Fate/Zero:Prologo 1

From Baka-Tsuki
Jump to navigation Jump to search
Prologo

8 años atrás[edit]

Permítenos contarte la historia de un cierto hombre.

La historia de un hombre que, más que nadie en el mundo, creía de verdad en sus ideales, y fue arrastrado a la desesperación por ellos.

El sueño de ese hombre era puro.

Su deseo era que todos en este mundo fueran felices, eso es todo lo que él deseaba.

Es un sueño infantil por el que todos los jóvenes sienten atracción al menos una vez, aquel que abandonan cuando se acostumbran a lo despiadado de esta realidad.

Cualquier felicidad requiere de un sacrificio, eso es algo que todos los niños aprenden cuando se convierten en adultos.

Pero este hombre fue diferente.

Tal vez fue porque era el más ingenuo de todos ellos. Tal vez fue porque tenía algo dañado dentro de sí. O tal vez, él podría haber sido del tipo de personas a las que llamamos “Santos”, aquellos encargados con la tarea de llevar a cabo la voluntad de Dios. Alguien a quien la gente común no puede entender.

Él sabía que para cualquier existencia en este mundo las únicas dos alternativas eran ser sacrificados o ser salvados.

Después de entender esto, nunca fue capaz de vaciar los platillos de la balanza…

A partir de ese día, puso su mente a trabajar para ser quien fuera ese balance.

Para abatir el dolor de este mundo, no existía manera más eficiente.

Para salvar aunque sea solo una vida en un lado, se tenía que renunciar a una vida en el otro.

Eso quiere decir que para dejar que la mayoría de la gente sobreviviera, él tendría que matar a la minoría.

Por lo tanto, en vez de salvar a la gente solo por el valor de salvarla, él se destacaba en matarla.

Una y otra vez, siguió pintando sus manos del color de la sangre, pero ese hombre nunca dudo.

Nunca se cuestiono lo correcto de sus actos ni dudo de su meta, se forzó a si mismo a inclinar la balanza sin fallo.

Jamás cometiendo el error de juzgar mal el valor de una vida.

Sin ningún respeto a la humildad de la existencia y sin ningún respeto a su edad, todas las vidas eran juzgadas equitativamente.

Sin discriminación, el hombre salvo vidas, y, sin discriminación, él las terminaba.

Pero, desafortunadamente, se dio cuenta demasiado tarde.

El valorar todo equitativamente equivaldría a no amar a nadie de manera única.

Si hubiera gravado esa regla inviolable dentro de su espíritu mucho antes, podría haber logrado la salvación.

Congelando su joven corazón en la necrosis, logrando que su ser se convirtiera en una maquina de medición sin sangre o lagrimas, habría seguido llevando una vida eligiendo a aquellos que vivirían y a aquellos que morirían. Probablemente jamás habría habido algún sufrimiento para él.

Pero ese hombre estaba equivocado.

La sonrisa de alegría de cualquiera llenaba su pecho de orgullo, y los gemidos de cualquiera hacían temblar su corazón.

El odio se añadió a su resentimiento y pronto se lleno de arrepentimientos, mientras que sus lágrimas de soledad añoraban que alguien llegara a acercarse hacia él.

Aun cuando perseguía un ideal mas allá de la razón del mundo del hombre — él también era humano.

¿Cuántas veces fue castigado ese hombre por tal contradicción?

Él en verdad conocía la amistad. Él en verdad conocía el amor.

Aun cuando se puso la vida de ese ser amado y la de incontables números de perfectos desconocidos, en los platillos izquierdo y derecho de la balanza—

Definitivamente jamás cometió un error.

Más que amar a alguien, para juzgar esa vida de igual forma que la de otros, él tenía que evaluar imparcialmente, y renunciar imparcialmente a ella.

Aun cuando se encontrara con alguien amado, siempre parecía estar de luto.

Y ahora, a ese hombre se le estaba infligiendo el más grande de los castigos.

Afuera de la ventana, una tormenta de nieve había congelado todo. Una noche de mediados del invierno había congelado el piso del bosque.

