dijo Saito mientras señalaba a la ventana.

-No hay trampas- murmuró Tabitha, moviendo su varita cerca de la puerta. Luego abrió la puerta y entró en la casa.

Kirche y Saito la siguieron y entraron a su vez. Louise dijo que ella haría guardia y se quedó detrás. La señorita Longueville dijo que investigaría el área alrededor y desapareció.

El grupo de Saito comenzó a buscar pistas que les indicaran dónde había ido Fouquet. Entonces, Tabitha encontró una caja… el Báculo de la Destrucción.

-El Báculo de la Destrucción.- dijo Tabitha mientras lo cogía.

-¿No ha sido demasiado fácil?- exclamó Kirche.

-Kirche- dijo Saito con sorpresa, mirando el Báculo de la Destrucción-, ¿de verdad es esto el Báculo de la Destrucción?

-Sin duda- asintió Kirche-, lo vi una vez cuando daba una vuelta por la cámara del tesoro.

Saito cogió el Báculo y lo examinó de cerca.

-Si no me equivoco esto es un…

Justo entonces, Louise, que estaba haciendo guardia fuera de la casa, dio un grito aterrador.

-¡¡¡Ah!!!

-¿Qué pasa, Louise?

Justo cuando todo el mundo miraba fuera de la casa, se oyó un ruido chirriante.

¡Crack!

De repente, la casa se quedó sin tejado y todo el mundo miró hacia arriba. En vez de techo había un golem gigante.

-¡Es un golem de tierra!- gritó Kirche.

Tabitha fue la primera en reaccionar. Moviendo su bastón, comenzó a entonar sus encantamientos.

Un remolino apareció de su bastón y golpeó al golem. Después de que el remolino desapareciese, el golem no sufrió daño alguno.

Siguiendo a Tabitha, Kirche sacó su varita oculta en su capa y comenzó a su vez a entonar. Una bola de fuego salió de su varita y envolvió al golem. Aunque toda la criatura estaba en llamas, no parecía ser afectado por el fuego.

-¡Es demasiado para nosotros!- gritó Kirche.

-Retirada- dijo Tabitha con voz suave.

Kirche y Tabitha salieron corriendo por diferentes lados de la casa. Mientras tanto, Saito buscaba a Louise.

-¡Allí!

Louise se quedó detrás del golem, entonó algo y apuntó con su varita al golem. Algo explotó en su superficie. ¡Era la magia de Louise! El golem se dio cuenta, miró hacia atrás y se enfrentó a Louise.

Saito, de pie cerca de la puerta, a unos veinte metros de donde estaba Louise, gritó:

-¡Corre, Louise!

Louise se negó.

-¡No! Si consigo hacerlo, nadie me volverá a llamar Louise la Zero nunca más.

Louise parecía muy seria. El golem sacudió su cabeza, decidiendo si enfrentarse a Louise o ir a por Tabitha y Kirche que estaban escapando.

-¡Mira la diferencia de tamaño entre tú y el golem! ¡Es imposible que ganes!

-Nunca se sabe si no lo intentas.

-¡Es demasiado! ¡Es imposible!

Louise miró a Saito.

-¿Eso no lo has dicho tú antes?- dijo.

-¿Qué?

-Cuando las Valkirias de Guiche te estaban dando una paliza, te volvías a levantar y decías que no querías bajar la cabeza, o si no, nunca ganarías.

-Sí… lo dije… Pero…

-Yo siento lo mismo. Aunque no me sale nada bien, es una cuestión de orgullo. Si salgo huyendo ahora, la gente dirá ‘es porque es Louise la Zero, por eso huyó’.

-¿Acaso importa? ¡Deja que la gente diga lo que quiera!

-Pero soy una noble. Los nobles pueden usar magia- Louise apretó su varita con fuerza-. Y los nobles nunca le dan la espalda a un enemigo.

El golem decidió que se encargaría de Louise primero, y levantó la pierna, listo para aplastarla.

