Hikaru ga Chikyuu ni Itakoro:Volumen1 Capítulo 3

From Baka-Tsuki
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Capítulo 3: Aunque todos me consideran una experta en el amor.[edit]

—Ah, ¿es en serio? ¿Por qué nadie atiende?


Honoka Shikibu, en su habitación, se sentía cada vez más nerviosa mientras sostenía el teléfono junto a su oreja.

Ya se encontraba en el bus, camino a casa, cuando se percató de que había perdido su teléfono. Pretendía tomar su teléfono para actualizar su blog, como solía hacer de costumbre, pero no encontró más que su bolsillo vacío.

Regresó de inmediato a la escuela y busco frenéticamente por los alrededores: en los escritorios del aula de clases, en los pasillos y en todos los lugares que había visitado. Sin embargo, no logró encontrar su teléfono.

¿Qué debería hacer? Nadie lo ha traído a la sala de profesores. ¿Lo habré dejado caer en aquel momento?

Después de la escuela, alguien la había atacado mientras caminaba por el pasillo.

El culpable no era otro que el compañero de clases que se sentaba a su lado, el delincuente pelirrojo de los ojos salvajes. ¡Y por si fuese poco, había restregado el rostro en sus pechos! ¡Ese pervertido, idiota, bastardo... Akagi Koremitsu!

Quizá siga molesto por haberle arrebatado el pan yakisoba durante la hora de almuerzo, obligándole a pasar hambre.

Mientras más pensaba en ello, más ganas sentía de propinarle unas buenas patadas, y su piel comenzó a agitarse como si de un sarpullido se tratase.

Puede que el teléfono se hubiese deslizado de su bolsillo cuando le había pisoteado; era la única posibilidad que se le ocurría. Si alguien lo encontrase y viese su contenido...

Su visión se oscureció y sintió como si su garganta se comprimiese; su pulso se aceleró.

¡No! ¡Cualquier cosa, excepto eso!

Sujetó el auricular con fuerza mientras colgaba, y sacudió la cabeza. Su brillante cabello color té le golpeó la cara.

Todo estará bien. Puede que alguien lo recogiese y lo haya traído a la sala de profesores. Pero, pero, ¿qué pasa si alguien inconveniente como Akagi lo encuentra y ve su contenido ..? ¡UWAAAHH! No, no, no debo pensar más en ello.

Deseó alejar tal pensamiento de su mente, pero su estómago continuó doliéndole; apenas pudo probar el cerdo agridulce que tanto amaba.

Al día siguiente, a primera hora, Honoka corrió a la sala de profesores sólo para descubrir que su teléfono aún no había sido devuelto, y no pudo hacer más que regresar a su clase.

—No luces muy bien, Hono. ¿Ocurrió algo?

Su buena amiga, la representante de la clase, que usaba anteojos y llevaba el cabello en pequeñas trenzas, preguntó con preocupación.

—No ... no es nada.

Se llevó la mano al estómago y respondió, aturdida.

En ese momento, Koremitsu Akagi entró al aula y, silenciosamente, se sentó junto a ella.

Si su teléfono no hubiese desaparecido, ella lo hubiese atacado con una andanada de insultos, tales como “pervertido”, “abusador”, y cualquier otra cosa que le viniese a la mente, pero no se le ocurrió nada. No quería mostrar ningún signo de vacilación, y estaba a punto de fulminarle con la mirada, pero, por alguna razón, ¡Koremitsu ya le estaba mirando!

Por un momento, el corazón de Honoka casi dejó de latir.

—¡Geh!

Se apresuró a desviar la mirada.

Su pecho resonaba como una campana matutina.

¿Por qué me está mirando? ¿Por qué? Él la miraba con ojos entrecerrados, labios sellados y el ceño fruncido; su rostro expresaba seriedad.

Las rodillas de la chica temblaron de miedo y no se atrevió a seguir mirando a Koremitsu.

En cuanto terminó el período de tutoría, Koremitsu le susurró a Honoka:

—Tu objeto más preciado se encuentra en mi posesión. Durante el descanso, sube a la azotea.

—!

Una vez más, su corazón casi se congeló.

Tras pronunciar aquellas palabras, Koremitsu volvió a guardar silencio.

Ese delincuente, pervertido, y violador de Koremitsu Akagi, había leído el contenido de su teléfono, sin duda.

Sin duda, sabía el secreto de Honoka.

Durante el descanso, después del primer período, Koremitsu salió del aula.

Honoka se dirigió a la azotea un minuto después de él, luciendo tan enferma como un paciente de hospital.

Supongo que estará planeando usar el teléfono para chantajearme y amenazarme. Menuda bajeza.

Pero, exactamente, ¿qué clase de peticiones egoístas haría?

Honoka, tras tropezar un par de veces, sintió una aprensión extrema, y le dolía el estómago como si contuviese algo pesado en su interior.

Abrió la puerta a la azotea y encontró a Koremitsu allí de pie, con las manos en los bolsillos.

Su espalda estaba encorvada.

Su despeinado cabello rojo ondeaba con el viento.

En cuanto notó la llegada de Honoka, se volvió para mirarla. Su feroz y vengativa mirada parecía desafiar al mundo entero, mientras fruncía el ceño ante Honoka.

Sin importar cómo se le mirase, era imposible no verlo como un delincuente, una persona peligrosa.

Honoka casi se desmaya.

Sin embargo, si llegase a dar muestras de debilidad, sería devorada, con huesos incluidos.

No podía permitirse sucumbir ante él.

Se apartó el cabello con una mano y le devolvió el ceño fruncido a Koremitsu.

—¿Qué quieres de mí? Estoy ocupada.

—Este teléfono es tuyo, ¿no?

Koremitsu le mostró el teléfono como si fuese el personaje principal de Mito Kōmon, mostrando su emblema[1].

Honoka sintió dolor en su pecho.

—A-A-Así es.

Se preguntó si debería sonreír y agradecerle, o si debería reñirle por no devolver el teléfono antes, durante la clase.

Sin darle tiempo de decidir, Koremitsu dijo algo que la tomó por sorpresa.

—Perdona, lo leí por accidente.

—!

—El mensaje, cuyo asunto mostraba el nombre de la “Princesa Púrpura”.

—!!!

—Leí la “Mansión de la Princesa Púrpura”.

—¿Y...Y...Y...Y...Y…?

Quería mantener la compostura y preguntar “¿Y qué?”, Pero su lengua se rehusaba a obedecerla.

La temperatura de su cuerpo pareció cambiar, y no estaba segura de si su rostro se oscurecía o palidecía.

¡LEYÓ EL BLOG!

En otras palabras, había navegado a través de las novelas y las conversaciones de amor.

