Zero no Tsukaima: Volumen 4 Prólogo

From Baka-Tsuki
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El Lago Lagdorian, situado entre el Reino de Tristein y Gallia, era uno de los lugares más hermosos de Halkeginia. Abarca cerca de seiscientos kilómetro cuadrados, y su ancho era comparable con la distancia entre Tristania, la capital de Tristein, y la Academia de Magia. El lago se encontraba en un lugar relativamente alto, y era hermoso como una pintura. El verdor exuberante del bosque se entrelazaba con el agua cristalina del lago, como una obra maestra que no podía haber sido hecha descuidadamente por un dios agitando su hacha.

Sin embargo, el lago no le pertenecía a los humanos. Era un lugar habitado por los espíritus del agua, quienes fueron los primeros habitantes de Halkeginia. Era el paraíso para los espíritus de agua, que tenían una historia mucho más larga que los humanos. Habían construido un castillo en el fondo del lago y desarrollado su propia cultura y reino. Se decía que aquellos que lo veían, no importaba cuán malos hayan sido, se convertían en una nueva persona.

Estos espíritus de agua eran llamados Espíritus de los Juramentos, y se decía que los juramentos pronunciados ante ellos nunca serían rotos. Los espíritus del agua, de los que se decía sobrepasaban la belleza de los colores del bosque, el cielo y el lago, aparecían raramente frente a los humanos. Muchos años atrás, aparecieron nuevamente para renovar su trato con la Familia Real de Tristain; pero desde ese momento, no habían vuelto a emerger de las profundidades del lago. Por esta razón, incluso si se decía que “los juramentos hechos a ellos no se romperán nunca”, era un asunto extremadamente difícil de probar.



La primera vez que Henrietta y Wales se conocieron fue en el Lago Lagdorian. Sucedió hace tres años… Celebrando el cumpleaños de la Reina Marianne, el Reino de Tristein invitó a personas de cada nación y realizó una gran fiesta al aire libre, en el Lago Lagdorian. La Nobleza y Realeza invitada de todo Halkeginia – el Reino de Albión, el Reino de Gallia, y el Imperio de Germania – se reunió en el lago muy bien vestida, y socializaba hasta contentar su corazón. Fuegos artificiales salían disparados y, bajo una inmensa tienda, se llevó a cabo un baile que duró toda la noche, con la mejor comida y vino del mundo.

Una noche en que se acercaba ya la segunda semana, justo cuando las celebraciones estaban a mitad de concluir, la Princesa de catorce años dejó su tienda e hizo su camino hacia la orilla del lago sin ningún vigilante o guardia. Estaba cansada de las celebraciones, que parecían continuar. Los días habían sido colmados de eventos, como festines, bailes o recitales de poesía. Ya estaba cansada de todos los saludos y los halagos. Quería estar sola y tomar un poco de aire fresco.

Había atravesado el área donde estaban montadas las tiendas con el rostro oculto por una gran capucha y se dirigía a la tranquila orilla. La luna resplandecía brillantemente, creando una ilusoria atmósfera. Cautivada por la vista, Henrietta simplemente observó el lago, que reflejaba el deslumbrante brillo de la luna. Parecía ser que el solo ser cautivada por la visión no la satisfacía. Henrietta miró alrededor. Luego de asegurarse de que no había nadie, despreocupadamente deslizó su vestido. Con una sonrisa traviesa alzándose en su hermoso rostro, lentamente se adentró en el agua.

El agua fría envolvió su cuerpo. Era apenas el principio del verano, así que la frescura le pareció agradable en la cálida noche. Hubiera sido regañada en caso de que el chambelán La Porte la encontrara en un lugar así. Pero había aguantado estar a la fuerza en la fiesta en el jardín por tanto tiempo… Seré perdonada por algo como esto, susurró Henrietta mientras empezaba a nadar. Luego de nadar un rato, sintió de repente que había alguien en la orilla. El rostro de Henrietta se volvió rojo, tratando de esconder su cuerpo con sus manos.

-¿Quién es?

La figura no respondió. ¿Quién podría ser? ¿El molesto chambelán La Porte? ¿Su amiga Louise Françoise, que era un año menor que ella? Pero ella se había escabullido fuera de la tienda sin que alguno de ellos se diera cuenta. Sintiéndose inquieta, exigió saber la identidad de la persona.

-Insolente. Nómbrese- su voz en pánico alcanzó la orilla.

-No soy alguien sospechoso. Sólo salí a dar un paseo. ¿Por qué está usted nadando aquí en un momento como este?

Henrietta se ofendió por sus maneras tan calmadas, a pesar de haberla visto nadar todo este tiempo.

-Pregunté por su nombre, ¿cierto? Aunque pueda no parecerlo, soy la princesa de una nación. Antes de que las cosas se vuelvan feas, diga su nombre y márchese.