Louise levantó su varita hacia el golem y volvió a entonar…

Pero falló, a pesar de que Louise había usado ‘bola de fuego’.

Entonces una pequeña explosión apareció en el pecho del golem y pequeños fragmentos de tierra saltaron de su pecho. El golem no estaba nada afectado por el ataque.

Saito cogió su espada y corrió hacia Louise.

Louise vio el pie del golem aproximándose cada vez más. Cerró los ojos y se preparó para lo peor. En ese instante, Saito llegó con la velocidad del viento, la cogió, y ambos rodaron lejos del pisotón del golem.

Saito abofeteó la cara de Louise.

-¿Es que quieres morir?

Louise miró a Saito, aturdida.

-¡Al infierno tu orgullo de noble!- gritó Saito-. ¡Si mueres, nada importará nunca más! ¡Idiota!

Las lágrimas comenzaron a aflorar de los ojos de Louise como una catarata.

-¡Por favor, no llores!-

-Pero… pero no puedo fallar... siempre me tratan como una inútil los demás…

Mirando la cara cubierta de lágrimas de Louise, Saito sintió lástima. Llamada constantemente ‘la Zero’, siendo tratada como una idiota, nadie podía permitirse el fallar de esa manera. Recordó su batalla con Guiche. Louise lloró aquella vez también. Incluso aunque Louise es obstinada y arrogante, en realidad odiaba las peleas, y tampoco era buena en ellas.

Sólo es una chica…

La hermosa cara de Louise ahora estaba cubierta de lágrimas, como una chiquilla. Pero este no era momento de consuelos.

Saito giró la cabeza y vio al golem levantando el puño, preparado para aplastarlos.

-¿No puedes ni siquiera consolarme un poco?- protestó Louise mientras Saito la cargaba y escapaban.

El golem los persiguió, y aunque no era nada ágil, su velocidad estaba a la par con la de Saito.

El Dragón de Viento de Tabitha aterrizó justo delante de Saito para ayudarles a escapar.

-Suban- dijo Tabitha.

Saito puso a Louise en la espalda del dragón.

-¡Tú también, rapido!- le dijo Tabitha con urgencia a Saito, algo raro en ella. Pero Saito no subió. En vez de eso, corrió hacia el golem.

-¡Saito!- gritó Louise.

-¡Vuelen ya!- gritó Saito.

Tabitha miró a Saito sin ninguna expresión por un momento, y después obligó a Sylphid a levantar el vuelo al aproximarse el golem.

¡Bang!

El puño del golem se estampó contra el lugar donde estaba Saito. Justo a tiempo, Saito saltó y esquivó el golpe. El golem levantó el puño del suelo y un cráter de un metro apareció.

-No llores si no puedes aguantar la derrota- murmuró Saito para sí mismo-. ¡Estúpida! ¡Esto me hace sentir que de verdad estoy haciendo algo por ti!- Saito se encaró al golem y dijo-. ¡No me mires con desden! ¡Sólo eres un montón de tierra! cogió su espada y gritó-. ¡Soy el familiar de Louise!

-¡Saito!

Louise intentó saltar desde Sylphid, que seguía volando, pero Tabitha la detuvo.

-¡Por favor ayuda a Saito!- suplicó Louise.

Tabitha ladeó la cabeza.

-Es imposible acercarse.

Si Sylphid intentara acercarse, el golem lo atacaría. Así que Tabitha no pudo aproximarse a Saito ni un poco.

-¡Saito!- gritó Louise nuevamente.

Louise vio a Saito sosteniendo su espada para enfrentarse al golem. El golem se movió y dio un puñetazo. Y en el proceso, el puño se convirtió en uno de metal. Saito esquivó el ataque con su espada.

¡Pang!

La espada se rompió desde la empuñadura gracias al impacto.

Saito se quedó de piedra. ¿Realmente esta era la espada hecha por el famosa alquimista germaniano Lord Shupei? ¡Es inservible!