—Así que tú eres la “experta en el amor” de la que todos hablan.

Koremitsu acercó su rostro al de Honoka.

Honoka quedó de piedra.

¿Q-Qué estará planeando? ¡Este delincuente! ¡Violador!

Realmente consideró molerlo a patadas en la azotea si se atrevía a tocarla.

Honoka adoptó una postura de defensa, y los labios de Koremitsu se curvaron. Levantó las cejas y habló con tono serio:

—Primero que nada, lo de ayer fue un accidente. No soy ni un violador, ni un pervertido. Y ahora, regresemos a lo que nos compete.

¿Lo que nos compete? ¿Piensa saldar cuentas conmigo?

Tragó saliva.

—¡Por favor, enseñame cómo persuadir chicas y abrir sus corazones!

El delincuente pelirrojo inclinó la cabeza, y Honoka no pudo hacer más que mirarlo boquiabierta.



A devir verdad, la propia Honoka no era fanática de tratar con hombres.

Ese hecho se debía a que, durante la primavera de su primer año de secundaria, conoció a un pervertido senil.

Después de la escuela, Honoka caminaba alegremente a su casa, y el sol aún no se había puesto.

Vislumbró a un hombre vestido con abrigo y gafas de sol, arrodillándose junto al camino.

—¿¡Está bien!?

Sorprendida, se acercó a preguntar, pero aquel hombre se puso de pie y abrió su abrigo, exponiendo su cuerpo completamente desnudo y la erección en su entrepierna.

Honoka gritó y salió corriendo.

¿Qué?

¿Qué fue eso?

¿Qué era esa cosa repugnante en su entrepierna?

¿Todos los hombres son así? ¡Nooo! ¡Qué asco!

Desde entonces, se veía asaltada por el recuerdo de aquella escena, y era lo suficientemente horrible como para gritar.

Durante un tiempo, recordaba a aquel pervertido cada vez que miraba los rostros de sus compañeros de clase; su cuerpo se ponía rígido y apartaba la mirada, tratando de actuar de forma natural, pero en el fondo preguntándose si sería capaz de encontrar el amor mientras recordase aquel incidente.

Si no lograba volver a interesarse en los hombres, tendría que aceptar que había sido derrotada por aquel pervertido.

Honoka se encontraba perturbada a raíz de ello, y era lo suficientemente orgullosa como para no ceder.

Por lo tanto, comenzó a entrenar en un gimnasio de kickboxing, aprendiendo técnicas que podría utilizar en caso de verse envuelta en problemas, y comenzó a escribir historias de amor en un intento de aumentar su tolerancia hacia los hombres.

Al principio, exageró con lo poco realistas y repugnantemente dulces que eran las historias. “¡Es imposible que eso suceda en la vida real! Ningún hombre soltaría líneas tan cliché”. Se criticaba a sí misma mientras se sonrojaba y se retorcía en la silla. A medida que pasaban los días, sus habilidades de escritura mejoraron.

El número de lectores aumentó con el tiempo, y en cada actualización recibía respuestas como “Está muy interesante” y “La historia de amor de Natsuno es muy conmovedora”. Estas respuestas llenaron de alegría a Honoka, por lo que comenzó a escribir historias con mayor frecuencia.

Alguien dejó un comentario en el blog de Honoka pidiendo ayuda acerca de un problema amoroso, y una vez respondió, todos los demás comenzaron a enviar sus propias consultas amorosas.

Honoka poseía una personalidad de “hermana mayor”, y le encantaba ayudar a los demás a resolver sus problemas. Contestaba personalmente todas las preguntas que le hacían, y comenzó a ser aclamada, sin desearlo, como la “experta en amor”.

Pero, ella nunca había salido con un chico.

—Por favor.

El delincuente se encontraba frente a ella, colocando las manos en sus muslos mientras hacía una reverencia.

—Por favor... sé mi heliotropo. Sé mi fragancia púrpura.

Honoka quedó atónita ante aquellas palabras tan repentinas, pero el chico siguió suplicándole, y le preguntó cómo podía abrir el corazón de Aoi Saotome, cómo podía cortejar chicas.

Vamos, eres un violador. ¿Por qué te pones tan serio?

Un sudor frío comenzó a descender gradualmente de sus poros hacia su sien.

¿Qué debería hacer? Al parecer, realmente cree que soy la “experta en amor”. Uh, fingí ser la mujer perfecta en mi blog, pero nunca he salido con un chico. ¿Cómo podría decirle algo tan vergonzoso?

Koremitsu continuó con la cabeza baja, como si de una estatua se tratase.

Honoka sólo lograba ver su despeinado cabello rojo, con un remolino en el centro.

Las palmas de sus manos estaban sudorosas, pero su personalidad amable la obligó a continuar.

Tal vez se hubiese equivocado al patearle el día anterior.

...

Lucía como un delincuente, pero podía ser noble de corazón...

Además, había visto el contenido de su teléfono, por lo que conocía su punto débil...

—Si prometes no decirle a nadie que soy la Princesa Púrpura, podría ser capaz de ayudarte.

Y así, finalmente pronunció aquellas palabras.



♢ ♢ ♢


Y así, comenzaron los consejos amorosos de Honoka.

—¿No está dispuesta a escuchar una sola palabra tuya? Y además, te arrojó pinceles, cubos y paletas, ¿eres idiota? Su Alteza Aoi, de Segundo Año, es una verdadera princesa, descendiente de verdaderos nobles. Muchas de las personas en el campus de nuestra escuela, inscritas desde el jardín de niños, pueden clasificarse como “nobles”; pero a Aoi se le considera en una mejor posición que todos ellos. ¡Es obvio que serás rechazado por esa flor inalcanzable! De acuerdo... es un poco anticuado, pero ¿por qué no intentas escribirle una carta de amor? Demuéstrale, con una carta apasionada, que vas en serio. Una carta intelectual que la sorprenda con lo refinado que eres.

—... ¿Una chica puede ser feliz sólo con un par palabras?

Koremitsu frunció el ceño mientras refunfuñaba.

—¡“Palabras” no, una carta! ¡Una nota! ¿Quién puede conformarse con un discurso oral, que puede ser improvisado en el momento?

¿Quién podría ser feliz con cualquiera de esas cosas?

Tras escuchar sus palabras, Koremitsu pensó para sus adentros y se sentó a la mesa para escribir su carta a Aoi.

Guiado por Honoka, expresó sus pensamientos a través de palabras, formuló oraciones mediante aquellas palabras, formó párrafos e incorporó el cuerpo del texto para crear la carta de Aoi, que Honoka revisó.

Honoka estaba impresionada ante la artística caligrafía de Koremitsu.