Al oír esto, la figura se sintió desconcertada.

-¿Una princesa? ¿Podrías ser Henrietta?

Henrietta se sorprendió por la falta del título ‘Princesa’. Sólo había cinco personas reunidas alrededor del lago que podían dirigirse a ella de esa manera. Sería algo increíblemente insolente si no fuera una de esas cinco personas.

-¿Quién eres?- Henrietta se había quitado la máscara de princesa y preguntaba a la figura con la voz de una niña asustada.

La figura rió. Esto hizo que Henrietta se sonrojara.

-Soy yo, Henrietta. Wales. Wales de Albión. Tu primo.

-¿Wales…? ¿Te refieras al Príncipe Wales?

El Príncipe Wales. El Príncipe de la Corona de Albión. Nunca antes se habían conocido, pero por supuesto ella sabía su nombre. El hijo mayor del hermano de su padre. Ella se sonrojó aún más.

-Llegué esta noche con mi padre. Pensé en darle un vistazo al Lago Ragdorian ya que es tan famoso. Lamento haberte asustado.

-No puedo creerlo...- ya con sus ropas puestas, Henrietta se volvió a Wales-. Puedes voltearte ahora.

Wales había estado de espaldas mientras Henrietta se vestía. En el momento en que él se volvió, algo recorrió la espalda de Henrietta por primera vez en su vida. Su cuerpo, frío por el lago, se volvió caliente, como si una llama la hubiera quemado. Ella sonrió tímidamente ante su aspecto galante. Parecía que Wales había sentido lo mismo que Henrietta.

-Estoy sorprendido. Te has vuelto hermosa, Henrietta…- el asombrado príncipe logró sacar esas palabras de su boca.

"Estoy sorprendido. Te has vuelto hermosa, Henrietta…"

-N-No lo soy…- mirando hacia abajo, Henrietta no podía levantar el rostro.

-No fue mi intención sorprenderte. Sólo vine a dar un paseo y escuché algunas chapoteadas… Cuando vine aquí, me di cuenta de que alguien estaba nadando. Lo lamento, no pude evitar quedarme mirando.

-¿Por qué mirabas?

-¿No son los espíritus del agua que viven en este lago atraídos hacia la luz de la luna? Deseaba ver uno sólo una vez. Se dice que la belleza de los espíritus del agua haría a las dos lunas avergonzarse.

-Lamento haber sido yo, entonces…- sonrió Henrietta.

-En absoluto- dijo seriamente, rascándose la mejilla en una manera avergonzada-. Nunca he visto un espíritu del agua, pero…

-¿Pero…?

-Tú eres más hermosa. Más hermosa que un espíritu del agua.

-¿Es la gente en Albión tan buena con las bromas?- avergonzada, Henrietta ocultó su rostro.

-¡No es una broma! Soy un príncipe, lo sabes. No he dicho una mentira, ¡ni siquiera una vez!- respondió Wales, en pánico-. En verdad pienso que eres más hermosa.

El pulso de Henrietta se aceleró, como si le hubieran echado un hechizo. Aquel primo que estaba frente a ella… El príncipe de otro reino del que ella conocía sólo el nombre. La aburrida fiesta en el jardín se volvió repentinamente colorida y hermosa mientras ambos permanecían ante el destellante lago Ragdorian.

Su relación se volvió muy íntima en muy poco tiempo. Ellos entendían los sentimientos del otro sólo mirándose a los ojos, y también entendían bien que su tiempo juntos era limitado. Cada noche de la fiesta de jardín, Wales y Henrietta se encontraban en el lago. Henrietta ocultaba su rostro con una gran capucha, y Wales usaba una máscara de fantasma como las usadas en los bailes de máscaras. La señal de sus reuniones era el sonido de una pequeña piedra arrojada al lago. La persona que llegara primero debía salir de la maleza donde se ocultaba y después de revisar que no hubiera nadie, usarían una contraseña.

Después de que Wales dijera “En la noche en que el viento sopla”, Henrietta respondería “A un juramento del agua me comprometo”.

Un día en particular, los dos caminaban por el lago tomados de la mano.

- Tardaste bastante Henrietta, estaba empezando a cansarme de esperar.

- Lo lamento. La fiesta se extendió. Estoy tan ansiosa por tomar un paseo ahora.

- Pero… ¿Está bien que te escabullas fuera cada noche?

Henrietta notó que Wales parecía preocupado.

- Está bien. Estoy usando un señuelo.

- ¡Un señuelo! Eso parece bastante serio.

- No es tan grave. Mi amiga con la que me viste comiendo el otro dia…

- ¿Te refieres a la niña delgada con el cabello largo? Wales inclinó su cabeza. La niña que seguía a Henrietta y jugaba con ella. Estaba tan cautivado con Henrietta que él realmente no recordaba su apariencia. Sin embargo, recordaba vagamente el color de su cabello.