Sin un arma, todo lo que Saito podía hacer era evadir el ataque del golem. Viendo que Saito estaba en problemas, Louise desesperó.

-¿No hay forma de ayudarlo?

En ese momento, Louise se percató de que Tabitha sostenía el Báculo de la Destrucción.

-¡Tabitha! ¡Pásamelo!

Tabitha asintió y le pasó el Báculo de la Destrucción a Louise. Tenía una forma inusual, una que Louise nunca había visto antes.

Pero como la magia de Louise no funcionaba, ahora sólo dependía del báculo. Louise cerró sus ojos y respiró profundo. Abriendo sus ojos de nuevo, dijo:

-¡Tabitha! Usa un hechizo de levitación en mí- y saltó de la espalda de Sylphid. Tabitha lanzó ‘Levitación’ en Louise.

Bajo el efecto del hechizo, Louise descendió lentamente y, mirando a Saito y al golem, agitó el Báculo de la Destrucción.

No pasó nada. El Báculo no respondió.

-¿Esto realmente es un báculo mágico?- gritó Louise desesperada-. ¿Hay que hacer algo en especial para activarlo?

Saito observó a Louise mientras descendía, y estaba sorprendido.

¿Por qué volvió? ¡Habría sido mejor que se quedara en el dragón!

Al mismo tiempo, Saito vio el Báculo de la Destrucción que Louise tenía en sus manos. Parecía que Louise no sabía cómo usarlo y sólo lo estaba moviendo de aquí para allá…

Saito corrió hacia donde estaba Louise.

Si pudiéramos usar esto, ¡tal vez derrotaríamos al golem!

-¡Saito!- gritó Louise a Saito, que venía corriendo hacia ella.

Saito le quitó el Báculo de la Destrucción a Louise.

-¡No sé cómo usar esto!- gritó Louise.

-¡Así es como se debe usar!- Saito tomó el Báculo de la Destrucción, le quitó el asa, abrió la cubierta trasera y sacó y extendió el tubo interno.

¿Cómo sé hacer esto? Pero ahora no es el momento para pensar.

La vista telescópica del tubo salió y Saito apuntó.

Viendo su habilidad a la hora de manejar el Báculo de la Destrucción, Louise estaba demasiado sorprendida como para decir algo.

Saito colocó el Báculo de la Destrucción en su hombro y apuntó el frente del báculo hacia el golem. Debido a la poca distancia entre él y el golem, Saito decidió apuntarle directamente.

Saito colocó el Báculo de la Destrucción en su hombro y apuntó el frente del báculo hacia el golem.

Al estar tan cerca, el rango de armado puede no alcanzarse, y por lo tanto, si disparo, es posible que no explote.

¡Olvídate de eso y sólo inténtalo! , pensó Saito. mientras le gritó a Louise.

-¡No te quedes detrás del báculo!¡Habrá una explosión!

Louise se quitó del medio rápidamente.

El golem se acercaba cada vez más a Saito. Saito quitó el seguro y disparó el arma. Inmediatamente, un fuerte trueno salió del báculo y el proyectil alado voló hacía el golem.

El proyectil se encontró con el golem en una increíble explosión. Saito cerró sus ojos instintivamente.

Se escuchó un ruido ensordecedor y la parte superior del golem se pulverizó y salió volando en todas direcciones, provocando una lluvia de tierra.

Saito abrió los ojos lentamente.

Mientras el humo de la explosión se disipaba, sólo quedaba de pie la parte inferior del golem. Lo que quedaba, dio un paso más antes de finalmente dejarse de mover, y cayó de rodillas.

Entonces empezó a desmoronarse lentamente desde la cintura… y volvió a su estado original: tierra. Justo como la última vez, el golem se redujo a una montaña de tierra.

Louise, que presenció todo, sintió cómo sus piernas se debilitaban y se sentó en el suelo.