Los trazos de su bolígrafo eran fácilmente legibles, meticulosamente elaborados, y poseían cierta firmeza y masculinidad en su estructura.

La composición de la carta era como la de un alumno de primaria, y Honoka no pudo evitar preguntarse si no tendría remedio. Sin embargo, consideró que tan hermosa letra, por sí sola, podría ser adecuada para expresar amor.

La propia Honoka estaba ansiosa, y, a la mañana siguiente, tras encontrarse con Koremitsu en la estación, se dirigió a la escuela y deslizó, dentro el casillero de zapatos de Aoi, la carta que Koremitsu había copiado en casa.

Los dos se hicieron a un lado para observar la escena, y Aoi, con su piel de marfil, no tardó en aparecer.

El cabello de ébano que cubría sus hombros provocaba que su piel se viese mucho más pálida, y su cuerpo extremadamente frágil.

Mmm, viéndola bien, realmente es una princesa que no coincide con Akagi en absoluto. Bueno, después de todo, es la prometida de Hikaru-sama...

Recordó la apariencia del chico bautizado como “Hikaru-sama” y su carisma, propia de un comandante, por el cual las chicas le admiraban.

Honoka no era amante de los hombres delicados, pero su expresión amable y su sonrisa resplandeciente generaban un conflicto en su interior. Sin importar la cantidad de escándalos en los que estuvo involucrado, su grandeza y pureza eran eternas. Ella podía entender los sentimientos de las chicas que se sentían atraídas por esa clase de personajes.

Había un homenaje dedicado a Hikaru-sama colgado en el tablón de anuncios junto a la escalera, y las chicas, en su afán de continuar escribiendo en él, le agregaron cinco papeles de color extra, buscando así expresar su tristeza.

Cualquier hombre luciría poco agraciado al ser comparado con un príncipe sonriente.

Pero el matrimonio había sido arreglado por sus padres, y Su Alteza Aoi no parecía estar de acuerdo en lo absoluto. Tal vez le molestase la actitud de Casanova que caracterizaba a Hikaru-sama. De ser así, tendremos que mostrarle nuestra sinceridad.

Junto a Honoka, se encontraba Koremitsu, observando a Aoi con un rostro rígido.

Probablemente deseaba mostrar una expresión seria, pero, a los ojos de Honoka, parecía expresar un odio extremo.

Uhh ... Creo que, en lugar de sinceridad, está demostrando obsesión.

Fue entonces cuando Aoi vio la carta.

Frunció ligeramente el entrecejo.

Una línea de palabras, prolijamente escritas junto al nombre del remitente, rezaban: “No soy un acosador”.

Tras leer aquello, rompió la carta por la mitad.

—!

—!

Colocó las dos mitadas una encima de la otra, las rompió una vez más, arrojó los trozos a un cubo de basura y se marchó.

—Oye, “Experta en el Amor”, esa estúpida chica no hizo más que romper la carta sin leerla siquiera.

—B-Bien, siguiente plan.


—¿Entendiste? En cuanto se acerque Su Alteza Aoi, te daré la señal, y te acercarás con naturalidad. Finge que tu libreta cae por accidente. Su Alteza Aoi la recogerá, sin duda. Cuando eso ocurra, aprovecha la oportunidad para disculparte con ella, como un caballero.

—Ah, de acuerdo.

Había llegado el segundo descanso entre clases.

Ambos estaban al acecho, pues habían anticipado el traslado de Aoi desde su aula de clases a la sala de biología. Era un método anticuado, pero este enfoque clásico resultaría eficaz con una princesa tan delicada como Aoi.

—¡Ahí viene!

Honoka dio la señal, y Koremitsu se acercó.

¿Por qué te llevas las manos a los bolsillos? ¡Luces como todo un delincuente!

Koremitsu planeaba, con las manos en los bolsillos, dejar caer su libreta “accidentalmente”.

¡Ahhh, vamos! ¡No bajes el mentón, ni encorves tu espalda así! ¿Por qué le miras con esa mirada asesina, hacienda pucheros?

Bajo la mirada dubitativa de Honoka, Koremitsu dejó caer su libreta.

Aoi caminó en dirección a la libreta caída de Koremitsu.

No había dudas. La chica recogería su libreta...

...O no.

En lugar de eso, la pisó y se marchó.

—Oye, ahora mi nueva libreta tiene una huella estampada.

—…¡Siguiente plan!


Y así, Koremitsu siguió las instrucciones de Honoka e intentó encontrarse con Aoi por casualidad, pero parecía que Aoi ignoraba a Koremitsu sin importar qué.

A pesar de la cantidad de formas en que Koremitsu intentaba llamar la atención de Aoi, ella lo ignoraba fácilmente, mirando hacia el frente con una mirada vacía, evidentemente fingida. Luego, no hacía más que alejarse de él.

Después de clases, en la azotea.

—Tus estrategias no están funcionando en lo más mínimo, “Experta en el Amor”.

Honoka protestó en respuesta a la queja de Koremitsu.

—Tu rostro es demasiado salvaje, ¿de acuerdo? ¡Cualquiera mantendría la guardia alta al ver ese rostro tuyo acercándose!

—¿Acaso pretendes que me haga cirugía plástica?

—Uhh, en ese caso, tendremos que usar tus defectos a nuestro favor. Te haremos lucir como un buen chico a pesar de tu aspecto criminal. Muy bien, ¡hagámoslo, delincuente tsundere!

—¡NO SOY UN DELINCUENTE!


Al día siguiente, Koremitsu se equipó con una variedad de artículos que mostraban imágenes de gatitos.

Llevaba insignias de gatitos en el pecho y en los zapatos. Sus calcetines tenían huellas de gatitos estampadas en ellos, la correa del llavero de su teléfono consistía de un gatito mascota, y la cabeza de un gatito de juguete sobresalía de su mochila.


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De acuerdo a Honoka, a Aoi le gustaban los gatos. El protector de pantalla de su teléfono celular era una foto del gato que ella misma había criado, al cual amaba.

El nombre de aquel gato era Shell Blue, y, al parecer, lo había recogido de una caja de cartón en el parque. Era un gato callejero, pero Aoi le dedicaba toda su adoración a Shellblue, y ambos solían acurrucarse en la cama.

Tras asegurarse de que Aoi se trasladaba a la escuela en autobús, Koremitsu y Honoka esperaron por ella en la parada de autobús, y comenzaron su tarea.

Aquella mañana, el rostro de Aoi estaba más pálido que nunca, y daba la impresión de estar notablemente inquieta.

El dúo pasó a su lado, charlando lo suficientemente alto como para ser escuchados.