- Si. Se viste como yo, y se mete a mi cama en mi lugar. La manta la cubre hasta la cabeza, tanto que si alguien está junto a la cama, no pueden ver su rostro.

- ¿Pero, no es diferente el color de su cabello? Si recuerdo bien, su cabello es rosa mientras el tuyo es… Wales peinó el cabello de Henrietta con sus manos.

- Un hermoso color almendra. Eso la hace un mal señuelo.

- Preparé un tinte especial mágico para el cabello. Pero, me siento un poco culpable. No le he dicho que vengo a verte. Piensa que solo salgo para dar un paseo.

- ¡Eres tan astuta! – dijo Wales riendo.

- ¡Shh! No rías tan fuerte. No sabemos si hay alguien escuchando.

- Nadie vendrá a escucharnos a estas horas de la noche excepto por los espíritus del agua. Ah, quiero verlos al menos una vez. Me pregunto qué clase de belleza hace a las lunas avergonzarse.

Juntando sus labios, le contestó a su amado en tono de queja.

- Oh, ya veo. Tú no quieres estar conmigo. Solo quieres ver a los espíritus del agua y compararme.

Wales inmediatamente paró y tomó gentilmente las mejillas de Henrietta entre sus manos y acercó sus labios. Henrietta se sorprendió, pero entonces cerró sus ojos. Sus labios se tocaron. Después de un momento, Wales retiró su rostro.

- Te amo, Henrietta.

- Yo también te amo. – Henrietta suspiró, muy avergonzada.

Un poco de soledad se reflejaba en los ojos de Wales. Cuando pensó en la idea de su amor, una parte de su mente imaginaba su conclusión. Sus posiciones no les permitirían estar juntos. Si alguien sabia de su relación… probablemente nunca les permitirían volver a verse en un evento formal. Eso era parte de ser un príncipe y una princesa.

Wales comenzó a hablar, tratando de arreglar la atmósfera.

- Hahaha… Ambos hemos nacido con destinos problemáticos. ¡La mayor parte del tiempo que estamos juntos es en la noche, con un disfraz! Si se pudiera, al menos una vez, quisiera caminar contigo por este lago a la luz del sol.

Henrietta cerró sus ojos y lentamente se apoyó contra su pecho.

- Entonces haz un juramento.

- ¿Un juramento?

- Sí. Los espíritus del agua que viven aquí, son conocidos como los “espíritus de los juramentos”. Los Juramentos hechos ante ellos se dice, no se pueden romper. – Susurró Henrietta ocultando su rostro.

- Es una superstición. Solo un viejo cuento.

- Aun si es una superstición, lo creo. Si por creerlo, se cumplirá mi juramento, entonces lo creeré por siempre. Por siempre…

Una lágrima salió de sus ojos y bajó hasta su mejilla. Wales gentilmente limpió la mejilla de Henrietta.

- Te amo, Henrietta, porque me amas mucho más. Así que no llores. El río se desbordará con tus lágrimas. Las personas reunidas aquí se ahogarán.

- Probablemente no sepas lo mucho que te amo. Soy muy seria y tú me tomas el pelo.

- No puede ser eso, Henrietta.

Levantando la punta de su vestido, Henrietta caminó dentro del agua.

- La princesa de Tristain, Henrietta declara ante los espíritus del agua que amara al Príncipe Wales por la eternidad.

- Ahora es tu turno Wales. Haz un juramento como lo hice.

Wales entró al agua y abrazó a Henrietta. Ella se recostó en su hombro.

- ¿Wales?

- Cogerás un resfriado.

- No lo creo. Antes de eso, hice un juramento de que te amaría por siempre. Haz un juramento también.

- Los juramentos que no se rompen son supersticiones.

- ¿Estás diciendo que me cambiarás en tu corazón?

Wales se quedó en silencio un momento, metido en sus pensamientos.

Con una gentil expresión, pronuncio un juramento en el lago.

- El príncipe de Albión, Wales, declara ante los espíritus del agua que un día caminara en el Lago Ragdorian con la princesa Henrietta a la luz del sol, tomados de la mano. Hice el juramento.

Henrietta ocultó su rostro en el pecho de Wales y susurró silenciosamente.

- … ¿Así que no declaraste amarme?

La superficie del lago brillo con una luz. Entonces después de un momento el lago fue engullido por el silencio nuevamente.

Ambos se veían el uno al otro.

Si fue la luz de la luna, o eran los espiritus del agua aceptando sus juramentos, ellos no lo supieron… pero juntos a un lado del otro continuaron observando la belleza del Lago Lagdorian.



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