Kirche, que se escondía tras los arbustos, salió corriendo.

Saito finalmente dejó salir un suspiro de alivio.

-¡Saito, mi amor!- dijo Kirche, abrazando a Saito-. ¡Lo lograste! Sylphid, que llevaba a Tabitha, descendió. Tabitha observaba la montaña de tierra cuando preguntó:

-¿Dónde está la Srta. Longueville?

Justo en ese momento, todos se dieron cuenta de que la Srta. Longueville no estaba. Y en ese instante la Srta. Longueville salió del bosque.

-¡Srta. Longueville! ¿Descubrió desde dónde Fouquet controlaba el golem?- preguntó Kirche.

La Srta. Longueville ladeó la cabeza.

Los cuatro empezaron a investigar la montaña de tierra buscando pistas. Saito las miró, y luego miró el Báculo de la Destrucción.

¿Por qué esta cosa apareció en este mundo?

Cuando estaba pensando, la Srta. Longueville le quitó el Báculo de la Destrucción a Saito.

-¿Srta. Longueville?- preguntó Saito confundido.

La señorita se alejó, aumentando la distancia entre ella y el grupo.

-¡Gran trabajo, gente!- dijo.

-¡Srta. Longueville!- gritó Kirche-. ¿Qué está haciendo?

Louise miró fijamente a la Srta. Longueville, demasiado sorprendida para decir algo.

-Todo este tiempo era yo la que controlaba el golem- confesó.

-¿Qué? Eso quiere decir… que usted es…

La Srta. Longueville se quitó las gafas, la que alguna vez fue una expresión de ternura ahora era una de sed de sangre.

-Sí- dijo-, yo soy Fouquet la Tierra Desmoronadora. El Báculo de la Destrucción es realmente poderoso, ¡pudo derrotar a mi golem de un golpe!

Fouquet sostuvo el Báculo de la Destrucción en su hombro como Saito había hecho. Tabitha agitó su bastón y empezó a recitar.

-¡Que nadie se mueva! Los estoy apuntando con el Báculo de la Destrucción. Bajen sus varitas ahora.

No tuvieron más opción que obedecer. Sin sus varitas, no podían lanzar hechizos.

-Sr. Familiar Ágil, por favor, baja tu espada rota también. Eres una amenaza para mí si sostienes un arma.

Saito obedeció sus órdenes y bajó la espada.

-¿Por qué?- preguntó Louise enojada.

-Hmmm… es mejor que se los explique, así podréis descansar en paz- dijo Fouquet con una sonrisa coqueta en su cara-. “Me había apoderado del Báculo de la Destrucción, pero no tenía idea de cómo utilizarlo.

-¿Cómo usarlo?

-Sí. No importa cuánto lo agitara o le aplicara magia, no respondía. Me frustré. Después de todo, si no sabía cómo utilizarlo, sería tan útil como un adorno, ¿no crees?

Louise quería correr hacía Fouquet, pero Saito la detuvo.

-¡Saito!

-Déjala terminar.

-Qué considerado, Sr. Familiar- se burló Fouquet-. Entonces continuaré. Ya que no sabía cómo usarlo, la única opción era dejar que otras personas me mostraran cómo utilizarlo.

-Y por eso nos trajiste aquí.

-Si eran estudiantes de la academia, podía haber una posibilidad de que alguien supiera cómo utilizar el Báculo.

-Si ninguno de nosotros hubiera sabido cómo usar el Báculo de la Destrucción, ¿qué habrías hecho?

-Si ese hubiera sido el caso, todos habríais sido aplastados por mi golem. Después habría traído a otro grupo de estudiantes. Pero gracias a vosotros, finalmente sé cómo utilizar el Báculo de la Destrucción- sonrió y luego añadió-. Aunque haya pasado poco tiempo con vosotros, estoy muy contenta. Adiós.

Kirche sintiéndose condenada, cerró los ojos. Tabitha y Louise cerraron sus ojos también.