—Oye, Akagi. Los gatos que salvaste de ahogarse en el río ayer, ¿están bien?

—Sí, menuda tormenta la de noche. Los cuatro gatos, que flotaban río abajo en una caja de cartón, siguen llenos de energía.

—Escuché que también salvaste a un gato del ataque de un cuervo.

—Oh, ¿aquella gata embarazada? La ayudé a dar a luz.

—Sí que te gustan los gatos, ¿eh? Admito que me equivoqué al patearte, pensé que eras un violador. Es imposible que alguien que ame a los gatos sea mala persona. Oh, sí, ¿escuché que tienes una colección de fotos de gatos?

—Oh, puedo mostrártelas cuando quieras.

Por fin, Aoi, que había estado caminando detrás de ellos, les interrumpió.

—Perdonen…

Las orejas de Koremitsu y Honoka se levantaron.

¡Esta funcionando!

Sin embargo...

—Por favor, ¿podrían apartarse del camino?

Preguntó aquella fría voz.

—Oh, lo siento.

Koremitsu no tardó en hacerse a un lado

Aoi, al pasar a su lado, les dedicó una mirada aterradora.

—... Oye, “Experta en el Amor”, me han ignorado una vez más, ¿no?

Koremitsu refunfuñó.



♢ ♢ ♢


—En mi opinión... ¿no es mejor si te rindes?

Era la hora del almuerzo.

Honoka y Koremitsu se encontraban frente a la barandilla en la azotea de la escuela, admirando el paisaje, y Honoka expresó lo que pensaba sobre los sucesos de los últimos días.

—Siento mucho no poder ayudarte, a pesar de que fuiste tan lejos como para pedírmelo con una reverencia, pero tras ver la respuesta de Su Alteza Aoi, siento que es imposible.

Honoka vacilaba sobre decir algo tan desalentador como eso, y tras pronunciar aquellas palabras, se sintió llena de remordimiento.

—Ya lo has intentado todo. Pensé que no eras más que un delincuente, un mal sujeto, pero me ha impresionado verte ir tan en serio con la persona que te gusta. Ya que has hecho todo lo que estaba a tu alcance, no creo que rendirte sea mala idea.

Normalmente, sería difícil para cualquiera levantarse tras ser rechazado por la persona amada. Sin embargo, Koremitsu seguía de pie, sin importar cuántas veces fallase.

No importaba cuán incómodas o vergonzosas fuesen las instrucciones de Honoka, él las seguía al pie de la letra.

A pesar de que era un violador...

—Si no te importa, te presentaré algunas chicas que no estén comprometidas.

Dejó escapar aquellas palabras por accidente…

Esto es malo... ¿a quién podría presentárselo? Aunque conozco a muchas chicas solteras ... bueno, tal vez a Riko. Dado que le gustan las películas de terror, creo que podría poseer cierta resistencia a rostros aterradores...

Mientras reflexionaba sobre si conocía a alguna chica que no se viese afectada por la apariencia de Koremitsu, éste la interrumpió.


—Tiene que ser ella.


Mientras decía ésto, la mirada de Koremitsu descendió hacia la barandilla.

Honoka dirigió su atención a Koremitsu y lo vio fruncir el ceño, su rostro estaba lleno de agonía, y sus manos temblaban mientras sujetaban la barandilla.

A pesar de esta posición abatida, bajo aquél despeinado cabello rojo que le colgaba de la cabeza, sus ojos exhibían un aura intensa.

—Nunca me rendiré, cueste lo que cueste.

Hizo esta declaración con firmeza.

Honoka estaba hipnotizada al observarle de perfil, percibiendo la determinación en su voz.

¡BA-DUM! Su corazón saltó, y su rostro se calentó como si ardiese.

¿Q-qué es ésto?

¿Por qué me estoy sonrojando?

Y mi pecho... es una sensación insoportable, ¿qué significa ésto?

¿Es a causa de Akagi?

¿Porque Akagi dijo que no se daría por vencido?

Cualquier otro chico se hubiese rendido mucho antes. Se murmuraba que, tras la muerte de Hikaru, muchos hombres se habían acercado a Aoi, pero todos se habían rendido poco después de que ella los rechazara con frialdad.

Todos los chicos que intentaron cortejarla eran apuestos, académicamente destacados, niños ricos, repletos de confianza en sí mismos: eran hijos de “nobles”, y habían estado en esta escuela desde el jardín de niños.

Sin embargo, Koremitsu, quien gozaba de la mala reputación de ser considerado un delincuente, quien era considerado peor que un plebeyo, un perro salvaje quien no le llegaba a los talones a ninguno de ellos, decía que jamás se rendiría.

Koremitsu se volvió para observar a Honoka.

Su expresión estúpidamente directa, una expresión llena de decisión, miraba directamente a Honoka.

—Perdona por hacerte ayudarme cuando estás tan ocupada. Gracias, pero intentaré seguir por mi cuenta.

Habló sin reparos.

Tras escuchar aquello, Honoka sintió que su rostro ardía mientras su corazón latía con más fuerza.

—Incluso si lo vuelves a intentar, puede que no tengas éxito.

Koremitsu endureció su rostro mientras se volvía hacia Honoka con fuerte convicción.

—Incluso así, tengo que intentarlo.

El viento agitó el cabello rojo de Koremitsu.

Honoka vaciló.

A pesar de que es un delincuente, un violador...

Murmuró en su corazón.



♢ ♢ ♢


¿Por qué estoy tan preocupada por Akagi?

Ya dijo que no necesitaba mis consejos amorosos...

En cuanto terminaron las clases del día, Honoka, llena de desánimo, guardó los útiles en su bolso.

El asiento de al lado estaba vacío. Evidentemente, había ido corriendo hacia Aoi.

Ese idiota. No hay duda de que será rechazado una vez más.

—Hono... últimamente estás muy amistosa con Akagi.

—¡¿EH!?

La buena amiga de Honoka, que usaba el cabello trenzado, Michiru, intervino de repente, y Honoka se estremeció, sorprendida.

—¡Ah, pienso lo mismo! Eres capaz de hablar con Akagi. ¿No te da miedo?

—Escuché que lograste entablar una buena conversación con Akagi en la azotea. ¿Es cierto?

Las chicas se acercaron a ella, interrogándola con entusiasmo.

Las puntas de sus orejas estaban ardiendo.

—¿P-Pero qué están diciendo? ¿Cómo podría pasar algo entre ese delincuente y yo? Sea como fuere, es imposible. Me gustan los chicos listos, tímidos... Sí, me gustan esa clase de chicos intelectuales —negó rotundamente.

Vamos, ¿qué clase de broma es ésta? ¿Un rumor sobre Akagi y yo?