El cuarto se encuentra en un Viejo Castillo construido en el suelo congelado, pero era protegido por una gentil flama ardiendo en la chimenea.

En el calor de ese refugio, el hombre sostenía una nueva existencia entre sus brazos.

En verdad era pequeña — un cuerpo tan diminuto que podría ser efímero, y con tan poco peso que fallaba al indicar que estaba listo.

Una respuesta delicada puede ser peligrosa, como con los primeros copos de nieve sostenidos en la mano, los cuales se desmoronan con el más mínimo movimiento.

En una frágil ansiedad, el bebé preservaba su temperatura corporal durmiendo, respirando frágilmente. Eso es todo lo que el modesto latir de su corazón puede hacer en estos momentos.

“No te preocupes, ella está durmiendo.”

Mientras él levantaba al bebe en sus brazos, la madre, descansando en la cama, les sonreía.

Tomando en cuenta el aspecto débil del bebé, ella aun no se encuentra bien, y su complexión no es perfecta, pero aun así, su bello rostro, parecido al de una joya, no parece rendirse de ninguna manera.

Sobre todo, el color de la felicidad ilumina su sonrisa y borra todo el cansancio que debería descomponer su gentil mirada.

“Ella siempre ha sido algo problemática y llorona, aun con las enfermeras a las que ya se ha acostumbrado. Es la primera vez que deja que la carguen de manera tan silenciosa… Ella lo entiende, ¿no es verdad? Eso es porque eres un buen hombre.”

"..."

Sin responder, atónito, el hombre comparaba a la madre recostada en la cama con el bebé en sus brazos. ¿Acaso la sonrisa de Irisviel se había visto tan deslumbrante?

Ella originalmente era una mujer con poca felicidad. Nadie habría pensado en darle el sentimiento llamado felicidad. Ella no era una creación de los Dioses, fue construida por la mano del hombre…. Como un homúnculo, tal trato era normal para esa mujer. Irisviel nunca había tenido ningún deseo.

Creada como una marioneta, criada como una marioneta, tal vez desde un principio ella nunca entendió el significado de la felicidad.

Y ahora — ella esta tan resplandeciente.

“En verdad estoy feliz de haber tenido a esta bebé.”

Mostrando silenciosamente su amor, Irisviel von Einsbern pronuncio estas palabras, observando al bebé que dormía.

“De ahora en adelante, ella será antes que nada, la imitación de un ser humano. Puede que sea duro y puede que ella odie a la madre que le dio esta dolorosa vida. Pero, a pesar de eso, soy feliz. Este bebé es adorable, ella es esplendida.”

Su apariencia no era nada fuera de lo usual, y, solo observándola, ella era un adorable bebé, pero—

Mientras se encontraba en el vientre de la madre, una cantidad de tratamientos mágicos fueron llevados a cabo en el cuerpo del bebé, adecuándolo para que, aun más que su madre, ella fuera diferente a los humanos. Aunque nació, su utilidad estaba restringida, de tal manera que su cuerpo era solo un mero conjunto de circuitos mágicos. Esta era la verdadera naturaleza de la amada hija de Irisviel.

A pesar de tan cruel nacimiento, Irisviel aun decía, “Está bien” Dando a luz a tal cosa, nacer como tal cosa, ella ama a esta existencia, se enorgullece de ella y sonríe.

La razón de tal fuerza, de ese corazón tan seguro, era que ella, sin ninguna duda, era una “Madre”

La chica que podría haber sido solo una marioneta encontró el amor y se convirtió en una mujer, y encontró una fuerza inamovible como madre. Eso debería de tener la apariencia de una “felicidad” que nadie podría invadir. Justo entonces, la habitación de la madre e hija que era protegida por el calor de la chimenea se encontraba indiferente a toda la desesperación y la tristeza.

Pero — el hombre lo entendía. Que para el mundo del que formaba parte, la tormenta de nieve afuera de la ventana era más apropiada.