Pero Saito no lo hizo.

-Eres muy valiente.

-Bueno, de hecho no es valentía- contestó Saito.

Fouquet presionó el gatillo tal como Saito había hecho. Pero la magia que había ocurrido antes no lo hizo nuevamente.

-¿Eh? ¿Por qué?- Fouquet presionó el gatillo otra vez.

-Sólo tenía un disparo-explicó Saito-, no funcionará más.

-¿Qué quieres decir con ‘un disparo’?- gritó Fouquet enojada.

-Aunque lo explicara, no lo entenderías. Esto no es un báculo mágico de tu mundo.

-¿Qué has dicho?- Fouquet dejó caer el Báculo de la Destrucción y cogió su varita.

Saito se movió tan rápido como un rayo, y golpeó el estómago de Fouquet con la empuñadura de la espada.

-Ésta es un arma de mi mundo. Hmmm… para ser precisos, es un lanzamisiles M72.

Fouquet cayó al suelo. Y Saito tomó el Báculo de la Destrucción.

-¿Saito?- Louise y las otras dos miraron a Saito.

-Hemos atrapado a Fouquet- respondió Saito-, y recuperamos el Báculo de la Destrucción.

Louise, Kirche y Tabitha se miraron las unas a las otras, y entonces corrieron hacia Saito.

Saito, un poco confuso, abrazó a las tres juntas.



Dentro de la oficina del director, el Viejo Osman escuchó al grupo contar lo que había sucedido.

-Hmmm… Así que la Srta. Longueville es Fouquet la Tierra Desmoronadora… Como es tan bonita no lo pensé dos veces al momento de contratarla como mi secretaria.

-¿Cómo fue que la contrató?- preguntó el Sr. Colbert, que también estaba presente.

-En una taberna. Yo era un cliente y ella una mesera. La acaricié lentamente desde sus manos hasta su trasero…

-¿Y entonces qué pasó?- preguntó nuevamente el Sr. Colbert.

-Como no se enfadó conmigo después de lo que hice- confesó apenado el Viejo Osman-, le pregunté si quería ser mi secretaria.

-¿Por qué?- siguió preguntando desconcertado Colbert.

-¡Como sea!- gritó el Viejo Osman, con un vigor inapropiado para un anciano. Empezó a toser. Y después dijo-. Y también podía usar magia.

-Sí, magia que mata- marmulló el Sr. Colbert para él mismo.

El Viejo Osman tosió nuevamente y le dijo de una forma educada al Sr. Colbert:

-Ahora que lo pienso, la razón por la que Fouquet me permitió tocarla por todas partes, por la que me servía vino felizmente y por la que me decía que era un hombre apuesto mientras estuve en la taberna; fue sólo para infiltrarse en la academia. Todos esos halagos fueron probablemente mentiras…

Después de escuchar esto, el Sr. Colbert recordó inmediatamente que Fouquet también lo había convencido una vez, y había revelado la debilidad de las paredes de la cámara. El Sr. Colbert decidió que se llevaría ese secreto con él a la tumba.

-Sí. Las mujeres hermosas son magos letales.

Saito, Louise, Kirche y Tabitha los miraban indiferentemente.

Percatándose de cómo lo miraban sus estudiantes, un apenado Osman aclaró su garganta y recobró su compostura solemne.

-Buen trabajo el de ustedes, han recuperado el Báculo de la Destrucción y han capturado a Fouquet.

Las tres, excepto Saito, agradecieron orgullosamente.

-Fouquet será entregada a los guardias de la ciudad, y el Báculo de la Destrucción regresará a la cámara del tesoro. Finalmente se cierra el caso- acariciando amablemente la cabeza de las tres, Osman añadió-. Le he pedido a la Corte Imperial que les otorgue el título de Chevaliers. Pronto tendremos la respuesta. Y ya que Tabitha ya tiene ese título, pedí que se le diera el Medallón del Elfo.