—Escucha, muchos chicos guapos te han confesado su amor, Honoka.

—Pero los has rechazado a todos con un “mejor seamos amigos”. No existe la amistad entre chicos y chicas ¿me equivoco?

—Cierto.

Todas los compañeras de clase, a excepción de Michiru, afirmaron al unísono.

Michiru observó a Honoka a través de sus grandes anteojos, y le dio su respuesta, un poco tardía.

—Honoka, no deberías ser demasiado exigente, sólo porque eres genial. Ten cuidado, de lo contrario pasarás soltera los tres años de Preparatoria.

—De acuerdo. ¿Qué tal si vamos a una fiesta? Será fácil hacer que los chicos nos acompañen si saben que asistiras tú.

—Lo siento, pero ahora mismo no estoy de humor.

Su respuesta fue cortante.

—No digas eso. ¿Por qué no lo intentas también, repre?

Michiru respondió con una sonrisa contrariada.

—Para mí, una fiesta es un poco...

Fue entonces cuando una voz, de tonalidad que expresaba inteligencia, resonó desde la puerta del aula.


—¿La señorita Honoka Shikibu sigue aquí?


Honoka se volvió hacia la puerta, y al ver de dónde provenía la voz, se levantó frenéticamente de su asiento.

Un cabello elegante, largo y negro, capaz de dejar en cualquiera una impresión indeleble, descansaba a la perfección sobre los hombros de una chica alta y hermosa, que se mantenía de pie ante la puerta. Su mismísimo ser, reprimía la atmósfera circundante con un suspenso cautivador.

Sus ojos negros observaron fijamente a Honoka, en silencio.

No le miraba con malas intenciones, sin embargo, la inquebrantable Honoka sintió que su pecho se oprimía.

¿Por qué la presidenta...? Sintió que el sudor le corría por la espalda.

—Yo soy Shikibu.

Solo se le ocurría una razón por la que una estudiante cuya reputación era más alta que la de cualquier otro “noble”, visitaría a una estudiante que era prácticamente una plebeya, que no había ingresado a la Academia sino a partir de la Secundaria, y al recordar aquel rumor que circulaba sobre Koremitsu y ella, el dolor en su estómago incrementó exponencialmente.

La Presidenta del Consejo Estudiantil de la Academia Heian, Asai Saiga —conocida como la Matriarca Asa— le habló a la pensativa Honoka con calmada autoridad.

—Hay algo que quiero preguntarte. ¿Podrías acompañarme a la sala del Consejo Estudiantil?



♢ ♢ ♢


Koremitsu, de pie en la sala de arte, mostraba su preocupación.

Aoi le daba espalda y continuaba pintando.

Koremitsu, de pie a sus espaldas, lucía como un perro hambriento; pero sin importar cuánto se desesperase, la situación no iba a cambiar.

—¿Tu cumpleaños no es este domingo?

Le habló con sinceridad.

—...

¿No puedes acompañarme por tan solo un día?

—...

Aoi continuó moviendo su pincel, sin emitir palabra alguna.

En el lienzo, se mostraba una escalera envuelta por niebla dorada y semitransparente. La pintura se sentía cálida, pero la espalda de Aoi lucía tan fría como copos de nieve. Las otras miembros del club de arte se mantenían alejadas de la pareja, inquietas en sus asientos, incómodas hasta el punto en el que cualquiera sentiría lástima por ellas.

Maldita sea, ¿qué debo hacer para que me mire?

Le había dicho a Honoka que se encargaría del resto, pero ¿lograría hacer que Aoi cambiase de opinión antes de su cumpleaños?

No quedaba mucho tiempo, y dicha situación causó que la garganta de Koremitsu se secase producto de la ansiedad.

Tu “novia” es extremadamente difícil de manejar.

Dirigió una mirada amarga a Hikaru.

Hikaru le respondió con una mirada llena de angustia, pero demostró su determinación al sonreír y pasar junto a Koremitsu para pararse junto a Aoi.


Aoi-san.


Hikaru observó, con expresión amable, el perfil inmóvil del rostro de Aoi, y le habló con calma.

Entregarte los siete regalos de cumpleaños puede parecerte una imprudencia, pero, para mí, es una promesa muy importante.

Cuando la cálida y suave luz del sol entró a través la ventana, su voz dulce y sentimental fluyó en el ambiente como si de una fragancia pura se tratase.

No me marcharé hasta cumplir mi promesa, Aoi-san.

Aoi no lograba escuchar las palabras de Hikaru…

Pero tras observar a Hikaru hablar con tanta seriedad, Koremitsu se quedó sin aliento.

La voz de Hikaru se debilitó levemente.

Así que, después de todo, mi voz no puede alcanzar a Aoi-san en lo más mínimo... si logras escucharme, aunque sea un poco, por favor, indícamelo llevando uno de tus dedos hasta tus labios.

Maldita sea... ¿por qué pones esa expresión?

Probablemete, Hikaru supiese desde hace mucho tiempo que, ya fuese su voz o su silueta, Aoi era incapaz de notarlo.

Incluso sabiendo que era imposible, continuaba esperando que Aoi, quien pintaba de espaldas a él, se volviese y le mirase.

Mientras observaba aquella pequeña figura, aparentemente distante, que miraba hacia adelante, Koremitsu recordó algo que había olvidado hace mucho tiempo.

La silueta de una espalda, desapareciendo en la oscuridad, bajo la débil luz de una farola.

Durante su adolescencia, mientras miraba a través de la ventana, sin expresión alguna, no hallaba respuesta, sin importar cuánto gritase.

La espalda de Hikaru se superpuso con la de Aoi.

Ninguno de los dos se volvía.


...Aoi-san.


Hikaru, con voz desesperada, gritó una vez más, suplicando por un milagro.

Durante su adolescencia, Koremitsu oraba con la esperanza de que su madre le sonriese, para que levantase la cabeza en su dirección, y para que, al menos con la más leve sonrisa, le acariciase la cabeza.

“Por favor, por favor”.

“Por favor, Dios”.

Oró innumerables veces en su corazón.

“Por favor, ayúdame”.

'Tch, ¿qué estaba pensando en ese momento?'

Nueve años atrás, en el cumpleaños de su madre, decidió regalarle su palabra favorita. Después de asistir a la clase de caligrafía de su abuelo, se sentó en la mesa del estudio, mojó el pincel en un poco de tinta y escribió la palabra en papel de escribir japonés.

Su caligrafía no era perfecta, por lo que tuvo que reescribirla varias veces.

Mientras escribía, le imploraba a Dios que su regalo hiciese feliz a su madre, mientras la tinta con la que escribía le salpicaba sus manos y rostro.