"Iri, Yo — "

Al disparar esa única palabra, el pecho del hombre se sintió como si fuera atravesado por una espada. Esa espada era el pacifico rostro durmiente del bebe y la deslumbrante sonrisa de la madre.

“Yo seré, algún día, la causa de tu muerte.”

Como si sintiera que vomitaba sangre, Irisviel asintió con una pacifica expresión a esta declaración.

“Lo comprendo. Por supuesto. Ese es el deseo más profundo de los Einsberns. Es para eso que fui creada.”

Ese era el futuro que ya había sido decidido.

Después de que 6 años hubieran pasado, el hombre llevó a su esposa a su lugar de muerte. Como una de las victimas para salvar al mundo, Irisviel se había convertido en el sacrificio para su ideal.

Ese era un asunto que había sido discutido entre ellos en varias ocasiones, uno en el que habían llegado a un acuerdo.

El corazón del hombre ya se había quedado sin lágrimas ante esa decisión, maldiciéndose por ella, y cada vez, Irisviel lo había perdonado y le había dado ánimos.

“Conozco tus ideales, y me he encariñado con tus plegarias; es por eso que estoy aquí ahora. Tú me guiaste. Tú me diste una vida que no estaba destinada para una marioneta.”

Por el mismo ideal, ella se sacrifica a sí misma. Ella se volvió una parte de él de esa manera. Esa fue la forma que tomo el amor de la mujer llamada Irisviel. Dado que se trataba de ella, el hombre fue capaz de permitirlo.

“No necesitas sufrir por mí. Ya soy una parte de ti. El soportar solo el dolor de tu partida ya es suficiente.”

“… Así que, ¿Qué hay de ella?”

El cuerpo de la infante era tan ligero como una pluma, aun así un peso de una dimensión diferente hacia que las piernas del hombre temblaran.

Él no podía entenderlo aun, ni estaba preparado para hacerlo, sobre lo que haría cuando tuviera que poner a esa niña en contra del ideal que cargaba.

No juzguen o perdonen el estilo de vida de este hombre. Aun no existe el poder para ello.

Pero, aun con una vida tan pura, sus ideales eran crueles.

Sin ningún respeto a la humildad de la vida, y sin ningún respeto a la edad, todos eran tratados igualmente —

“Yo… no merezco sostenerla.”

El hombre solo soltó un murmullo, a pesar de que su dulzura probablemente sería aplastada por la locura.

Una lágrima cayó en la mejilla rosada del bebé en sus brazos.

Llorando silenciosamente, el hombre cayó sobre una de sus rodillas.

Para exiliar la crueldad del mundo, él aspiraba a una crueldad más grande… Y, aun así, para el hombre que aun tenia a gente a la que él amaba, eso era infligir finalmente el más grande de los castigos.

El ser que más amaba en este mundo.

Aun si eso significara la ruina del mundo, él deseaba proteger eso.

Pero, el hombre lo entendía. El momento llegaría cuando la justicia en la que él creía demandaría el sacrificio de una vida tan pura — ¿Qué tipo de decisión tomaría el hombre llamado Emiya Kiritsugu?

Kiritsugu lloraba, asustado del día que podría estar por venir, asustado de esa oportunidad de uno en un millón.

Sosteniendo su pecho aun más fuerte entre sus brazos, Irisviel levanto su cuerpo de la cama y puso su mano gentilmente en el hombro de su marido quien rompió en lágrimas.

“Nunca lo olvides. ¿Acaso no era tu sueño? Un mundo donde nadie tuviera que llorar de esta manera. Ocho años más… Y tu batalla se habrá terminado. Nosotros llevaremos a cabo ese ideal. Estoy segura de que el Grial te salvara.”

Su esposa, entendiendo completamente su agonía, limpiaba las lágrimas de Kiritsugu tan gentilmente como era posible.

“Después de ese día, deberás de sostener a esa niña, Ilyasviel, una vez más. Alza tu pecho como un padre normal.”


Regresar a: Ilustraciones de la Novela Ir a: Página Principal Avanzar a: Prologo: 3 años atras