La cara del trío se iluminó tras escuchar las noticias.

-¿En serio?- dijo Kirche sorprendida.

-Sí. Ya han hecho más que suficiente para merecer el título. ¿No es así? Louise miró a Saito que parecía indiferente desde que entró a la oficina.

-Viejo Osman- titubeó-, Saito… ¿no recibirá nada?

-Sí, eso temo. Porque no es un noble…

-No necesito nada- contestó Saito.

-¡Casi lo olvido!- dijo el Viejo Osman juntando sus manos-. Hoy se hará el Baile de Frigg, como estaba planeado, ya que hemos recuperado el Báculo de la Destrucción.

La cara de Kirche se iluminó.

-Es cierto, ¡olvidemos a Fouquet y bailemos toda la noche!

-La atracción principal del baile seréis las tres. ¡Así que apresúrense y arréglense!

Las tres hicieron una reverencia y salieron de la habitación. Louise se detuvo y miró a Saito.

-Tú ve primero- le dijo Saito a Louise.

Aunque Louise estaba un poco preocupada, asintió y salió de la habitación. Osman miró a Saito y dijo:

-¿Tienes algo que preguntarme?

Saito asintió.

-Por favor, pregunta. Trataré de responder a tu pregunta con todos mis conocimientos. Ya que no pude otorgarte un título, esto es lo mejor que puedo hacer para agradecerte.

A continuación, le pidió al Sr. Colbert que saliera. El Sr. Colbert, que estaba esperando que Saito hablara, no se mostró complacido por tener que salir de la habitación.

Después de que el Sr. Colbert salió, Saito dijo:

-Eso, el Báculo de la Destrucción, era originalmente de mi mundo.

-¿Originalmente de tu mundo?- los ojos de Osman brillaron.

-No soy de este mundo.

-¿Es eso cierto?

-Lo es. Fui transportado a este mundo gracias a la invocación de Louise.

-Ya veo. Si ese es el caso…- Osman entrecerró sus ojos.

-El Báculo de la Destrucción era un arma de mi mundo. ¿Quién fue el que lo trajo a este?

-El que me dio el Báculo de la Destrucción- suspiró Osman- fue mi salvador.

-¿Dónde esta esa persona ahora? Sin duda es del mismo mundo que yo.

-Murió. Eso fue hace más de treinta años…

-¿Qué?

-Hace treinta años, mientras daba un paseo por el bosque, fui atacado por un dragón de dos cabezas. El que me salvó era el dueño del Báculo de la Destrucción. Usó otro Báculo de la Destrucción para matar al dragón y luego se desmayó. Ya estaba herido. Lo traje a la academia y traté sus heridas. Pero no sirvió de nada…

-¿Y murió?

El Viejo Osman asintió.

-Enterré el báculo que él había usado junto a él, al otro lo nombré Báculo de la Destrucción y lo guardé en la cámara en conmemoración de quien me salvó…- Osman miró a la lejanía y dijo-. Todo el tiempo que estuvo en cama, hasta el día en que murió, seguía repitiendo ‘¿Dónde estoy? Quiero regresar a mi mundo.’. Supongo que era del mismo mundo que el tuyo.

-¿Entonces, quién lo trajo a este mundo?

-No lo sé. Hasta el último momento, nunca supe cómo había llegado aquí.

-¡Maldición! Justo cuando pensaba que tenía una pista- se lamentó Saito.

La pista lo había guiado a un callejón sin salida. El salvador de Osman era probablemente un soldado de su país. ¿Pero cómo terminó en este mundo? Aunque Saito realmente quería saberlo, no había forma de enterarse de más.

Osman sostuvo la mano izquierda de Saito.

-Las runas en tu mano…

-Oh, sí. También le quería preguntar sobre eso. Cuando las runas se iluminan, puedo usar perfectamente cualquier arma. No sólo espadas, sino hasta armas de mi mundo…

-Eso ya lo sabía- reflexionó Osman-. Esas son las runas de Gandalfr, el familiar legendario.