Aquella noche, antes de tener oportunidad de entregarle el regalo a su madre, ella escapó de casa, abandonando al joven Koremitsu.

Su esbelta figura se desvaneció en la oscuridad, para nunca volver.


Lo siento. Lo siento mucho, Mitsu.


Él continuó escribiendo, esforzándose al máximo para detener las lágrimas que bajaban por el rostro de su madre mientras se disculpaba, y hacerla sonreír. Al final, nunca le entregó lo que escribió.

El día después de la partida de su madre, Koremitsu dibujó cruces en todos los papeles que había escrito. Mocos goteaban de su nariz, mientras dibujaba cruz tras cruz.

Mientras miraba a Aoi, sintió que no era su espalda lo que estaba viendo, sino la de su madre. Aquel sentimiento le invadió por un instante.

Dios nunca respondió las oraciones de Koremitsu.

Cuando Hikaru mostró esa expresión suplicante que le resultó tan familiar, Koremitsu no pudo evitar suplicar por él.

Incluso si es sólo por un momento, concédele su deseo. Si yo puedo verlo tan claramente; ¿No puedes dejar que Aoi le escuche un poco también?

Justo cuando el pecho de Koremitsu comenzó a doler como si estuviese siendo aplastado, Aoi mojó su pincel en el color marrón oscuro de su paleta.

El pincel comenzó a trazar una larga línea negra en diagonal desde la esquina superior izquierda del lienzo.

La expresión de Hikaru se congeló de inmediato.

Koremitsu sintió como si le rebanasen por la mitad.

Aoi comenzó a dibujar otra línea en diagonal desde la esquina superior derecha.

Volvió a recordar la gran cruz negra que había dibujado cuando era un niño, y sintió como si sus ojos estuviesen en llamas.

—¿¡Qué estás haciendo!?

Koremitsu gritó mientras sujetaba a Aoi por el brazo.

Las otras miembros observaron la escena con expresiones de horror; las chicas que se habían estado peinando y haciendo manicure, dejaron caer sus rizadores de cabello y esmalte de uñas.

Había una enorme y fea cruz sobre aquel lienzo cubierto por los rayos de luz.

—Por favor,no me toques.

Aoi apartó la mano de Koremitsu.

Su piel estaba terriblemente pálida, y sus ojos no expresaban más que rabia y resentimiento.

—Tú... ¿¡por qué le hiciste eso a la pintura!?

—No puedo... hablar contigo. Eso dijo Asa-chan.

¡Maldición! ¿Otra vez la tal Asa?

Aoi apartó su rostro de Koremitsu mientras pronunciaba aquellas palabras con decisión, intentando contener sus emociones.

Aoi se apartó de Koremitsu mientras le hablaba con tono fuerte, pero sus verdaderas emociones parecían estar siendo contenidas.

—Es por eso que no dejo de repetirme... que Hikaru...

Hikaru se había mantenido de pie junto a Aoi, con la mirada en blanco, pero, al escuchar su nombre, sus hombros se estremecieron. Koremitsu estaba lleno de temor, y contuvo el aliento.

¿Qué va a decir? ¿Algo peor? -...Hasta donde sé... Hikaru...

Mientras dejaba salir aquellas palabras, sus tiernos labios parecían dolerle, y sus manos temblaban ligeramente.

—...Es la persona más deshonesta... en este mundo...

Su rostro se endureció, y un brillo despiadado se reflejó en sus ojos. Hikaru, frente a ella, bajó las cejas y observó a Aoi con dolor en su mirada.

No. Ya fue suficiente, no digas nada más. —El más grande... mentiroso.

El color de la agonía tiñó los ojos de Hikaru.

Koremitsu sintió que su corazón se hacía pedazos.

Hikaru sabía lo extremadamente deshonesto que había sido con Aoi, y, sin embargo, aquellas palabras pronunciadas frente a él, y la cruz dibujada en el lienzo, destrozaron su corazón en mil pedazos; la agonía de ser rechazado por una persona tan importante para él, llenó su alma de lamento.

—...No tienes que ser tan cruel, aunque Hikaru sea semejante mujeriego.

Aoi se cruzó de brazos y murmuró.

—En cualquier caso, es un hecho innegable... Yo odiaba a Hikaru más que a nada en el mundo. Me enfurecía y mentía más que nadie. Era el peor hombre del mundo. Un hombre que, a pesar de su exquisita apariencia exterior, estaba completamente podrido por dentro.

—¿¡QUÉ DEMONIOS ESTÁS DICIENDO!?

Escuchar cómo Aoi menospreciaba a Hikaru generaba contrariedad en Koremitsu, y le recordó todas sus oraciones no respondidas, y de las emociones que había experimentado de niño: dolor y desesperación. Aquellos sentimientos despertaron en lo profundo de su corazón, y la sangre se le subió a la cabeza; sus venas palpitaban de furia, la cual ascendía desde su estómago.

Koremitsu.

Hikaru se esforzó en calmar a Koremitsu, pero la furia que le devoraba se hizo aún más feroz. Aoi se mordió los labios y respiró con ligereza, pero siguió despotricando a Hikaru.

—No sé con cuántas habrá salido Hikaru, porque sencillamente son tantas que no podría contarlas. Siempre estaba con otras mujeres, y cuando le preguntaba “¿Quién es ella?”, se limitaba a responder “una conocida” o “una amiga”, mientras mostraba una sonrisa angelical en su rostro. Fuera como fuese, él me respondía con una sonrisa gentil, incluso cuando estaba enojada, él no hacía más que sonreír y seguir llevando a cabo esos actos deshonestos con otras chicas.

Su rostro, típicamente pálido, estaba teñido de rojo.

Hikaru intentó apoyar a Aoi y siguió suplicándole a Koremitsu, diciéndole, “¡Estoy bien!”

—¡Por eso... por eso... ¡ese malviviente no merece más que mi odio!

Tras escuchar aquello, Koremitsu dejó escapar un rugido.

—¡NO TE ATREVAS A DAR ALGO ASÍ POR SENTADO!

Su arrebato sacudió la ventana y asustó a Aoi.

¡Cálmate, Koremitsu! ¡Estoy bien! ¿De acuerdo? Mira, estás asustando a todas.

Hikaru hizo todo lo que estaba a su alcance para detener a Koremitsu, pero sus emociones desbordantes no podían contenerse.

—¡HIKARU NO ES ALGUNA CLASE BASURA! ¡Y MUCHO MENOS UN MALVIVIENTE! ¡SE ESTÁ ESFORZANDO EN CUMPLIR SU PROMESA CONTIGO, INCLUSO AHORA!

Dijo que era una promesa muy importante.

Djo que ella era una chica muy importante.

Incluso ahora, miraba a Aoi con tanta pasión, tanta ternura, ¡tanta melancolía! Seguía hablándole en vano, esperando que ella lo notase.

Su madre le dio la espalda y se alejó.

Aoi dibujó aquella cruz enorme en el lienzo.

Siguió suplicándole y siguió practicando para hacerla feliz.

¿Por qué tendría que ignorarlo y abandonarlo como si nada?

Tras percatarse de que las miembros del club de arte estaban aglomeradas en un rincón a causa del miedo, apretó los dientes con fuerza.

-...

Reflexionó sobre aquél exabrupto, pero todo se debía a la ira incontrolable que sintió a causa de las palabras de Aoi.

—De acuerdo, ya fue suficiente.

Le dedicó a Aoi la peor de sus miradas.

—No tienes derecho a aceptar los sentimientos de Hikaru. ¿Quién iba a querer expresártelos? Sería un desperdicio entregárselos a alguien como tú.

Aoi se mordió los labios mientras grandes lágrimas brotaban de sus ojos, e intentó alejarse de Koremitsu.

—Que... que así sea. Incluso si estuviese vivo, no cumpliría la promesa. La trataría como algo sin importancia.

Dejó escapar un sonido ahogado, le dedicó una fría mirada a Koremitsu y continuó hablando con rigidez.

—...Y a fin de cuentas, al igual que antes, no sería más que un acto impulsivo.

Koremitsu ya no podía soportar los insultos dirigidos a Hikaru por parte de Aoi, y tampoco estaba dispuesto a permitir que Hikaru siguiese escuchando. Abrió la puerta y salió de la sala de arte.


—¡Date prisa, olvídate de esa mujer de una vez por todas y sube al cielo! ¡Es justo como dice el abuelo, las mujeres son lo peor!

Gritó con voz temblorosa mientras caminaba por el pasillo.

Estaba lo suficientemente furioso como para ignorar las miradas que dirigían en su dirección. Su corazón se sentía como si hubiese sido cortado en pedazos, y sentía que su cabeza ardía. Sus ojos estaban calientes, y su nariz se sentía repleta.

¿Estás llorando, Koremitsu? —preguntó Hikaru, asombrado.

—Por motivos como éste es que digo que no soy bueno con las mujeres. Se ponen tristes, se enfurecen cuando les viene en gana; guardan silencio cuando les viene en gana, se alejan cuando les viene en gana.

A pesar de sus esfuerzos por contenerse, los mocos comenzaron a escapar de su nariz, y no pudo evitar que las lágrimas bajasen por sus mejillas.

—Es por ello que odio involucrarme con mujeres... no me jodas. Maldita sea, ni siquiera intentó comprender nuestras intenciones... no puede estar hablando en serio.

Su pecho ardía, mientras lágrimas amargas y saladas descendían por su rostro.

Se cubrió la cara con las manos para enmascarar sus sollozos; para él, un hombre, llorar era vergonzoso.

... Koremitsu, vayamos hacia allá.

A sugerencia de Hikaru, Koremitsu se tambaleó hacia un pasillo relativamente vacío y se acuclilló en un rincón. Dejó escapar su arrepentimiento, y Hikaru le consoló en silencio.

... Lo siento, Koremitsu. Fue mi culpa, por dejarte esta responsabilidad. Como resultado, saliste lastimado.

“No es tu culpa”. Eso era lo que Koremitsu quería responder.

La ira que sintió hacia Aoi no fue culpa de Hikaru. Las experiencias traumáticas que experimentó durante su infancia fueron la fuente de su ira, y él empeoró su situación al dirigir dicha furia hacia Aoi.

La voz de Hikaru era muy suave, y ese hecho, como si de una mano cálida se tratase, apaciguó el corazón de Koremitsu. Tras haberse calmado, habló de pronto.

—No pidas perdón ni nada por el estilo.

Pero...

—Odio cuando la gente pide perdón. ¿Qué diferencia hace? ¿Resuelve algo? Pedimos perdón cuando ya no podemos hacer nada para cambiar la situación, ¿no es así...? Así que no me pidas perdón.

Hasta hace poco, Koremitsu no sabía lo que era recibir una disculpa.

Lo siento.

Lo siento.

Mitsu.

Lo siento.

El rostro ceniciento de su madre se volvió hacia el joven Koremitsu; sus mejillas estaban húmedas, y no dejaba de disculparse una y otra vez, con voz débil: “Lo siento, lo siento”.

Su rostro se le antojaba borroso, y Koremitsu no lograba recordarlo.

Sin embargo, las lágrimas que recorrían su rostro, la voz tierna que no paraba de pedir perdón, el cuerpo esbelto que desaparecía. Él lo recordaba de vez en cuando, y sentía como si su corazón se desgarrase.

—“Lo siento, Akagi-kun.”

—“Lo siento.”

Sus compañeros de clase se disculpaban con él, mostrando terror evidente en sus rostros.

Luego se marchaban con una expresión de espanto.

Él nunca pensó en hacerles pedir perdón.

Aquellas palabras lastimaron lo más profundo de su ser y crearon cicatrices que nunca podría sanar.

¡Por eso odio cuando pides perdón! ¡No termines todo con arrepentimiento!

Koremitsu no tenía control sobre sus crecientes emociones, y hacía pucheros como un niño malcriado, cubriéndose mientras lloraba. Hikaru, con suavidad, llevó su mano hasta el hombro de Koremitsu.

Koremitsu observó la mano de Hikaru y vio cómo se hundió en su hombro. Hikaru bajó la mirada con suavidad y se acercó al otro hombro de Koremitsu.

Un fantasma no debería poseer calor corporal, pero Koremitsu sintió una calidez proveniente del hombro que Hikaru había tocado; esta calidez, junto con la expresión amable de Hikaru, tranquilizaron su corazón.

Aquella fue la primera vez que otra persona le consoló.

Nunca antes había tenido un amigo que escuchase sus quejas, incluso si este amigo era simplemente “temporal”.

—No... no soy una “chica” hecha un mar de lágrimas.

Su protesta fue seguida por un resuello.

Mmm, ya sabía que no eras una triste amapola —susurró Hikaru con suavidad.

—Y en todo caso, ¿por qué... habría de ser consolado por ti? Aoi dijo todo tipo de cosas horribles sobre ti, y, además, estás muerto; deberías estar sufriendo al menos cien veces más que yo. En ese caso, yo debería ser quien te consuele. Ahora sí que quiero llorar cuando te veo con una expresión tan tranquila.

Hikaru volvió a posar su mano en el hombro de Koremitsu, y respondió con actitud tranquila y madura.