-¿Las runas del familiar legendario?

-Sí. Gandalfr era un familiar legendario que podía usar cualquier arma. Esa es probablemente la razón por la que pudiste usar el Báculo de la Destrucción.

-Entonces- Saito estaba confundido-, ¿por qué soy yo el familiar legendario?

-No lo sé- respondió Osman rápidamente-. Lo siento. Pero hay una posibilidad de que las runas de Gandalfr estén relacionadas con que hayas sido transportado a este mundo.

-Oh…- suspiró Saito. Pensaba que podía obtener las respuestas que quería del director, pero aparentemente él tampoco sabía mucho.

-Siento que no pueda ser de más ayuda. ¡Siempre estaré de tu lado, Gandalfr!- Osman abrazó a Saito-. Debo agradecerte una vez más por devolver la posesión de mi salvador.

-No hay problema…- dijo Saito un poco cansado.

-Intenté averiguar cómo llegaste a este mundo, pero…

-¿Pero qué?

-Pero no pude encontrar nada.

-Por favor, no te preocupes. Te acostumbrarás a este mundo a medida que pase el tiempo. Quizá hasta encuentres una esposa aquí…

Saito suspiró nuevamente. La pista para regresar a su mundo se escapó de sus manos así de simple.



Encima del Comedor Alvíss, hay un gran salón. Ahí es donde el baile se llevaba a cabo. Saito se apoyó en la baranda del balcón y observó la gran recepción.

Los estudiantes y los profesores, que estaban vestidos elegantemente, se reunían alrededor de mesas llenas de exquisita comida y charlaban entre ellos. Saito llegó a ese lugar por unas escaleras que guiaban al balcón. Al verlos, Saito sintió que no encajaba y por eso decidió no entrar.

Junto a él había un poco de comida y una botella de vino que Siesta le había traído antes. Saito se sirvió un poco de vino en una copa y lo bebió.

-Eh, ¿no has tomado mucho?- dijo Derflinger, que se apoyaba en el balcón un poco preocupado. Como la espada que Kirche le dio a Saito se rompió durante la pelea, Saito trajo a Derflinger por protección. Como siempre, era un malhablado pero tenía una personalidad despreocupada, así que tenerlo como compañía tenía sus beneficios.

-Eres escandaloso. Y pensar que había encontrado la manera de volver a casa… Al final sólo es un sueño… ¿no puedo beber para ahogar mis penas?

Justo antes de que empezara el baile, Kirche, que usaba un hermoso vestido de noche, acompañaba a Saito. Pero cuando el baile empezó, desapareció. Saito no tuvo más opción que usar a Derflinger como compañero para evitar aburrirse.

En el medio de la pista de baile, Kirche estaba rodeada por un grupo de jóvenes, hablando y riendo. Aunque Kirche prometió bailar con él, pasaría un tiempo antes de que pudiera hacerlo.

Tabitha, con un vestido negro, se daba un banquete con la exquisita comida que estaba en la mesa.

Parece que todos disfrutaban al máximo del baile…

Las puertas del gran salón se abrieron y Louise apareció. Los guardias en la puerta le informaron a todos de la llegada de Louise.

-¡La hija del Duque Vallière, Louise Françoise Le Blanc de La Vallière, ha llegado!

Saito contuvo la respiración.

Louise llevaba un vestido de noche blanco con su largo cabello color fresa atado en una cola de caballo. Sus manos estaban cubiertas con unos guantes de un blanco puro que enfatizaban su esplendor. Su pequeña cara, con su vestido escotado, la hacía brillar como una gema.

Después de confirmar que la invitada había llegado, los músicos empezaron a tocar la música que era increíblemente tranquilizadora.

Alrededor de Louise sólo había hombres cautivados por su belleza, pidiéndole que bailara con ellos. Antes de esto, nadie había notado la belleza de Louise y sólo pensaban en ella como ‘Louise la Zero’. Ahora, el mismo grupo de hombres intentaba ganar su corazón.