—No puedo llorar... No tengo recuerdos de haber llorado nunca. No sé cómo llorar.

Hikaru, con una sonrisa compasiva, miró al perplejo Koremitsu.

Mi madre solía ser la amante de mi padre. Era muy frágil y murió cuando yo tenía cuatro años. Justo antes de morir, me dijo: “Hikaru, tienes que seguir sonriendo sin importar qué. Si lo haces, todos te amarán. Si alguien te hace algo malo, llena tu corazón de amor y vuelve a sonreír...

Hikaru, con voz clara, narró las palabras de su madre fallecida, y mostró una expresión profunda y calmada.

Repitió las palabras de su difunta madre con voz afectuosa pero profunda.

Mi madre sabía que no viviría por mucho tiempo, sin duda. Y quería enseñarme una forma de llevarme bien con mis familiares y la familia de mi padre.

Cerró los ojos.

Seguía sin mostrar lágrimas bajo sus largas cejas.

¿Qué se siente dejar que las lágrimas fluyan?

La pregunta venía acompañada de un tono expectante.

“Por favor, sigue sonriendo, Hikaru”.

“Llena tu corazón de amor”.

Su madre murió cuando él tenía cuatro años... pero entonces ¿cómo vivió después de eso... en qué casa se alojaba? ¿Con quién vivía?

Las palabras de Hikaru no dejaron lugar a dudas; él nunca se había acostumbrado a su nueva familia, y su vida era difícil. Se limitó a seguir los consejos de su madre y sonreir.

“Por favor, sigue sonriendo”.

Ciertamente, aquella sonrisa era la única defensa de Hikaru.

Koremitsu reflexionó sobre la vida de Hikaru y lo solo que estuvo. Su propio llanto se vió aún más afectado por ésto, e, incluso haciendo su mejor esfuerzo, no pudo parar.

Koremitsu olvidó cómo sonreír cuando era joven.

A Hikaru nadie le enseñó a llorar.

Por tu apariencia, es difícil de imaginar, pero vaya que puedes llorar, Koremitsu. Qué mal. Si logro llorar como tú, despertaré los instintos maternales de las chicas, y querrán consolarme. La mayoría también querrá darme un servicio especial, sin duda.

Hikaru habló despreocupadamente, con una sonrisa afectuosa en sus labios.

Probablemente, quería animar a Koremitsu de esa manera.

—Pervertido.

Koremitsu respondió bruscamente y se limpió las lágrimas con las mangas de su camisa.

El pasillo frente al aula vacía estaba desprovisto de gente, y aquel espacio místico tenía un ambiente rejuvenecedor que disipó el sentimiento abrasador en el rostro de Koremitsu.

Logró detener sus lágrimas, pero quería seguir sentado junto a Hikaru por un rato más. Sintió un complejo sentimiento de empatía y confianza mientras trataba de expresar aquella vaga emoción, abrazando sus rodillas.

—...O-Oye, ¿recuerdas que dije... que las flores se marchitaban fácilmente y no eran comestibles...? ¿Que eran inútiles...?

Sí. También acordamos ir de picnic.

—¿Qué clase de acuerdo es ese?

Jajaja, ¿no lo mencioné?

—Bueno... cuando me hospitalizaron, Koharu me llevó algunas flores.

Vaya...

-Tenía flores blancas en los tallos... y los brotes eran peludos. Pensé que podría resultar un poco siniestro el recibir flores blancas en un hospital, pero mi corazón se sentía en calma cada vez que las miraba desde mi cama... Estaba ansioso por el hecho de no poder asistir a la escuela durante el comienzo del semestre, pero me sentí tranquilo tan pronto las miré... sentí que no ganaría nada estando tan ansioso.

Una sonrisa se asomó en los labios de Hikaru, y sus ojos se estrecharon.

Su apariencia emitió un aura de felicidad.

Sí, las flores tienen esa clase de poder. El mirarlas te hace feliz.

—B-Bueno... puede que sí. Es por ello que... no me molestaría escucharte hablar sobre flores de vez en cuando.

Hikaru se sintió deleitado ante la disposición de Koremitsu a escuchar sus discursos sobre flores, y mostró una brillante sonrisa.

Gracias.

—Pero sólo de vez en cuando.

Entendido. En ese caso, no llegaré tan lejos como para molestarte. Por cierto, recuerdo que fuiste hospitalizado al ser arrollado por camión, ¿no? ¿Cómo ocurrió? Si te la pido ahora, ¿me darías una respuesta?

-Uhh.

Koremitsu se mostró estupefacto ante aquella pregunta.

Hikaru lucía como un niño bromista mientras esperaba la respuesta, y Koremitsu sintió que Hikaru también intentaba determinar cuánto se habían acercado desde su primera aparición como fantasma.

Koremitsu respondió, aturdido.

—...Un anciano quería cruzar la calle a pesar de que la luz estaba roja... Le dije que se detuviese, pero corrió hacia el camión mientras gritaba: “¡Ogro”! Fui tras él, y el camión me arrolló.

Alguien, quizá el conductor o algún transeúnte, dio un grito para advertirle del peligro, pero Koremitsu ya había sido enviado a volar antes de que tuviese tiempo de reaccionar.

Koremitsu se despertó en el hospital, y en lugar del anciano, era Koharu quien estaba de pie junto a su cama.

Así que salvaste al anciano, Koremitsu. Menudo héroe.

—No lo soy. No lo pongas como algo glorioso.

El anciano huyó de Koremitsu tras ver su rostro aterrador, y fue el propio Koremitsu quien fue alcanzado por el camión. Aquella catástrofe fue más que vergonzosa, y no tenía el descaro de llamarse héroe a sí mismo.

Hikaru se rió entre dientes.

¿No está bien así, héroe? Tu cara está roja, héroe. Lloras y te sonrojas con facilidad, héroe.

—Bien, ¿ya tuviste suficiente? Tch, vámonos a casa.

Koremitsu se percató, mediante sus palabras, de lo nervioso que estaba, y no hacía más que alimentar el deseo de Hikaru de burlarse de él. Tras aquella revelación, adoptó un aspecto serio y se levantó.

Luego se alejó de Hikaru e intentó marcharse, pero la risa de Hikaru fue reemplazada por un tono sincero.

Oye, héroe, hay un lugar por el que quiero pasar. ¿Vendrías conmigo? Te mostraré algunas flores hermosas que he estado guardando.

Notas[edit]

  1. Mito Komon es un drama histórico japonés, donde el personaje principal resuelve injusticias incurridas a distintos personajes, y cada episodio termina con un enfrentamiento contra el villano de turno, el cual se entera de la identidad de Mito Komon cuando éste le muestra el emblema Tokugawa.


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