Los nobles empezaron a bailar elegantemente en la pista de baile. Louise rechazó la invitación de bailar. Vio a Saito en el balcón y se dirigió hacia allá. Louise estaba de pie, frente al ligeramente borracho Saito y puso los brazos en su cintura.

-Parece que te diviertes- dijo.

-Realmente no…- Saito apartó su mirada de la deslumbrante Louise, pensando que tuvo suerte de que había tomado un poco de vino, así Louise no se daría cuenta de que estaba sonrojado.

Derflinger miró a Louise y dijo:

-Jaja. ¡La ropa sí que hace a la persona!

-No es de tu incumbencia- Louise miró a la espada y cruzó los brazos.

-¿No vas a bailar?- preguntó Saito, evitando la mirada de Louise.

-No tengo compañero de baile- contestó Louise.

-¿No te acabó de invitar ese montón de gente?- preguntó Saito.

Louise no respondió y extendió la mano.

-¿Eh?- dijo Saito, confundido.

-Aunque eres sólo un familiar, haré una excepción- dijo una sonrojada Louise, mientras evitaba la mirada de Saito.

-No querrás decir ‘¿Me permite esta pieza?’, ¿no?- dijo Saito, también evitando la mirada de Louise.

Después de un momento de silencio, Louise suspiró.

-¡Sólo por hoy!- dijo.

Louise sostuvo los bordes de su vestido e hizo una reverencia.

-¿Me concede esta pieza, señor?

Esto hizo parecer a la tímida Louise aún más linda y cautivadora que antes. Saito, sostuvo la mano de Louise temblando, y juntos caminaron hasta la pista de baile.

-Nunca he bailado antes- dijo Saito.

-Sólo sigue el ritmo- dijo Louise, y tomo la mano de Saito amablemente.

Saito imitó a Louise y siguió su ritmo. A Louise no parecía importarle que Saito bailara tan tieso como un palo de escoba y se concentró en bailar.

-Saito, ahora te creo- dijo.

"Saito, ahora te creo."

-¿Qué?

-Dijiste que eras de otro mundo- respondió Louise mientras bailaba elegantemente.

-¿Eh? ¿Antes no me creías?

-En un principio tenía mis dudas de lo que decías…- respondió-, pero el Báculo de la Destrucción… es un arma de tu mundo, ¿cierto? Cuando vi lo que hiciste, sólo me restaba creer en ti- Louise bajó la cabeza y preguntó-. ¿Quieres regresar?

-Sí. Quiero regresar, pero como no hay forma de hacerlo, me tendré que acostumbrar a la vida aquí.

-Tienes razón…- marmulló Louise, y continúo bailando. Después de eso, Louise, seguía sonrojada y no se atrevía a mirar a Saito-. Gracias- dijo abruptamente.

Tras escuchar eso, Saito estaba confundido.

¿Por qué actúa tan rara hoy?

-Bueno… ¿no me salvaste cuando casi me aplasta el golem de Fouquet?- contestó Louise.

Los músicos tocaron una melodía más alegre. Poco a poco, Saito se estaba animando.

Algún día… podré regresar a casa… pero estar aquí no está del todo mal. Louise está muy amable hoy, debería bastarme.

-De nada. Eso es lo que se supone que debo hacer.

-¿Por qué?

-Porque soy tu familiar.

Louise sonrió.

Derflinger que seguía en el balcón, los miró a ambos.

-¡Increíble!- se dijo a sí mismo.

Las lunas gemelas en el cielo iluminaban la pista de baile, y junto a la luz de las velas, creaban una atmósfera romántica en la pista de baile.

-¡Compañero! ¡Me asombras!- exclamó la espada, viendo a su compañero bailar con su ama-. ¿Un familiar bailando con su amo? ¡Ésta es la primera vez que veo algo así!






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